Cómo hacer un barco invisible (con tecnología española)
Desde la invención de los radares, la tecnología de camuflaje pasa por engañar a estos detectores para no ser interceptados. Pero la absorción de radiaciones electromagnéticas también tiene aplicaciones interesantes fuera del ámbito militar.
Durante la Primera Guerra Mundial, la dificultad de camuflar los barcos en un entorno tan complejo como el mar abierto se hizo patente, especialmente para el ejército británico, que llegó a sufrir una media de 23 hundimientos semanales durante este periodo. Debido a esta situación, en 1917 se creó un nuevo tipo de camuflaje, al que llamaron estilo Dazzle, que en realidad, más que camuflar, lo que hacía era confundir con su estrambótico diseño de rayas y colores.
Gracias esta curiosa pintura que deco...
Durante la Primera Guerra Mundial, la dificultad de camuflar los barcos en un entorno tan complejo como el mar abierto se hizo patente, especialmente para el ejército británico, que llegó a sufrir una media de 23 hundimientos semanales durante este periodo. Debido a esta situación, en 1917 se creó un nuevo tipo de camuflaje, al que llamaron estilo Dazzle, que en realidad, más que camuflar, lo que hacía era confundir con su estrambótico diseño de rayas y colores.
Gracias esta curiosa pintura que decoraba los buques, para los submarinos alemanes resultaba más complicado calcular la distancia, la posición o velocidad del barco, parámetros clave para errar o acertar en el tiro. Tras la invención del radar, este curioso diseño dejó de tener sentido, por eso, la versión actualizada del camuflaje naval en el siglo XXI pasa obligatoriamente por sortear a ese aparatito.
“El principio de funcionamiento de un radar es básicamente el de emitir una radiación, que es una onda. Esta onda rebota en una superficie metálica y al volver al radar, detecta que hay un objeto interpuesto en su línea de visión. Cuando no hay choque, el radar no detecta nada, y cuando lo hay, el radar detecta un elemento.” Explica Santiago Álvarez de Cienfuegos, CEO de Micromag, empresa española especializada en desarrollar tecnología Stealth o de invisibilidad.
“Con nuestro material, la onda del radar intercepta el objeto, pero la onda que devuelve llega desfasada. Por ejemplo: si un barco de cincuenta metros de eslora lo tratamos con nuestra tecnología, se vería como una lancha de menos de cinco, así nos comunicaron desde la Armada española cuando realizaron las pruebas.”
El factor ventaja que presenta esta tecnología es que el barco se puede acercar más al enemigo sin ser detectado. “Se vería más pequeño o no se vería, porque hay un punto en el que el radar no sabe si está viendo algo o no”, sostiene Cienfuegos. “Para tener la certeza de que estás viendo el mismo barco, que antes se veía a 16 millas, ahora te tendrías que acercar a 8 millas, la mitad.”
Además de un entorno bélico, también puede usarse en el control de fronteras para prevenir tráfico de ilícitos como las patrulleras, que podrían acercarse más a los traficantes. El material que desarrolla la empresa de la que Santiago Álvarez es CEO, se basa en absorber las radiaciones electromagnéticas. Las radiaciones electromagnéticas son ondas que pueden manifestarse de diversas maneras como las ondas de radio, la luz visible, las ondas microondas, de telefonía... o las que emiten los radares. Lo fabrican integrando microfibras metálicas que pueden mezclarse fácilmente con otros materiales, como pinturas, materiales de fibra de vidrio, siliconas, espumas, plásticos... Pero el llegar a esta tecnología no ha sido rápido: “hemos tardado, los primeros 10 años de la compañía se dedicaron fundamentalmente a investigar”.
De hecho, Micromag surgió de una investigación dos décadas atrás, como una spin off de la Universidad Complutense, que contó el catedrático Antonio Hernando como padre intelectual del proyecto.
Una historia de ida y vuelta con el Pentágono
Hace unos años, la empresa estaba en negociaciones con el Ministerio de defensa de EE UU, “empezamos a trabajar con la US Navy y acabamos unas pruebas de validación que fueron exitosas, pero tienen una regulación muy estricta con respecto al material de defensa. Y para vender este material en EE UU necesitábamos ser una compañía americana. No podíamos producir el material en España.”
En ese momento, la empresa decidió no seguir ese camino. Pero al parecer, poco después, el Ministerio de defensa de EE UU, lanzó peticiones de desarrollo a la industria nacional “para desarrollar una tecnología parecida, bueno, prácticamente la misma”, comentaba Cienfuegos.
Sin embargo, no es algo que el CEO se tome a mal: “Cualquier país con el que empiezas a trabajar, incluso aquí en España, te piden hacer demostraciones tecnológicas como parte del proceso normal. Lo que yo creo que sucedió en EE UU es que se encontraron con algo que superaba bastante sus expectativas y entraba en una clasificación de material militar que requería que tuviéramos la compañía en EE UU. No creo que fuese premeditado en absoluto. Nos pusieron las cartas sobre la mesa: [la empresa] tenía que ser americana para tener acceso a ciertos datos, lo cual es normal en cualquier país que está sujeto al control de exportaciones.” El material militar es además más restrictivo que el comercio civil: “Yo no puedo venderle esta tecnología a cualquiera, solo puedo vender a quien el gobierno me autoriza a vender. Porque es una tecnología de doble uso.”
Aplicaciones civiles: ¿Ese bolso es de Gucci? ¿o una falsificación?
Mucha de la tecnología nacida en su origen para servir a defensa acaba llegando a nuestras vidas tiempo después, como sucedió con la fibra óptica, el GPS o Internet. El principal motivo por el que esta I+D+i aparece primero en el ámbito militar es por la cantidad de tiempo y dinero que es necesario invertir antes de sacarle rédito a un producto, hecho que no todas las industrias se pueden permitir.
Entre las aplicaciones civiles que podrían darse para estos materiales de absorción se encuentran los parques eólicos, que en ocasiones generan un problema al emitir radiaciones electromagnéticas y actualmente no se pueden instalar cerca de aeropuertos, aunque sean lugares óptimos, porque los radares de tierra detectan falsos positivos y los radares de los aviones detectan falsos sistemas de tracking de guiado.
Pero también tiene aplicaciones relacionadas con el mundo de la seguridad, como la identificación de documentos oficiales. O en retail, para detectar por ejemplo, que el bolso de una marca determinada no es una falsificación.
Cienfuegos explica que se podría identificar si algo es real o falsificación integrando ese material incluso en papeles o fibras, porque es tan fino como un cabello humano. “Lo que hace es responder a las señales electromagnéticas que le vienen del exterior. Una de las respuestas, es que anula la señal que le llega, que es el caso del radar. Pero otra respuesta es que ante una señal electromagnética, el material responde con otra cuya respuesta que es única, porque este material es único.” Sin embargo, este tipo de aplicaciones no se está comercializando por el momento.
“Sí hemos tenido contactos interesados desde parques eólicos y el mercado de seguridad es receptivo a este tipo de propuestas, pero por ahora no hemos llegado a nada en particular. Al final más del 90% de nuestros ingresos vienen del mercado militar, y sobre todo en el extranjero, porque en España vendemos relativamente poco en comparación con el mercado externo”.
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