Tirar toallitas al váter: la amenaza de un gesto cotidiano
Canal de Isabel II retira más de 30.000 toneladas de residuos al año. La prevención (y la concienciación) ciudadana es la única solución definitiva
El gesto parece inofensivo: la toallita húmeda que, tras tirar de la cadena, desaparece en el remolino del inodoro. Pero ahí comienza un viaje con consecuencias catastróficas: atascos en las tuberías, en la bajante del edificio, alcantarillas bloqueadas, colectores colapsados y toneladas de residuos contaminantes que pueden terminar vertidos al cauce de los ríos.
En 2024 las depuradoras de Canal de Isabel II retiraron 33.000 toneladas de desperdicios sólidos, que equivalen a más de cuatro kilos por habitante. Desde 2018, cada año la cifra recogida ronda o supera las 30.000 toneladas. Un verdadero desastre para el que tratan de poner medios con mallas, rejas y sistemas de contención en toda la red de saneamiento; una solución que, sin embargo, es siempre parcial. La prevención es la clave: el váter no puede emplearse jamás como una papelera.
El monstruoso enemigo del drenaje urbano
El papel higiénico se degrada, se disuelve en el agua. Las fibras de las toallitas húmedas, no. Ni siquiera esas que en sus envases advierten de su biodegrabilidad, pues se trata de un proceso de años que no alivia el problema que ocasionan. Toallitas, compresas, bastoncillos, preservativos, algodones y trapos se han convertido en amenazas críticas para las infraestructuras hidráulicas, al enmarañarse y formar ovillos que se adhieren a las paredes de las tuberías y provocan obstrucciones.
El viaje de una toallita
Las fibras de las toallitas arrojadas al inodoro no se disuelven en agua. Son la principal causa de atascos.
Se enmarañan y adhieren a las paredes de las tuberías, provocando averías en casas y edificios.
Luego pasan al alcantarillado. El subsuelo de la Comunidad de Madrid está recorrido por una red de 16.000 km.
Si las lluvias y los residuos sólidos saturan la red, el excedente se evacúa directamente a los cauces a través de los aliviaderos.
Para detener el flujo de los residuos, se han instalado rejas y mallas. En 2024 se retiraron 2.000 toneladas de estos aliviaderos.
Antes de verter a los ríos, el agua de la red de saneamiento pasa por la depuradora: en 2024 se retiraron más de 33.000 toneladas de residuos.
Toda esta contaminación se evitaría si las toallitas —y el resto de productos de higiene íntima— se tiraran a la papelera.
Primero afectan a los conductos de los propios edificios, luego a los colectores municipales y, finalmente, a los sistemas de bombeo. En muchos casos, los operarios deben resolver los atascos en rejillas y bombas hidráulicas que quedan inservibles, una acción que comporta un riesgo físico para los trabajadores, además de un alto coste económico. La Asociación Española del Agua Urbana (DAQUAS) ha estimado que el tratamiento de estos residuos aumenta los gastos de mantenimiento entre un 10% y un 15%, lo que se traduce en unos 230 millones de euros anuales en toda España.
Solo en la Comunidad de Madrid, Canal de Isabel II invierte más de cinco millones de euros al año en esta lucha: limpieza de bombas, retirada y transporte seguro de residuos, tasas de vertedero y reposición de los equipos dañados. “Es una factura millonaria que podríamos evitar si cada ciudadano depositara las toallitas en la papelera”, explican desde la empresa pública.
Solo en la Comunidad de Madrid, Canal de Isabel II invierte más de cinco millones de euros al año en esta lucha: limpieza de bombas, retirada y transporte seguro de residuos, tasas de vertedero y reposición de los equipos dañados
Una red subterránea de 16.000 kilómetros
El subsuelo madrileño esconde una red de saneamiento de más de 16.000 kilómetros, un laberinto de túneles por el que circulan tanto las aguas residuales de los hogares e industrias como las pluviales que se recogen durante las tormentas. Cuando llueve con intensidad, el sistema se ve obligado a aliviar el exceso de caudal directamente a los cauces naturales.
Ahí surge otro riesgo: si la red está cargada de residuos sólidos, estos pueden llegar a los ríos sin depurar. En esos casos, las mallas, rejas y el resto de sistemas de contención instalados en los más de 300 aliviaderos existentes en la región cumplen el papel de mitigar las consecuencias del vertido. Pero los técnicos son claros: estas medidas son paliativas, no preventivas.
Dudas frecuentes
Productos de higiene íntima que no pueden tirarse al inodoro
Toallitas
Tampones
Preservativos
Compresas
Bastoncillos
Los otros enemigos de la red de alcantarillado
Colillas
Chicles
Papeles
Latas
Bolsas
Bolas de pelo
Recuerda
Al váter, solo el papel higiénico.
Amenaza medioambiental
Una mañana, un día, una semana de lluvias intensas. Las marañas de toallitas, de colillas, chicles, papeles, botellas, latas, envoltorios o de bolsas para las deposiciones de las mascotas arrastradas por el torrente obstruyen de pronto el alcantarillado y los sistemas de bombeo. En episodios de tormenta, si la red alcanza su límite, el agua residual, sin tratamiento ni proceso, puede terminar en ríos y arroyos. Un impacto que no se detiene en los propios cauces: los microplásticos de los productos de higiene acaban incorporados al ciclo natural del agua. La imagen de una toallita flotando en la superficie de un río o un lago no es una anécdota: es el reflejo de un sistema desbordado a causa del mal uso y el incivismo cotidiano.
Está en nuestra mano
Inculcar conciencia, evitar que lleguen esas miles de toneladas de deschos a la red de saneamiento: ahí apunta el propósito de la campaña que ha lanzado Canal de Isabel II, titulada Encesta las toallitas en la papelera. A través de vídeos, anuncios y acciones la iniciativa busca recordarnos que erradicar la contaminación de los ríos es una responsabilidad común, que una papelera puede suponer un cambio definitivo en esta pelea. El lema, sencillo y visual, apela a la acción cotidiana: jugar limpio.
La campaña que ha lanzado Canal de Isabel II, ‘Encesta las toallitas en la papelera’ pretende inculcar conciencia y evitar que lleguen esas miles de toneladas de deschos a la red de saneamiento
En un contexto donde las infraestructuras públicas trabajan al límite, la prevención ciudadana es la herramienta más poderosa. “Los sistemas de retención y las depuradoras son el último escudo”, señalan desde Canal, “pero el verdadero cambio empieza en casa, con cada descarga del inodoro”. Porque cada euro invertido en retirar residuos sólidos del alcantarillado es un euro que no se dedica a mejorar infraestructuras, digitalizar la red o reforzar la vigilancia de los cauces. Y, sobre todo, es la evidencia de que la tecnología no puede suplir el comportamiento ciudadano.
En un momento en que las ciudades aspiran a ser más resilientes y sostenibles, el cambio empieza por lo pequeño. No arrojar una toallita al váter es, quizá, el gesto más sencillo —y más efectivo— que puede realizar un ciudadano para proteger un sistema esencial que trabaja, silenciosamente, bajo sus pies.