Hugh Laurie, armas y champán
‘The Night Manager’, una joya escondida, nos muestra a un traficante de la muerte que vive a todo lujo. Es tan creíble el actor que cuesta no estar de su lado
Los menús de entrada a las plataformas de televisión son cocinados para ti por una inteligencia artificial. Por eso cuando acabas una serie te recomienda más de lo mismo. Si viste una de ciencia ficción, prepárate para batallas galácticas y androides. Si una histórica, o policial, toma otra. No es eso: lo inteligente sería ayudarnos a ensanchar nuestros gustos.
Tuve que bucear mucho en Amazon Prime Video para dar con una...
Los menús de entrada a las plataformas de televisión son cocinados para ti por una inteligencia artificial. Por eso cuando acabas una serie te recomienda más de lo mismo. Si viste una de ciencia ficción, prepárate para batallas galácticas y androides. Si una histórica, o policial, toma otra. No es eso: lo inteligente sería ayudarnos a ensanchar nuestros gustos.
Tuve que bucear mucho en Amazon Prime Video para dar con una delicia de 2016: The Night Manager, mal traducida como El infiltrado,una historia de John le Carré. Tenemos a Tom Hiddleston como un exsoldado-recepcionista de hotel-agente secreto, y a Hugh Laurie como un traficante de armas en cuya banda se cuela el primero. Un triángulo amoroso con Elizabeth Debicki, la convincente jefa de espías Olivia Colman y un castizo Antonio de la Torre completan una trama que se detiene en Mallorca y en Madrid, como en El Cairo, Londres y Estambul.
Todo es refinado y lujoso alrededor de Laurie, que solo bebe champán del bueno. Siento un conflicto moral: me creo tanto al actor, como al Sherlock Holmes médico que interpretaba en House, que tiendo a estar de su lado aunque sea el mal. La serie se fija también en las cloacas estatales. Y vemos que en el macabro negocio del armamento no todo está fuera de la ley.
El personaje de Laurie sabe bien quién y cómo usará su mercancía, no como los países que cerramos los ojos a lo que hagan los tiranos con la nuestra. Las víctimas están lejos y las fábricas aquí, esperando pedidos. Cuentan que las guerras se enfrían por el coronavirus, para alivio fugaz de quien soporta tiros, cohetes y bombas. Me temo que nada detendrá el mercado de la destrucción.