Un tecnófobo aprende a amar su iPhone

En diciembre de 2006 me compré un televisor, el primero de mi vida de adulto. De guiarnos por los estudios clásicos sobre la difusión de la innovación de los años cincuenta, yo era un adoptador tardío, un "rezagado".

La gente me alertó de que el televisor era una ventana al mundo. Lo encendí y el mundo se plantó ante mí. Pero al cabo de unos meses, tenía algo que no era del todo nuevo, a pesar de ser un último modelo de pantalla plana de alta definición de 1 metro.

En septiembre, dos meses después de que saliera al mercado, me compré un iPhone cuando su precio se redujo 135 euros...

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En diciembre de 2006 me compré un televisor, el primero de mi vida de adulto. De guiarnos por los estudios clásicos sobre la difusión de la innovación de los años cincuenta, yo era un adoptador tardío, un "rezagado".

La gente me alertó de que el televisor era una ventana al mundo. Lo encendí y el mundo se plantó ante mí. Pero al cabo de unos meses, tenía algo que no era del todo nuevo, a pesar de ser un último modelo de pantalla plana de alta definición de 1 metro.

En septiembre, dos meses después de que saliera al mercado, me compré un iPhone cuando su precio se redujo 135 euros. Mi antiguo móvil funcionaba bien, y sólo lo usaba para llamar. Ahora, con el iPhone en mano, con música, mensajería e Internet en todo momento en la punta de mis dedos, había pasado a formar parte de la "mayoría temprana", en términos de los estudios de innovación, es decir, el grupo que va un paso por detrás de los que tienen las cosas primero, los adoptadores tempranos.

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n octubre, me instalé en el ordenador el Leopard, el sistema operativo más reciente de Apple, un día después de que saliera a la venta. Lo compré por Internet. Técnicamente, ahora soy un adoptador temprano. Y pasó en un abrir y cerrar de ojos.

En la teoría de la difusión de las innovaciones, basada en un estudio de los hábitos de compra por parte de los agricultores de semillas de maíz híbridas, los adoptadores tempranos eran líderes jóvenes y cultos de la comunidad y se les respetaba como fuente de información. Los rezagados, en el final de la línea de la innovación, eran mayores, no tenían estudios, poseían pequeñas granjas y no se fiaban de los vendedores.

Como tenía ganas de disfrutar ?y de compartir?, las ventajas de ser un adoptador temprano, me fui de compras. Los GPS personales, o mecanismos con sistemas de posicionamiento global que te dicen dónde estás, tienen una gran aceptación. Stephen Baker, vicepresidente de análisis industrial de NPD, que supervisa las ventas de productos, afirma que habían superado en número de ventas a los ordenadores personales.

Pero yo no quiero un GPS. ¿O sí? Baker añade que, entre los adoptadores tempranos como yo, las videocámaras de alta definición y tecnologías como los reproductores DVD Blu-ray también gustan mucho, así como los videojuegos y las consolas, un campo que desconozco.

"Guitar Hero III", un juego que consiste en tocar la guitarra eléctrica, tuvo unas ventas que rondaron en octubre los 25 millones de euros en uno de los tres formatos en los que está disponible, según David Riley, que supervisa las ventas en NPD. Las ventas combinadas podrían alcanzar a las de los televisores de pantalla plana, el aparato electrónico que mejor se está vendiendo.

Tenía la sensación de que estaba retrasándome otra vez hasta que entablé una conversación personal con Riley por teléfono. "Para mí, es una enfermedad, en serio", comentó en referencia a la adopción temprana. "Tengo que tener todo el primero Y no te sé decir la razón". Riley se compró un iPhone por cerca de 400 euros nada más salir a la venta, y no se molestó en solicitar el reembolso que ofreció la compañía cuando, dos meses después, bajaron el precio de cerca de 400 a 270 euros. Tiene dos GPS personales y ya le ha echado el ojo a uno nuevo.

Comenta que el grupo de los adoptadores tempranos suele terminar comprándose aparatos que no funcionan muy bien y por los que pagan un precio excesivo.

Pero Riley, de 39 años, todavía se acuerda del vuelco al corazón que sintió por primera vez a los 14 años, cuando por Navidades le regalaron una Mattel Intellivision, una de las primeras consolas de videojuegos. "Me quedé en estado de shock hasta horas después de haber abierto el regalo", recuerda. Y nunca he dejado de tener esa sensación".

Jason Pontin, redactor jefe de Technology Review, publicada por el MIT, se hacía eco de la euforia de Riley: "Te da una felicidad transitoria", dice respecto a la adopción temprana. "Cuando empecé a utilizar Facebook, la red era bastante pequeña, privada, íntima y gozosa. Era gozosamente nueva, pero a medida que se extendió, mi gozo se fue evaporando. Aún estoy buscando el siguiente".

Pontin afirma que también es consciente de los peligros, o de lo que él denomina costes de oportunidad: "La gente que se compró el iPhone por cerca de 400 euros por ejemplo. Creo que eso es claramente un coste de oportunidad".

Henry Petroski, profesor de ingeniería civil e historia en la Duke University y autor de The toothpick: Technology and culture ("El mondadientes: Tecnología y cultura"), explicaba que la adopción del palillo de dientes se debió a una simple moda. "Se puso de moda quedarse de pie delante de los restaurantes y mordisquear palillos de madera", comenta. "Lo importante no era su función, sino el hecho de tener uno. Los más selectos de la sociedad mordisqueaban palillos, y las mujeres comenzaron a adoptar esta práctica. La mayoría no sabía ni lo que era."

En los años cincuenta, cuando surgió la expresión, a los adaptadores tempranos se los consideraba unos héroes, explica Edward Tenner, un erudito en historia y sociología de la ciencia invitado en la University of Pennsylvania de Filadelfia y autor de Our own devices ("Nuestros propios aparatos"). "Eran ciudadanos modelo y los que mantenían la economía a flote", añade.

Un pionero, me recordaba Tenner, en su sentido original, era el peón que construía las carreteras antes que nadie. Tenner compartió conmigo una anécdota interesante sobre unos conocidos suyos, que se negaban a conducir por razones medioambientales, y eran los amigos los que les llevaban en coche adonde tuvieran que ir. Como rezagados, o "noadoptadores", disfrutaban de las libertades de la aristocracia: los tecnológicamente capacitados les hacían el trabajo.

Lo que significa que, sin un GPS personal, puedo seguir perdido hasta que me encuentren.

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