El Vaticano declara el cambio de sexo y los vientres de alquiler como atentados contra la dignidad humana

La Santa Sede condena la transexualidad en un severo documento aprobado por el papa Francisco, que vuelve a dar un giro regresivo a sus recientes aperturas

El papa Francisco, durante una audiencia el pasado 6 de abril.ANGELO CARCONI (EFE)

Los gobiernos expresan sus ideas de la sociedad a través de las leyes y los presupuestos. El resto, suelen ser buenas palabras o propaganda. Y el Vaticano ha puesto este lunes negro sobre blanco su visión de la dignidad humana respecto a polémicas cuestiones como la transexualidad, la gestación subrogada o la llamada teoría de género. ...

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Los gobiernos expresan sus ideas de la sociedad a través de las leyes y los presupuestos. El resto, suelen ser buenas palabras o propaganda. Y el Vaticano ha puesto este lunes negro sobre blanco su visión de la dignidad humana respecto a polémicas cuestiones como la transexualidad, la gestación subrogada o la llamada teoría de género. Una serie de temas sobre los que en los últimos años ha dado pasos hacia adelante y hacia atrás para mantener el equilibrio entre las distintas facciones de la Iglesia y a los que ahora otorga carácter oficial. En un esperado documento, el Papa ―quien ha dado luz verde a esta suerte de guía moral―, señala como “graves violaciones” esos tres elementos. Pero también algunas otras prácticas que forman parte ya de muchas democracias avanzadas, como el aborto o la eutanasia.

Dignitas infinita, sobre la dignidad humana una declaración de una veintena de páginas en la que el discasterio para la Doctrina de la Fe ha trabajado durante cinco años. Se publica con ocasión del 75 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos para ofrecer “también a la Iglesia la oportunidad de aclarar algunos malentendidos que surgen a menudo en torno a la dignidad humana”. O lo que, más bien, el catolicismo considera que debe ser. La radicalidad del texto que, entre otras cosas, dispara contra todas aquellas personas que se han sometido a una operación de cambio de sexo, podría interpretarse como un intento para rebajar la tensión con el sector más conservador de la Iglesia, profundamente enfrentado a Francisco por su apertura a las parejas homosexuales y a la posibilidad de que sean bendecidas. Sin embargo, tiene una naturaleza demasiado trascendente para ser considerado una mera estrategia para templar las aguas siempre revueltas de la Iglesia católica.

El apartado que se refiere a la transexualidad y al proceso de cambio de sexo quizá sea el menos esperado. O el más agresivo. El documento recuerda las enseñanzas del Papa: “Somos llamados a custodiar nuestra humanidad, y eso significa ante todo aceptarla y respetarla como ha sido creada [...] Es en el cuerpo, de hecho, donde cada persona se reconoce generada por los demás, y es a través de su cuerpo que el varón y la mujer pueden establecer una relación de amor capaz de generar a otras personas”. De ahí que, apostilla, “toda operación de cambio de sexo, por regla general, corre el riesgo de atentar contra la dignidad única que la persona ha recibido desde el momento de la concepción”. La declaración hace una excepción: la posibilidad de recibir asistencia médica en el caso de “una persona afectada por anomalías genitales, que ya son evidentes al nacer o que se desarrollan posteriormente”. Entonces, “la operación no constituiría un cambio de sexo”.

En el documento, presentado por el prefecto y hombre cercano a Francisco, el cardenal argentino Víctor Manuel Fernández, se enumeran las “violaciones graves de la dignidad humana que son de especial actualidad” y entre ellas la Iglesia se posiciona en contra de los vientres de alquiler, “mediante el cual el niño, inmensamente digno, se convierte en un mero objeto”. Se trata de algo “deplorable”, “que además ofende gravemente la dignidad de la mujer y del niño y se basa en la explotación de la situación de necesidad material de la madre”. “Un hijo es siempre un don y nunca el objeto de un contrato”, se indica en el texto, que recuerda el llamamiento del papa Francisco para que “la comunidad internacional se comprometa a prohibir universalmente esta práctica”.

El pontificado de Francisco se ha basado en un equilibrio ―a veces, casi imposible― para introducir algunos avances sin sublevar al ala más conservadora y a la más progresista de la Iglesia. Generalmente, cada apertura ha venido luego matizada por algún portazo. Y este documento es ahora una muestra nítida de esa política.

La Doctrina de la fe, que hace unos meses publicó que era posible la bendición a las parejas gais, reitera que “toda persona, independientemente de su tendencia sexual, ha de ser respetada en su dignidad” y denuncia “que en algunos lugares se encarcele, torture e incluso prive del bien de la vida a no pocas personas, únicamente por su orientación sexual”. A este respecto, el cardenal dijo que “la idea del matrimonio gay con la propia eliminación de las diferencias no parece aceptable”, pero que “es doloroso que algunos católicos defiendan leyes injustas’ que ordenan el encarcelamiento de personas “por el solo hecho de ser homosexuales”. Y añadió: “Estamos evidentemente a favor de la despenalización de la homosexualidad”. Sin embargo, el antiguo Santo Oficio carga ahora también contra lo que llama “la teoría de género”, que considera “extremadamente peligrosa porque borra las diferencias en su pretensión de igualar a todos” y “pretende negar la mayor diferencia posible entre los seres vivos: la diferencia sexual”.

Un extenso apartado está también dedicado a “las violencias contra las mujeres”. Pero no se refiere únicamente a los asesinatos machistas, que también cita, sino que enmarca ese apartado en “la coacción al aborto, que afecta tanto a la madre como al hijo, tan a menudo para satisfacer el egoísmo de los varones”. Respeto al aborto ―que el Papa suele comparar con llamar a un sicario para asesinar a alguien― el texto se lamenta de “la difusión de una terminología ambigua, como la de ‘interrupción del embarazo’, que tiende a ocultar su verdadera naturaleza y a atenuar su gravedad en la opinión pública”. También condena la eutanasia y el suicidio asistido y critica que se hable a veces de “leyes de muerte digna”.

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