Habla la víctima del caso de abusos en Perú usado contra el Papa, y confirma que su abogado la utilizó: “Su intención nunca fue ayudarnos”
Ana María Quispe asegura a EL PAÍS que la Iglesia pone trabas para pagarle el psicólogo y que el acusado elude el proceso al dejar el sacerdocio. León XIV da su versión por primera vez: “Ha habido mucha manipulación del caso”
EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene ...
EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.
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Ana María Quispe, peruana de 29 años, es una mujer rota. Además de las agresiones sexuales que denunció en la diócesis de Chiclayo (Perú) en 2022, cuando Robert Prevost era allí obispo, luego se vio en el centro de una tormenta mediática mundial, por las acusaciones al futuro Papa de no haber actuado correctamente. En realidad, fue víctima de una campaña de desprestigio contra León XIV, tal como relató este periódico en su investigación del caso. Ahora habla con EL PAÍS —es la primera vez que lo hace con un medio europeo tras la elección del Papa— y confirma que el abogado canonista que asumió su defensa, el sacerdote peruano Ricardo Coronado, la utilizó a ella y a las otras dos víctimas que denunciaron abusos: “Terminó muy mal. Lo que sabemos es que su intención nunca fue ayudarnos. Tenía sus propios intereses, eso lo tenemos clarísimo. ¿Cuáles eran? No tenemos idea. ¿Queremos saberlo? Tampoco, porque realmente nos asusta”, dice Quispe.
Esta víctima se vio lanzada a algo más grande que ella. El caso de Chiclayo fue utilizado contra Prevost por sectores ultraconservadores en una campaña que intentó incluso que no fuera elegido papa. El motivo, el trabajo del futuro pontífice en Perú contra el Sodalicio, poderosa organización con rasgos de secta acusada de decenas de abusos. En junio, en conversación con este diario, el letrado rechazó las acusaciones de haber participado en una campaña. Coronado, con amistades en esta entidad, acabó siendo expulsado del sacerdocio por el Vaticano en diciembre de 2024 por delitos sexuales.
Pero pasado el huracán mediático, las víctimas siguen como estaban, o peor. En varios momentos de una conversación de dos horas por videollamada desde Lima, Quispe no puede evitar el llanto. Dos años y medio después de su denuncia, sigue siendo muy crítica con la manera en que la Iglesia ha llevado su caso.
Cuenta que Prevost, que dejó la diócesis un año después de su denuncia, en abril de 2023, las atendió bien. Pero relata que luego el proceso ha sido desesperante y una nueva victimización. Quispe cree que después el futuro papa no hizo nada ―aunque el Vaticano explica que abrió una investigación―, o al menos que nadie informó nunca a las víctimas de lo que la Iglesia estaba haciendo. León XIV, por su parte, acaba de hablar por primera vez del caso en un libro y admite que se volvió “más complicado” tras su traslado y la demora del proceso “lo ha hecho muy doloroso”. “Sinceramente me siento muy mal por ello”, reconoce. Por otro lado, también señala que “ha habido mucha manipulación del caso, lo que ha causado un dolor aún mayor”.
Pero Quispe revela además una última sorpresa: las tres víctimas fueron convocadas otra vez en abril y el actual obispo de Chiclayo les informó de que el cura acusado, Eleuterio Vásquez, ha pedido el cese del sacerdocio, con lo que ya no habrá proceso. Quispe denuncia que, cinco meses después, ni siquiera eso se ha resuelto, y nunca ha llegado una carta de perdón pública que les prometieron como última consolación.
Afirma también que la diócesis les ha puesto problemas en el reembolso de los gastos de tratamiento psicológico. Alega que no puede aceptar como justificante declaraciones juradas, solo facturas. Incluso les han reñido por ello, según consta en una de las cartas a las que ha accedido este diario. Un responsable de la diócesis les advierte que están haciendo un “enorme esfuerzo” para sufragar sus gastos y que les pagarán “solo presentando documentos apropiados y legítimos”. “Me comunican de la contabilidad del Obispado de Chiclayo que no habrá ningún depósito más, si este no se justifica con el requerimiento solicitado”, avisa el responsable de la diócesis. Quispe está indignada: “Si la diócesis está haciendo un enorme esfuerzo para costear estos gastos, que se lo hagan saber a los abusadores sexuales y no a nosotras”.
Cómo actuó el Papa: “Me dijo que me creía”
Quispe asegura que los abusos estuvieron enterrados dentro de sí misma durante años. No fue hasta después de tener a su hija que los recordó, cuando tuvo que dejarla para volver a trabajar. “Pero se me hacía imposible y no sabía por qué. Entonces, profundizando en mis pensamientos, se me viene a la cabeza esto que pasé de niña con Ricardo Yesquén. Y se me viene el cargo de conciencia de: ‘Ahora que tu hija es pequeña, recién piensas que le puede pasar a ella, y por eso piensas en hacer algo. Te callaste tanto tiempo, y probablemente le ha pasado a muchas niñas”. Según denunció luego, Yesquén, sacerdote, abusó de ella en 2005 cuando tenía nueve años: le dio besos en la boca introduciendo la lengua.
Era 2020 y Quispe habló de ello por primera vez con Prevost, un detalle poco conocido hasta ahora, pues solo se sabía que le contactó en 2022. Iniciaba la cuarentena por covid en Perú, así que hablaron por teléfono. Dice que el ahora papa León XIV le “pidió perdón en nombre de la Iglesia”. “Me dijo que me creía y me motivó a denunciar. Me dijo que si era necesario, él me iba a acompañar. Me dijo que lo pensara”, recuerda. Sin embargo, el cierre por el coronavirus la disuadió.
En 2022 volvió a pensar en ello. Entonces destapó otro recuerdo, de otro abuso que sufrió de niña a manos de Eleuterio Vásquez, párroco de Eten, conocido como padre Lute. Según cuenta Quispe, cuya familia estaba muy involucrada con la Iglesia, en 2007 se fue a un viaje con Vásquez, quien la tocó mientras dormía, abrazándola: “Pero en ese momento yo solo pensé que fue algo que no pasó. Que él quería protegerme, que era como un tío y ya”. Hablando con personas de su entorno, descubrió que lo mismo le había pasado a otras dos mujeres, entre 2005 y 2009, cuando tenían entre 9 y 13 años.
Críticas a la Iglesia: “Me tomaron el pelo por completo”
Las tres decidieron denunciar, y en abril de 2022 se reunieron con Prevost. “Teníamos mucha vergüenza, porque como católicas, veíamos que Lute hacía tanto bien”, recuerda Quispe. Según ella, el entonces obispo les pidió perdón en nombre de la Iglesia y las motivó a denunciar civilmente. “Él dijo: ‘Así como hace tanto bien, también tiene el poder de hacer tanto daño por la gente que se les acerca. Entonces me da mucha pena por Lute porque tenemos proyectos y porque Lute congrega incluso más gente que yo, pero claro, eso le da el poder de hacer gran daño, y lo que ustedes están haciendo ayuda a la iglesia, a limpiar la iglesia”.
Sobre Vásquez, Prevost aseguró que le pediría que dejara la parroquia; sobre Yesquén, afirmó que estaba muy enfermo (sufría una enfermedad degenerativa) y ya no estaba cerca de la gente. “De esa reunión con monseñor Prevost, salimos como, ¡wow! En la iglesia sí nos pueden ayudar. En la iglesia nos escuchan, sí se puede hacer algo”, recuerda Quispe.
Pero a partir de entonces, lamenta, todo fue cada vez más decepcionante. Fueron enviadas al centro de escucha de la diócesis, donde les ayudó un sacerdote estudiante de psicología. Quispe admite que en aquel momento les resultó de mucha ayuda, pero ahora considera que no fue suficiente. Se queja de que el acompañamiento que recibió, lejos de ser psicológico, fue más bien espiritual. “Ahora, en 2025, una entiende que fue súper ingenua e ignorante. Me tomaron el pelo por completo en ese entonces”, apunta.
Quispe sostiene que Prevost nunca abrió una investigación sobre las denuncias, aunque el Vaticano ha asegurado que sí lo hizo. Luego el futuro papa dejó la diócesis y cuatro meses más tarde, en el verano de 2023, la investigación se archivó de forma provisional. Quispe asegura que nunca supo de nada de esto ni le informaron. “No nos dijeron nada, nada de ninguna investigación en la Iglesia”, defiende. Pero al saber que el padre Lute seguía dando misa, decidió hablar del caso en sus redes sociales y todo salió a la luz. La diócesis de Chiclayo entonces reabrió el caso y envió de nuevo el expediente a Roma, donde sigue abierto.
Un abogado con “sus propios intereses”
Después de hablar de los abusos en redes sociales, Quispe reconoce que pasó unos meses muy duros. “Estuve muy mal. Porque yo empecé a recibir también muchas denuncias contra Lute. Muchos casos asquerosos. Fue muy fuerte. Muchos ataques también”, cuenta. La joven dice que quedó aislada, sin amigos, pues su vida social estaba dentro de la Iglesia.
También tuvo muchos problemas de salud: “Me enfermaba mucho. He sufrido de migrañas incapacitantes. O sea, estaba solo en mi cama, me recuperaba tres días y luego en mi cama una semana, dos semanas”. Entonces conectó con Coronado, abogado canonista que le recomendaron y que resultó estar muy interesado en su caso y en el obispo de Chiclayo, que en realidad era un viejo conocido suyo: “Me dijo que él había investigado muchos casos y me iba a ayudar. Que Prevost estaba envuelto en muchas cosas, pero que me iba a ayudar”.
EL PAÍS ha publicado que Coronado, exagustino peruano que dejó la orden en 2001, tenía amistades con miembros del Sodalicio. En ese momento, la organización estaba siendo investigada por el papa Francisco, con ayuda de Prevost, que en Perú se había implicado personalmente en la defensa de sus víctimas. Coronado entró en escena en un momento crítico del Sodalicio, que veía peligrar su propia existencia ―de hecho acabó siendo disuelto por Francisco en enero de 2025― y utilizó el caso, con ayuda de medios digitales ultraconservadores, para atacar a Prevost con la acusación de que lo había encubierto.
Quispe cuenta que se sintieron presionadas por el abogado. Fue quien gestionó que salieran en un programa de televisión e impulsó la idea de que Prevost había encubierto los abusos. La escritora estadounidense Elise Ann Allen, que también habló con esta mujer, cuenta en su biografía del Pontífice, León XIV: ciudadano del mundo, misionero del siglo XXI, que Quispe sentía que Coronado quería que las víctimas “hicieran todo del modo más rápido posible, y tuvieron la sensación de que no sabían por completo lo que estaba sucediendo”.
Allen también sostiene que Coronado, de perfil ultraconservador, actuó por un “profundo rencor personal” contra Prevost desde los años noventa, por sus “diferencias ideológicas” en los agustinos. Veía a la orden como demasiado cercana a postulados progresistas y a la teología de la liberación.
El abogado empezó a tratar a las víctimas mal, cuenta Quispe, acosándolas y culpándolas de la reacción negativa que estaba recibiendo. Al final, decidieron cortar la relación con él. “Su intención nunca fue ayudarnos. Tenía sus propios intereses”, concluye.
La versión de León XIV: “Han sido victimizadas y revictimizadas”
También el propio León XIV acaba de hablar por primera vez sobre el caso, en la primera entrevista que concede, incluida en el libro de Allen: “Intento comprender y estar cerca de las personas que vienen y me dicen que han sido víctimas de una u otra forma, y traté de hacer eso en este caso. (...) Traté de explicarles lo que hago con todas las víctimas en términos de sus derechos, en términos de una cierta empatía y de escucharlas. No sé si alguna vez he escuchado un caso en el que no creyera a la víctima. Tengo que decirlo, porque cuando hablas con la gente y sabes que están sufriendo, ese sufrimiento viene de algún lugar. No es inventado. Y se lo dije desde el principio, que les creía, y les ofrecí diferentes tipos de apoyo, incluyendo apoyo psicológico y legal”.
Prevost reconoce en el libro que estos procesos “son muy lentos”. “Este proceso en particular se ha vuelto más complicado, porque no mucho después de que ellas presentaron sus acusaciones, yo fui trasladado de la diócesis. La cantidad de tiempo en que ha transcurrido todo este proceso lo ha hecho muy doloroso. Sinceramente me siento muy mal por ello. Pero en medio de todo esto, como se ha conocido, ha habido mucha manipulación del caso, lo que ha causado un dolor aún mayor a muchas personas, pero principalmente a ellas. Lo siento mucho por eso”.
Es más, Prevost reconoce en la entrevista que en los días del cónclave le preocupó la campaña mediática contra él. Al preguntarle si pensó que podía ser papa, responde: “Había algunos rumores. Pero también pensé en el caso por el que me preguntabas antes [las denuncias en Chiclayo], que era una preocupación para algunos de los otros cardenales, si este tema de abuso sexual iba a ser un problema”.
El Papa concluye con una reflexión sobre las denunciantes: “Han sido victimizadas y revictimizadas. Para ellas, ha sido difícil tener que soportar esto durante varios años, que el proceso se haya vuelto tan público, lo que la diócesis no quería, pero las circunstancias alimentaron esto... (...) Nada de eso, en mi opinión, ha ayudado a las víctimas, no ha ayudado a la Iglesia, pero desafortunadamente, ese ha sido el caso”.
La última sorpresa: el cura acusado deja el clero
Quispe cuenta que se reunió en enero de este año con el nuevo obispo de Chiclayo, Edinson Edgardo Farfán, nombrado en 2024. “Y me dijo, ‘¿qué es lo que quieres que hagamos?’“. Y le respondió: ”¡Tienes un pedófilo ahí! ¿Cómo te tengo que decir? Tú dime qué es lo que vas a hacer con ese pedófilo que tienes ahí”.
Según Quispe, Farfán la invitó a denunciar otra vez ante la Iglesia y le aseguró que esta ocasión sería diferente. La cita fue el pasado 23 de abril, pero cuando las víctimas acudieron, les informaron de que el padre Eleuterio había pedido dejar el sacerdocio. Por tanto, les dijeron, no había nada más que hacer porque ya no sería parte del clero. “Les preguntamos si ahí se quedaba todo, y nos dijeron que esa es la pena máxima”, recuerda.
Quispe asegura que en la reunión le dijeron que el padre Lute no había reconocido los hechos, pero había argumentado que no consideraba que fueran un delito. “Entonces no es que no haya confesado los hechos”, defiende Quispe. “Sí los ha confesado, pero dice que no los considera un delito. (...) No creo que crean que ponerle el miembro a una persona, a un niño, sea algo normal, que sea algo para pasarlo como un pecado y ya está”, señala.
La diócesis les indicó que el proceso de cese del padre Lute tardaría meses, se comprometió a emitir después una carta de perdón pública a las víctimas y a costear sus gastos psicológicos, según confirman cartas de la diócesis entre junio y septiembre de este año. Han pasado cinco meses, la suspensión del cura se sigue tramitando y las víctimas aún no han recibido la disculpa. “Me parece que al menos debería existir una carta de perdón de manera pública, por los malos procesos desde el inicio y por las expresiones públicas que han hecho”, concluye Quispe.