Columna

La libertad de expresión no es un capricho de señoritos con pajarita

Una cosa es gritar “televisión, manipulación” en una acampada en la Puerta del Sol, y otra muy distinta (y muy siniestra), hacerlo desde un sillón del Consejo de Ministros

En foto, el vicepresidente y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030, Pablo Iglesias, en una rueda de prensa el 7 de julio de 2020. En vídeo, unas declaraciones de Iglesias del pasado 7 de julio sobre la libertad de expresión. Vídeo: E. PARRA POOL (EUROPA PRESS) / ATLAS

Tanto el manifiesto de los intelectuales estadounidenses como las protestas en España contra los señalamientos a periodistas de Pablo Echenique y Pablo Iglesias tienen una inspiración elemental y profundamente democrática. No se niega el derecho a la crítica, ni siquiera a la expresión libre y furibunda del ...

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Tanto el manifiesto de los intelectuales estadounidenses como las protestas en España contra los señalamientos a periodistas de Pablo Echenique y Pablo Iglesias tienen una inspiración elemental y profundamente democrática. No se niega el derecho a la crítica, ni siquiera a la expresión libre y furibunda del cabreo y hasta del insulto, como le gusta subrayar a Pablo Iglesias.

No son las masas enfurecidas de Twitter quienes preocupan. En el caso de Estados Unidos, son los editores y las autoridades académicas, a quienes se pide que no sucumban a la presión de las redes sociales para despedir a profesores y periodistas. En el caso de España, preocupa el socio menor de la coalición de gobierno, a quien se le recuerda que una cosa es gritar “televisión, manipulación” en una acampada en la Puerta del Sol, y otra muy distinta (y muy siniestra), hacerlo desde un sillón del Consejo de Ministros. Como no es lo mismo que Donald Trump rebuzne en su torre o que rebuzne en la Casa Blanca.

Dice Titania McGrath (heterónimo de Andrew Doyle), en Woke, un panfleto satírico que acaba de publicarse en España: “La libertad de expresión es una distracción racista. La única manera de acabar con el fascismo es permitir a la policía arrestar a la gente por lo que dice y piensa”. Es paródico, no habría que aclararlo, pero en los últimos años mucha gente ha dicho en serio cosas muy parecidas.

Lo grave no es que un grupo de activistas incurra en el dislate argumental y acabe promoviendo la tiranía en nombre de la justicia. Lo grave es que ni la universidad ni los medios ni los gobiernos defiendan que la libertad de expresión no es un capricho de señoritos con pajarita que se puede sacrificar en nombre de un bien mayor, sino el núcleo mismo de la democracia.

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