El aparato que vale 3.000 euros, promete mejorar la longevidad y no ha demostrado alargar la vida ni en ratones
Los científicos cuestionan las afirmaciones de la empresa que comercializa Biow. Facua y OCU lo consideran un “producto milagro” y denuncian su publicidad ante los ministerios de Sanidad y Consumo
Un grupo de personas mayores asiste a una charla en Jaén. “Este es un producto de alta gama que alarga la longevidad y regenera tus células mientras duermes”, les dice la comercial. El aparato se denomina Biow, cuesta casi 3.000 euros y promete convertir tu dormitorio “en una cámara bioenergética antioxidante” y “mejorar la longevidad” con unos resultados “avalados por la ciencia”. Pero no es así.
Facua y OCU, las principales asociaciones de consumidores, han denunciado ya esta publicidad ante los ministerios de Sanidad y Consumo, que ya la investigan, mientras la mayoría de las instituciones mencionadas en sus folletos —COE, Clínica Universidad de Navarra, UCAM— niegan que avalen científicamente el invento y admiten que solo hacen referencia a su uso. La empresa defiende que su objetivo es “conseguir que todas las personas mejoren su salud simplemente respirando mientras duermen, sin ningún efecto secundario, sin químicos”.
El aparato se da a conocer sobre todo en centros sociales y asociaciones, donde suele haber un público de más de 60 años. Los comerciales ofrecen incentivos por convencer a más gente: si lo compran cuatro personas, al organizador de la charla le regalan uno. “A la casa que llega les mejora la vida”, les cuentan.
Biow tiene registrada una patente como “generador de plasma atmosférico frío y equipo respiratorio para la estimulación de la regeneración celular para seres vivos”. Promete convertir el dormitorio en una “cámara antioxidante”, que “reduce el estrés oxidativo”. Para ello, se basa en la creación de aniones, átomos con carga eléctrica negativa que entran en el organismo a través de la respiración.
Según sus creadores, al dormir en una habitación donde la máquina esté en funcionamiento, estas partículas “se acumulan en los fluidos corporales, donde se estabilizan cuatro o cinco semanas, conservando su carga eléctrica, y se distribuyen por los tejidos, alcanzan las células y se incorporan a la cadena respiratoria mitocondrial”.
Lo que denominan “efecto Biow” incrementa la “energía biológica”, la síntesis de proteínas y disminuye la oxidación celular. Para hacer estas afirmaciones se basan sobre todo en un estudio en humanos y dos en ratones publicados por investigadores de la Universidad de Oviedo y de la UCAM, a la que Biow patrocina.
En el primero participaron 58 personas, en las que se detectaron mejoras en algunos parámetros celulares. Lo mismo sucede con los roedores, que tras exponerse a aire enriquecido por la máquina, mostraban modificaciones potencialmente positivas para la salud.
Según Salvador Macip, catedrático de Medicina Molecular en la Universitat Oberta de Catalunya y en la Universidad de Leicester y experto en longevidad, entre las afirmaciones de Biow en su dosier científico, de 146 páginas, “hay una mezcla de datos aún no publicados con datos preliminares de otros laboratorios que validan la idea básica, pero no el efecto de la máquina”. Los artículos en los que se basa, advierte Macip, están todos publicados “en una revista del grupo Frontiers, que tiene una reputación por lo menos dudosa, ya que se los ha acusado de ser una editorial predadora, que publica básicamente por el dinero”.
“Demuestran cambios en ciertos parámetros, es cierto, si te crees los datos, pero no su efecto en la salud de las personas. Un poco prematuro para vender la máquina”, considera Macip. En otras palabras: aunque los cambios celulares sean prometedores, no hay una demostración científica de que los usuarios de la máquina tengan beneficios reales en su salud, y mucho menos en la longevidad, para lo cual se necesitarían estudios a muy largo plazo.
Beneficios no demostrados
En conversación telemática con EL PAÍS, los responsables de la empresa esgrimen que todos los cambios que han registrado en las células hacen suponer estas mejoras en la salud, ya que tienen una correlación directa. Pero en ciencia hay cientos de estudios que muestran mejoras en ciertos parámetros que luego no se traducen en un beneficio real. Es posible que los haya, pero con rigor científico no se podría decir que está demostrado.
También alegan las mejoras vistas en ratones. Pero ni siquiera en roedores han conseguido demostrar que se les alargue la vida, como sí ha sucedido en muchos otros experimentos científicos que luego no se han podido trasladar (o al menos, no todavía) a humanos. Un reciente análisis mostró que solo un 5% de las intervenciones terapéuticas probadas en animales son finalmente aprobadas en personas.
Al no ser oficialmente un medicamento ni una tecnología sanitaria, lo cierto es que no tiene por qué demostrar todo esto y que su estrategia comercial se apoya en estos resultados y en las sensaciones que sus usuarios reportan. Según ellos, se produce con el uso de la máquina un 81% de reducción de ronquidos, un 77% de mejora del sueño, un 80% de reducción de dolor de cabeza, un 75% de mejora de la respiración, un 80% de reducción de ritinis y mucosidad y un 71% de mejora de la energía física, basándose en las opiniones de 271 clientes.
Todo esto no está publicado en ninguna revista científica. Si se tratase de un medicamento (que no lo es), debería probarlo con ensayos clínicos de (al menos) decenas de personas con dos grupos, uno que usase la máquina y otro con una idéntica que realmente no funcionase, para comprobar si estas supuestas mejoras responden al efecto placebo.
Antonio Ayala, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Sevilla, advierte de que muchas veces estudios de laboratorio que son correctos no implican una mejora de salud real. “Cuando hablan de la ciencia seguramente sí hay base, pero no han probado que en humanos funciona”, dice Ayala, que piensa que los consumidores están tan ávidos de productos antienvejecimiento que muchas veces se hace de ellos un marketing que va más allá de la realidad.
“Sabemos que el 92% de los usuarios notan efectos positivos en el primer mes. Y queremos ser absolutamente honestos, nosotros decimos a todo el mundo que compre Biow, que tiene un mes para probarlo y para ser consciente de sus mejoras. Y si no notas que nada bien, o cambia de idea, no tiene que dar ninguna explicación. Recogemos la máquina y no paga ni un euro, ni un gasto de transporte”, dice Pedro Llana, CEO de la empresa, que asegura que su intención es mejorar la salud de las personas y “llegar a todo el mundo”. Según Llana, su aparato lo usan deportistas como Lionel Messi, Cristiano Ronaldo, las plantillas de Barcelona y del Madrid, y los futbolistas “están encantados”.
La compañía ha sido beneficiaria del programa PINT de ayuda para la Promoción Internacional y la diversificación de los mercados de las empresas del Principado de Asturias con el objetivo de posicionar su producto Biow en diferentes mercados. Para ello, su plan de internacionalización está basado principalmente en la protección de la propiedad industrial de su tecnología en países clave de regiones en todo el mundo durante el año 2024.
Avales científicos dudosos
El folleto de Biow señala que “sus resultados están avalados por la ciencia, a través de múltiples investigaciones realizadas con instituciones de máximo prestigio”. Y justo después muestra los logos de la Universidad de Oviedo (Uniovi), Clínica Universidad de Navarra (CUN), Universidad Católica de Murcia (UCAM), Comité Olímpico Español (COE) y Frontiers. Añaden una frase de Alejandro Blanco, presidente del COE: “Biow mejora tu rendimiento deportivo y tu recuperación”.
Una portavoz del COE responde: “Esa frase no corresponde a ninguna declaración oficial de nuestro presidente. Ya hemos pedido a la empresa revisar sus materiales para evitar posibles malentendidos”. Y añade: “El Comité Olímpico Español mantiene con Biow una relación circunscrita exclusivamente a un contrato de patrocinio […] El COE, como institución, no emite avales científicos, y cualquier uso de su imagen debe responder únicamente a los términos de patrocinio establecidos”.
Mientras, la universidad murciana señala: “Mantenemos desde hace años la Cátedra Ucam-Biow de Medicina Regenerativa Avanzada, cuyo objetivo es el desarrollo de proyectos de investigación conjunta en el ámbito de la biomedicina. No obstante, la UCAM no ha avalado ningún dispositivo comercial. La existencia de una cátedra con la empresa no implica en ningún caso un aval institucional a sus productos, sino únicamente una colaboración académica y científica en áreas concretas de investigación”.
La CUN apunta que “cuenta con unidades de este aparato para la purificación del aire en sus instalaciones” y “los estudios realizados para comprobar su efectividad han demostrado que purifica el aire de bacterias y de hongos”. Además, “se ha llevado a cabo un estudio para medir su impacto en la calidad del sueño, en el que se obtuvieron resultados positivos, pero se requieren más investigaciones para su confirmación”. Sin embargo, reconocen que no han publicado todavía artículos científicos sobre ninguno de los dos aspectos.
Mientras, Uniovi señala que sus investigadores sí han publicado tres artículos en los que aparece el aparato. “Es importante recalcar que la labor de nuestros científicos se limita a llevar a cabo trabajos de investigación, que nada tienen que ver con la comercialización y venta del producto”, dice una portavoz.
Denuncias de asociaciones de consumidores
“Creemos que hay elementos suficientes para que se incoe un expediente sancionador a la empresa, la publicidad es una tomadura de pelo y no puede salir gratis hacer algo así”, explica Rubén Sánchez, portavoz de Facua, cuya organización ha enviado una denuncia sobre Biow al Ministerio de Sanidad, al que acusa de pasividad por no sancionar este tipo de anuncios. Este departamento les ha respondido que no considera que sea su competencia, ya que no es un medicamento o un producto sanitario, sobre los que sí podría actuar. “Nos parece una dejación de funciones muy grave por parte del ministerio de Mónica García”, continúa.
Algo similar cree la OCU. “No podemos valorar el producto en sí mismo, pero sí la información que proporciona el fabricante en su web, con base a la cual nosotros no recomendaríamos la adquisición de dicho producto, ya que no consta evidencia científica sólida que demuestre que el producto aporte beneficio clínico alguno o mejore ninguna variable de salud relevante”, señala su portavoz, Ileana Izverniceanu.
La organización de consumidores cree que este aparato “podría considerarse como un producto con pretendida finalidad sanitaria (o “producto milagro”), puesto que alude a propiedades terapéuticas incumpliendo lo establecido en el real decreto 1907/1996 sobre publicidad y promoción comercial de productos con pretendida finalidad sanitaria”. Por eso, lo han denunciado ante la Comunidad de Madrid, que lo está estudiando.
Consultados por EL PAÍS, los ministerios de Sanidad y Consumo explican van a estudiar el caso y, si incumple la normativa, evaluarán cómo poder actuar para la correcta defensa de los derechos de la ciudadanía.