La irresistible belleza del fascismo chic
Un acto en un cementerio organizado por una asociación desconocida que convoca a un puñado de tipos marginales sin poder ni representatividad social no suena a noticia bomba
Usted, que retuitea cualquier meme y que tiene hartos a los padres del colegio con los bulos que cuelga en el grupo de WhatsApp. Usted entenderá bien a ese pobre editor de noticias que recibe las imágenes de una chica jovencísima y guapísima vestida de falangista y diciendo no sé qué de unos judíos. ¿Cómo resistirse? ¿Cómo pasar de largo ante algo tan anormal que va a cabrear a medio país? Usted también incluiría la noticia en la escaleta y encontraría argumentos deontológicos para justificar su decisión. Lo extraordinario es noticia, diría. Además, hay que someter a los fascistas al oprobio d...
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Usted, que retuitea cualquier meme y que tiene hartos a los padres del colegio con los bulos que cuelga en el grupo de WhatsApp. Usted entenderá bien a ese pobre editor de noticias que recibe las imágenes de una chica jovencísima y guapísima vestida de falangista y diciendo no sé qué de unos judíos. ¿Cómo resistirse? ¿Cómo pasar de largo ante algo tan anormal que va a cabrear a medio país? Usted también incluiría la noticia en la escaleta y encontraría argumentos deontológicos para justificar su decisión. Lo extraordinario es noticia, diría. Además, hay que someter a los fascistas al oprobio de la opinión pública, que el mundo se entere de quiénes son.
Si recurre a razones democráticas, obviará que el único motivo por el que emite las imágenes es la belleza perturbadora y violenta del fascismo chic y el contraste del pintalabios rojo intenso con el azul de la camisa. Lo ha hecho por el meme, porque la noticia, en rigor, no existe. Un acto en un cementerio organizado por una asociación desconocida que convoca a un puñado de tipos marginales sin poder ni representatividad social no suena a noticia bomba. No son diputados ni cargos públicos ni personas famosas o relevantes en ningún ámbito. No había ninguna razón para divulgar sus palabras. Si Isabel Medina no fuera tan joven y guapa, nadie se habría enterado.
No eran nadie, pero ahora son alguien. Tienen voz, presencia y discurso. Pueden presumir de ser actores políticos cuando hasta ayer no tenían más poder que el grupo de zumba de un gimnasio de barrio. Hoy sienten que pueden tratar de tú a representantes políticos y líderes de opinión. Gracias a la debilidad de un editor de noticias seducido por unos labios pintados de rojo intenso, ahora existen y sus palabras resuenan en la bóveda cargada de gritos de un país aturdido.