Starmer celebra el regreso del Reino Unido al programa Erasmus en 2027 como un paso más en el acercamiento a la UE
La matrícula anual para un estudiante comunitario en una universidad británica será de unos 11.000 euros. Ahora pagan el triple
Hubo un tiempo no muy lejano en que la idea de que el Reino Unido regresara a un programa tan simbólico de la Unión Europea como el Erasmus, el popular intercambio de estudiantes universitarios, habría desenterrado el hacha de guerra en la política británica. Los euroescépticos habrían denunciado la traición de la medida y los laboristas se habrían replegado a la defensiva. Este miércoles, cuando el Gobierno de Keir Starmer ha confirmado el acuerdo alcanzado con Bruselas para volver a formar parte del sistema académico, la reacción del Partido Conservador o de la ultraderecha de Nigel Farage ha sido tibia y limitada. Ambos son conscientes de que la movilidad juvenil, aunque se limite de momento al ámbito educativo, es extremadamente popular entre los ciudadanos, incluso entre aquellos que votaron a favor del Brexit.
“Incorporarse al Erasmus es una gran victoria para la gente joven, al romper barreras y ampliar horizontes. Asegura que todo el mundo, sea cual sea su procedencia económica o social, tiene la oportunidad de estudiar y realizar prácticas en el extranjero”, ha celebrado Nick Thomas-Symond, el secretario de Estado británico para la Unión Europea, y el amigo al que Starmer encomendó la tarea de recuperar las relaciones perdidas con Europa después de los agrios años bajo mandato conservador.
“Esto es algo más que viajar. Se trata de adquirir habilidades futuras, éxito académico y el acceso de la próxima generación a las mejores oportunidades posibles”, ha defendido.
La líder del Partido Conservador, Kemi Badenoch, tenía este miércoles la oportunidad de confrontar con Starmer sobre este asunto, durante la sesión de control semanal. Ha decidido ignorar el tema, y dejarlo en manos de su portavoz de Exteriores, Priti Patel, que denunciaba “una nueva traición al Brexit” y un nuevo intento del Gobierno laborista “de arrastrar de nuevo al Reino Unido a estar bajo control de Bruselas”. Lo hacía en X, y sus palabras pasaban inadvertidas en la actualidad de un día centrado en otros asuntos.
Falta de detalles
El Gobierno laborista ha confirmado que la reincorporación al programa Erasmus supondrá que Londres deba pagar a Bruselas cerca de 650 millones de euros en 2027, para que los estudiantes puedan incorporarse al curso académico 2027/2028.
Según fuentes gubernamentales, la cantidad supone un descuento del 30% respecto a la exigencia inicial. Cuando los gobiernos conservadores salieron del programa, uno de los argumentos utilizados fue que su coste era muy elevado para los beneficios que, según decían, se obtenían.
El Gobierno británico se reserva el derecho a revisar el acuerdo, 10 meses después de su entrada en vigor y con los datos de nuevos estudiantes, para comenzar a negociar su incorporación en el plan plurianual de Erasmus.
El acuerdo no se extiende únicamente a estudiantes universitarios. Abarcaría, según algunos de los detalles que han comenzado a conocerse, a todos aquellos que quisieran ampliar sus estudios, realizar prácticas laborales o incluso tareas de voluntariado.
En la actualidad, cualquier estudiante de una universidad pública inglesa debe pagar una matrícula anual de unos 10.850 euros, aproximadamente. El programa de préstamos del Gobierno financia ese coste, que los alumnos solo deben devolver una vez que se incorporan al mercado laboral y consiguen una cantidad salarial mínima, además de gozar de buenas condiciones de interés.
Un estudiante extranjero que quiera estudiar en una de estas instituciones británicas debe pagar ahora al menos el triple de esa cantidad.
Con el acuerdo alcanzado entre Londres y Bruselas, los universitarios británicos que quieran estudiar en el continente deberán seguir pagando su matrícula anual en el centro donde cursan estudios. En el caso de los comunitarios que quieran viajar al Reino Unido, su matrícula tendrá el mismo precio que pagan los estudiantes británicos (10.850 euros).
El precio es muy elevado para los estudiantes europeos. Eso explica en parte que una gran cantidad de ellos, durante los años en que el Reino Unido participaba en el Erasmus, eligieran universidades como las de Glasgow o Edimburgo. Escocia, a diferencia de Inglaterra, tiene un sistema de gratuidad muy similar al del continente. Sus instituciones académicas son prestigiosas, el coste de la vida es más barato que en Londres u Oxford, y ofrecen una educación en inglés, el factor más atractivo para los aspirantes a viajar.
Durante el curso académico 2018/2019, el último en el que participó el Reino Unido en Erasmus antes del Brexit, unos 18.300 estudiantes británicos viajaron al continente, frente a los 30.000 comunitarios que viajaron a la isla.
Ese era el argumento esgrimido por los gobiernos conservadores, que señalan una pérdida neta para el Reino Unido. Sin embargo, los defensores del esquema —empezando por las propias universidades— han señalado siempre la economía de escala que generaban esos intercambios, y los beneficios académicos, sociales y de relaciones personales que se perdieron con el abandono del programa.
El entonces primer ministro, Boris Johnson, impulsó un programa alternativo de intercambio bautizado como el Esquema Turing, en homenaje al científico que descifró el código Enigma que los alemanes utilizaban para sus transmisiones en la Segunda Guerra Mundial. Con un presupuesto de casi 130 millones anuales, el programa nunca alcanzó la popularidad ni el éxito en término de número de estudiantes que había tenido Erasmus.
Keir Starmer se ha propuesto realizar un acercamiento gradual a la UE que repare los destrozos causados por el Brexit, sin plantearse la reincorporación al club, el ingreso en su espacio aduanero común o la recuperación de la libertad de movimiento de personas. Todos esos pasos resucitarían la guerra política en la se vio inmerso el Reino Unido durante la segunda mitad de la pasada década.
Pero Londres ha firmado un tratado bilateral con Bruselas que ha sido celebrado por ambas partes como el reinicio de las relaciones, y que prometía entre otras cosas un nuevo esquema de movilidad juvenil todavía por concretar. El primer paso, uno de los más deseados por toda una generación de estudiantes, ha llegado con la reincorporación al Erasmus.