“Funciona muy bien, pero no es magia”: así es ChatGPT, la nueva inteligencia artificial que supera límites
El modelo es la última evolución de los sistemas de generación de textos. Su coherencia sorprende a cientos de miles de usuarios con conversaciones creíbles que van desde derecho penal a lingüística
El modelo de inteligencia artificial ChatGPT lleva más de un millón de usuarios en apenas cinco días tras su lanzamiento. El sistema responde a cualquier pregunta no solo en inglés, también en un español correcto. Esa coherencia en el diálogo la hace inaudita. OpenAI, su creador y una de las empresas líder en inteligencia artificial, ha abierto además su uso a cualquier usuario, así que las redes se han llenado de capturas de peticiones de programación resueltos, respuestas a preguntas prof...
El modelo de inteligencia artificial ChatGPT lleva más de un millón de usuarios en apenas cinco días tras su lanzamiento. El sistema responde a cualquier pregunta no solo en inglés, también en un español correcto. Esa coherencia en el diálogo la hace inaudita. OpenAI, su creador y una de las empresas líder en inteligencia artificial, ha abierto además su uso a cualquier usuario, así que las redes se han llenado de capturas de peticiones de programación resueltos, respuestas a preguntas profundas, trampas, trucos, pero también errores obvios. “Funciona muy bien, pero no es magia”, dice Álvaro Barbero Jiménez, director de inteligencia artificial del Instituto de Ingeniería del Conocimiento (IIC).
“Es una innovación tremenda, yo también flipé”, explica Barbero Jiménez. “Le pedí que resolviera unos ejercicios de programación que pongo a quienes entran en mi equipo y lo hizo perfecto. Pero luego le pregunté por un proyecto de programación con un error puñetero y me respondió una solución inventada. Me decía que usara una herramienta que no existía”, añade.
Su modo de uso es extremadamente sencillo. Solo hay que ir a la página chat.openai.com, abrir una cuenta con email y contraseña y empezar a chatear con el robot.
Este ChatGPT se presenta en un año increíble para el progreso de distintos modelos de inteligencia artificial. En verano fue el momento de las ilustraciones creadas a partir de peticiones de texto. Antes había llegado la generación de texto a partir de una frase inicial con el modelo GPT-3. Ahora, la última versión del software GPT sorprende de nuevo con una finura humana. Ahí es cuando empieza el debate entre dos grupos: los entusiasmados que elevan el logro al preludio de una inteligencia artificial general, que razone y sea consciente, casi humana, y quienes lo ponen en contexto y enfrían la excitación. Nadie discute, sin embargo, que es una proeza tecnológica.
Carlos Fenollosa, jefe ejecutivo de Optimus Price, es de los expertos que lo ven con más optimismo. “Es capaz de hacer metarrazonamientos. Es decir, entiende por qué te está dando esa respuesta y no otra. Es la primera vez que lo veo en una IA”, dice.
El propio modelo es algo más prudente con su explicación. Esto es lo que responde ChatGPT en español a la pregunta “¿quién eres?”: “Como un modelo de lenguaje entrenado por OpenAI, puedo procesar el lenguaje y hablar de manera similar a un ser humano. Esto significa que puedo comprender preguntas y proporcionar respuestas coherentes utilizando el lenguaje humano. Sin embargo, a diferencia de un ser humano, no tengo conciencia de mí mismo ni la capacidad de pensar y razonar de manera autónoma. Soy simplemente un programa de computadora diseñado para imitar el lenguaje humano”. Parece una respuesta dada adrede por una máquina para calmar a humanos asustados con su capacidad.
Julio Gonzalo, vicerrector de investigación de la UNED, también se sorprendió al empezar a usar el chat, pero es más prudente y admite que le queda mucho recorrido: “Aparenta saber de cualquier tema, y en una conversación superficial puede convencerte, pero si profundizas te das cuenta de que habla de oídas o, expresado más crudamente, no sabe de lo que habla. Ha aprendido de forma intuitiva a mantener conversaciones sobre casi cualquier tema, y aparenta tener conocimiento real y ser capaz de combinarlo con pensamiento racional. Pero es apariencia: ni se le ha enseñado a razonar ni dispone de conocimiento explícito”, explica.
Pero tanto los más cautos como los más optimistas coinciden en que es cuestión de tiempo. Pocos esperaban estar aquí en 2022. La diferencia entre ambos sectores es retener el bombo o empujarlo, pero pocos dudan que esto es un avance con un potencial difícil de prever. “Hay que pulir muchos detalles y contextos donde da una mala respuesta. Pero tampoco es grave. ChatGPT se puede equivocar igual que una persona, tampoco hace falta que sea perfecto”, dice Fenollosa.
El entusiasmo era difícil de parar cuando un usuario le pidió, en inglés, que contara cómo sacar un bocadillo de mantequilla de cacahuete de un vídeo en tono bíblico o cuando, en español, tuvo un debate sobre derecho penal. El profesor de la Universidad Complutense Manuel Maroto se sorprendió de los resultados: “Su nivel, teniendo en cuenta la extensión de las respuestas, es bueno. Las que puse en Twitter son preguntas muy complejas, que no pueden responderse en un párrafo: pero como respuesta en un párrafo, es muy razonable. Cosa aparte es que dice cosas relativamente incorrectas: lo de que el dolo esté en la culpabilidad es una vieja cuestión en derecho penal, que hace décadas que se resolvió en el sentido contrario al que él dice. De ahí lo gracioso a ojos de un jurista, que la IA se haya posicionado en una postura hace tiempo superada, y que luego niegue haberlo hecho”, explica. Pero solo que un robot creado en una empresa nueva de Silicon Valley sea capaz de conversar sobre derecho penal en español es devastador.
Maroto no quiso, por reparos, comparar las respuestas con las de un hipotético alumno o incluso con las de un profesor. Porque el derecho no es acumular conocimientos, “sino una manera de pensar y argumentar”, pero por lo demás, dice, ChatGPT “es muy impresionante”.
La misma impresión se llevó Elena Álvarez Mellado, lingüista en la UNED. “Es impresionante la fluidez y la capacidad de articular frases y coherencia y su aparente capacidad de reproducir una habilidad lingüística que como humanos solo esperaríamos encontrar en otro humano”, dice. Luego le puso un par de retos. Primero sobre ambigüedad: “‘En una lista como el aceite de coco está hecho de coco, el aceite de oliva está hecho de oliva, ¿de qué está hecho el aceite de bebé?’ Nosotros sabemos que no está hecho de bebés. Respondió bien y daba incluso los ingredientes”, explica.
Luego Álvarez Mellado le pidió que formara frases de un determinado tipo: pasiva refleja con tales elementos. Ahí fallaba. No sabemos por qué. Quizá es que en español no tiene suficientes ejemplos. “Son ejercicios que algunos profes ponen en bachillerato y que un estudiante en principio es capaz de hacer, pero este sistema no sabe. No sé por qué. Es algo de nicho pero sabemos que esta máquina convierte bien instrucciones humanas a python [lenguaje de programación]. Es interesante que pueda escribir python a partir de instrucciones pero no una frase”, dice.
“Si ahora se usa ChatGPT como sustituto de la universidad sería catastrófico, porque chatGPT miente con la misma seguridad con la que dice cosas ciertas”, dice Gonzalo, que añade una buena comparación del perfil que puede tener hoy el robot: “Un comunicador especializado en crisis me contó que cuando hay una crisis que gestionar en redes (por ejemplo, un incendio en una planta industrial), el perfil más peligroso en Twitter es el del enteradillo. El que parece que sabe, pero en realidad no. Porque la gente le atribuye conocimiento y entonces la lía parda. Pues chatGPT es el hipermegaenteradillo”, explica.
Gonzalo puso en Twitter un ejemplo sobre poetas del siglo XX. Las respuestas del chat parecen las de un cuñado pero educado y cortés. “Le pedí que me dijera poetas españolas del siglo XX, y me dio una lista muy decente. Entonces me inventé que se había equivocado en una, y que en realidad era del siglo XVI (falso total). Pues va y me da la razón, me pide disculpas y se inventa sus fechas de nacimiento y muerte en el siglo XVI. ¡Imagina qué peligro para sustituir a profesores!”, explica.
Los oficios en los que la inteligencia artificial puede ayudar o que incluso puede acabar reemplazando se han ampliado mucho. El peligro de las máquinas ya no se limita a plantas industriales. Este chat sabe responder a preguntas que programadores, profesores o escritores de poca experiencia quizá contestan con menos claridad. Hay tareas propias de clase como redacciones o ensayos que están destinadas a morir con esta tecnología.
“El trabajo de programador, con las pruebas que hemos hecho, muchos tenemos claro que lo va a saber hacer muy bien”, dice Victoriano Izquierdo, cofundador de Graphext, una empresa de análisis de datos. “Hará que se pueda meter a nivel de sistema operativo y hacer tareas realmente complejas. Quizás ahora paradójicamente sean profesiones que requieren de más maña física, como ser dentista o peluquero, las que parezcan más difíciles de sustituir hasta que el hardware avance más y no nos dé miedo un Eduardo Manostijeras mecánico”, añade.
Fenollosa va más allá con su lista de trabajos presuntamente en peligro. “Se carga a todos los copywriters, incluyendo a los periodistas (si no hacern reporterismo). Por ejemplo, en notas de prensa o resúmenes de actualidad. También preguntas y respuestas, tipo Stackoverflow [página de dudas sobre código, donde han tenido que bloquear el uso del chat por exceso de errores] o Quora [preguntas genéricas], incluyendo el trabajo de resolver dudas de muchos profesores. Y programación sencilla, diseño e ilustración. A ChatGPT le puedes decir ‘diséñame una web para una empresa de fabricación de materiales de construcción e incluye varias fotos de stock de personas visitando una obra’ y te dará un punto de partida que hubiera costado a un humano un par de días de prototipar”, explica.
El robot será capaz incluso de hacer buenos chistes, dice Fenollosa. “No me refiero a que sea capaz de escribir historietas divertidas combinando piezas de otras historias. ChatGPT entiende la ironía y los elementos del humor, es capaz de inventar nuevos chistes”, dice.
“Claro que impactará en profesiones. Pero en la escala entre no pasa nada y es el fin de la humanidad, estamos en un punto intermedio”, dice Barbero Jiménez.
Aunque los temores son cada vez más grandes, es razonable no dejarse deslumbrar, como ocurre en este intercambio sobre un contrato de alquiler en catalán. Parece que es impresionante pero en realidad no lo es:
Este periódico le pidió un par de poemas sobre periodistas. Eran poco finos: “Pero en medio de tanta mentira / el periodista se siente cansado y desesperado / porque a veces parece que la verdad / se ha perdido en este lugar sombrío. / Sin embargo, él sigue adelante / con determinación y valentía / para seguir buscando la verdad / y mostrar al mundo lo que realmente sucede”. Una pequeña esperanza es que estas herramientas sean capaces de resolver bien lo que hasta ahora era producción mediocre. Todo eso será tomado hoy como “producción automática”. Añadir valor será estrictamente humano, como la artesanía.
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