La posibilidad de un futuro
Un 27% de las niñas que crece en mitad de conflictos armados vive con miedo constante a la violencia sexual, casi seis de cada diez viven con angustia y más de la mitad tienen que dejar de estudiar
“Cada vez son más las niñas que se casan, que abandonan la escuela, que sufren violencia sexual, que se ven obligadas a tener un bebé, y lo hacen para obtener protección de su pareja”. Estas son las palabras de Ikome, una chica de 16 años de Camerún, que describen la situación de las niñas en su país, sumido en una crisis prolongada desde hace décadas. Pero podrían ser las de millones de niñas, adolescentes y mujeres jóvenes atrapadas en conflictos en todo el mundo.
En 2023, el mundo alcanzó el pico más alto de conflictos activos desde la II Guerra Mundial: 56, y 92 países involucrados. A los prolongados y prácticamente olvidados como Filipinas, Etiopía o Camerún, se suman los que han estallado en los últimos años en Ucrania, Sudán y hace tan solo un año en Gaza, extendiéndose ahora al Líbano. Se estima que, a lo largo de 2024, 300 millones de personas necesiten ayuda humanitaria con estos enfrentamientos armados como una de las principales razones, su impacto es devastador en la población civil y, especialmente, en la infancia, la adolescencia y la juventud; y niegan a toda una generación una infancia normal, feliz y segura, y la posibilidad de un futuro.
Millones de niñas y jóvenes viven atravesadas por una violencia cotidiana: desde los disparos y las bombas a los secuestros y la violencia sexual, pero también el hambre, la falta de refugio y agua potable, y la interrupción de su educación. Por eso, este año en el Día Internacional de la Niña, desde Plan International ponemos el foco en qué significa ser niña y mujer joven en mitad de conflictos armados.
Nuestro nuevo informe, Still we dream: niñas y mujeres jóvenes en situaciones de conflicto, elaborado a partir de casi 10.000 encuestas a niñas, niños y jóvenes en 10 países en esta situación, examina las dimensiones de género de los combates: enfatizando en particular las necesidades y los derechos de las niñas y las mujeres jóvenes que, en tiempos de guerra, y en tiempos de paz y abundancia, a menudo se pasan por alto.
La violencia, la interrupción educativa y la pérdida de medios de subsistencia y angustia emocional que generan tienen impactos diferentes para las niñas, los niños y los jóvenes, y en cómo esto afectará a sus vidas en el futuro. Desde Gaza y el Líbano a Sudan, de Filipinas a Colombia, muchas de las experiencias de la infancia que crece en mitad de conflictos son compartidas. Cuando estallan, la vida cotidiana —asistir a la escuela, acceder a alimentos y agua, crecer rodeado de familia y amigos— cambia profundamente. A veces, de la noche a la mañana.
Sin embargo, hay diferencias significativas por género en el acceso a los recursos, la sensación de inseguridad y el impacto psicosocial, que son mayores en las niñas. Más de una de cada cuatro niñas, un 27%, vive con miedo constante a la violencia sexual, un porcentaje significativamente mayor que en el caso de los niños, el 17%. Un 58% de las encuestadas viven con angustia y preocupaciones constantes, frente al 49% de los niños y hombres jóvenes.
El 52% de los niños, niñas y jóvenes encuestados habían dejado de estudiar y, de media, la pérdida de educación es de uno a dos años. Las niñas y las jóvenes dejan de estudiar en mayor medida por el cierre o destrucción de las escuelas, la violencia y el matrimonio infantil, mientras que en el caso de los niños y los jóvenes la búsqueda de empleo y la manutención de la familia son los principales motivos.
La principal preocupación para todos los niños, niñas y jóvenes es poner fin al conflicto y a la violencia. En muchos casos, pero no en todos, sus ambiciones siguen intactas, pero dependen del fin de los enfrentamientos armados y de una paz duradera. Un 65% aboga por los diálogos de paz, con un 45% de las mujeres jóvenes que apoya la participación juvenil en los mismos, y un 39% que destaca la importancia de que niñas y mujeres jóvenes tengan un papel activo en estos procesos.
La guerra puede arruinar a toda una generación, pero son la experiencia y la energía de esa generación, si reciben el apoyo adecuado, las que ayudarán a sus comunidades a sobrevivir y reconstruirse.
Por eso reclamamos la protección de todos los niños, niñas y jóvenes en conflictos y el fin de todas las graves violaciones contra la infancia y la adolescencia. Hacemos un llamamiento para el respeto del derecho internacional humanitario, y pedimos el alto el fuego en todos los conflictos armados y la paz duradera.
La comunidad internacional, los gobiernos, pero también la sociedad en su conjunto, debemos condenar inequívocamente todas las violaciones y abusos contra civiles, especialmente niñas y niños. Urge la adopción de medidas inmediatas para poner fin a la violencia sexual y de género en las guerras. Instamos a fomentar diálogos para la paz, en los que participe la juventud y especialmente las mujeres jóvenes.
Diana, una joven de 20 años de Cauca, en Colombia, lo resume así: “Construimos la paz nosotros mismos, desde donde estamos, en nuestras propias comunidades. Paz es una palabra que solo tiene unas pocas letras, pero tiene un significado muy grande”.