Las escuelas de padres se multiplican ante el aluvión de familias angustiadas por la exposición de sus hijos al uso ilimitado del móvil
Entidades privadas y fundaciones lanzan talleres para formar a los progenitores en materia digital ante la falta de regulación y la inexistencia de mecanismos de verificación de edad por parte de las tecnológicas
María Zabala, autora de Ser padres en la era digital (Plataforma Actual, 2021), es una muestra en sí misma de cómo ha explotado en el último año el interés de las familias por formarse en el manejo de la tecnología con un propósito claro: entender qué hacen sus hijos con el móvil y frenar en la medida de lo posible los movimientos que impliquen riesgo. Este año ha diseñado talleres sobre un uso responsable de la tecnología en familia para entidades públicas como el Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE) y empresas como Telefóni...
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María Zabala, autora de Ser padres en la era digital (Plataforma Actual, 2021), es una muestra en sí misma de cómo ha explotado en el último año el interés de las familias por formarse en el manejo de la tecnología con un propósito claro: entender qué hacen sus hijos con el móvil y frenar en la medida de lo posible los movimientos que impliquen riesgo. Este año ha diseñado talleres sobre un uso responsable de la tecnología en familia para entidades públicas como el Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE) y empresas como Telefónica o la Fundación Fide (un reconocido think tank jurídico económico), y ha impartido más de una treintena de sesiones formativas a familias a través de colegios y universidades. “Lo que más me preguntan es cuánto tiempo pueden estar sus hijos expuestos a las pantallas y desde qué edad... hay mucho ruido y desinformación sobre los posibles efectos a nivel cognitivo”. Uno de los talleres más demandados es Mi Primer Móvil, donde les explica que la barra libre de wifi en casa no da buenos resultados, les enseña herramientas de control parental y les muestra que la prohibición total no es la opción más recomendable. “Formarse en esto es complicado, pero creo que es parte de nuestra responsabilidad”, añade.
En un contexto en el que el número de menores entre 10 y 15 años que tienen móvil en España no para de crecer ―son el 70,6%, lo que supone 7,5 puntos porcentuales más que en 2013― y en el que el 94,7% de los que tienen esas edades ha entrado en internet en los últimos tres meses, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la sociedad empieza a moverse inquieta por la falta de regulación sobre las tecnológicas, que no acaban de implementar sistemas de verificación de edad para evitar que se cuelen los menores. En España, el control parental no lo impone el Estado a las operadoras, sino que se deja en manos de los progenitores, que pueden realizarlo a través de aplicaciones. La batalla se libra en el ámbito doméstico.
En las últimas semanas, dos profesoras han registrado más de 63.000 firmas como petición popular en el Congreso de los Diputados para restringir el uso de móviles en menores de 14 por los “efectos perjudiciales” en su atención y rendimiento académico ―el último informe PISA realizado con alumnos de 15 años ha revelado que la distracción con el móvil supone perder la mitad de los conocimientos de un curso en la asignatura de matemáticas―. A la vez, se extiende por todo el país un movimiento lanzado en WhatsApp por madres y padres de Barcelona que proponen que los adolescentes no tengan móvil inteligente hasta los 16 años.
La Fundación FAD Juventud ―nacida en 1986 para prevenir el consumo de drogas entre los jóvenes y actualmente centrada en la investigación sociológica de su forma de vida y hábitos― también ha percibido un mayor interés por parte de las familias. Su curso más demandado, El Primer Móvil, ha duplicado las visualizaciones en el último año (desde que se lanzó en 2020, llevaba acumuladas 3.500 visitas, y solo en los 10 primeros meses de 2023 suma 6.100). “Se está generando una ansiedad digital que lleva a las familias a dos polos opuestos, o bien optan por la prohibición total o por dejar que sean otros, como el colegio, los que solucionen el problema”, cuenta Beatriz Martín, directora general de FAD. “Nosotros apostamos por la autonomía gradual, por acompañarles y ayudarles a crear pensamiento crítico preguntándoles, por ejemplo, por qué están viendo un contenido... poner límites genera conflicto en las familias, pero es necesario”.
En la adolescencia, explica Martín, siempre hay amenazas, no existe el riesgo cero. Por eso trasladan a las familias que lo más importante es preparar a sus hijos y que vayan viendo que lo que hacen en su vida digital tiene consecuencias. En su web hay vídeos breves sobre temáticas muy concretas que tienen “bastante éxito”, como qué hacer si les descubres viendo porno, por qué TikTok es tan adictivo para ellos, o Mi hijo quiere ser un influencer. También ofrecen cursos presenciales con expertos como Todo lo que debes saber sobre redes sociales y el uso que hacen tus hijos. “Las pantallas son el problema número uno en la convivencia familiar, a los padres les ha pillado descolocados, y el debate sobre la prohibición que ha surgido estas semanas les ha dado un vuelco”, comenta Eulalia Alemany, directora de innovación y estrategia de FAD. Desde 2020, 17.000 familias se han formado con ellos.
Cambiar el consumo en casa
La Asociación Española de Pediatría junto a la Agencia Española de Protección de Datos ha lanzado la guía Plan Digital Familiar (que funciona por edades: 0-2, 3-5, 6-9, 10-18 años), en la que proponen que sean los propios adultos quienes moderen su consumo de tecnología en casa para generar otro impacto en sus hijos y ofrecen una serie de recomendaciones “basadas en evidencias científicas”. El INCIBE también dispone de múltiples recursos gratuitos para familias, como guías de mediación parental o un curso online que acaban de lanzar con la Fundación Orange. “Las familias tienen muchas carencias y limitaciones para asesorar a sus hijos, hay mucho por hacer y tenemos que facilitárselo”, reconoce Manuel Ransán, responsable de Ciberseguridad para Menores del INCIBE.
A falta de datos oficiales, un estudio del eHealth Center de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) junto a investigadores de la Universidad de Girona mostró en 2021 que un 60% de los adolescentes no tiene normas en casa para el uso de los dispositivos digitales.
Otras entidades privadas como la Fundación Fide (en la que están inscritos desde magistrados hasta miembros de la AIReF) han reaccionado ante la demanda de unos socios con agendas muy apretadas, poco tiempo para formarse en estas cuestiones y una creciente preocupación. Este noviembre Fide ha lanzado el club Mi avatar digital, en el que proponen dedicar 45 minutos a la semana a escuchar a diferentes expertos arrojar luz sobre el consumo digital de sus hijos. Son talleres a los que se puede acudir de forma presencial, o consumir después en vídeo o podcast. “No sabemos lo suficiente para conocer qué está pasando en nuestras casas”, admite Cristina Jiménez, abogada y fundadora de la entidad.
En uno de los talleres introductorios, María Zabala lanza algunos consejos muy prácticos, como no dejarles utilizar nuestros buscadores, sino descargarles otros diseñados para niños que ofrecen contenidos más seguros, como Kiddle y Bunnies. “Cuando la familia considere que tiene que llegar el móvil, se pueden configurar diferentes aspectos de ese smartphone para que los menores no tengan una libertad absoluta, es muy importante que no se les dé como regalo para que no interpreten que es suyo y pueden hacer lo que les parezca”.
Elegir el mismo sistema operativo que los padres (iOS o Android) para que la configuración sea más sencilla, escoger un plan de datos limitados para que entiendan que el scroll infinito no va a ser su normalidad, crearles una cuenta de usuario de menor de edad (hasta los 14 años ) con Family Link (Android) o con En familia (iOS) para que las descargas de apps solo las pueda autorizar el adulto, o configurar la funcionalidad de apps para que solo estén activas unas horas al día. “La idea es que el adolescente vaya ganando autonomía a medida que crece, porque la responsabilidad se va construyendo”, insiste Zabala.
Nuevo taller de 0 a 12 años
Los psicólogos y técnicos del Servicio de Atención en Adicciones Tecnológicas (SAAT) de la Comunidad de Madrid, el primer servicio público especializado en la prevención e intervención de las tecnoadicciones en población adolescente lanzado en 2018, detectaron el curso pasado que los talleres que daban a chavales de 12 a 17 años para prevenir las conductas de riesgo, llegaban, en muchos casos, tarde. Vieron la necesidad de involucrar a las familias con sesiones formativas de los 0 a los 12 años. “Primero les explicamos la importancia del vínculo entre los progenitores y el menor, de forma que reconozcan sus necesidades y vean cómo cubrirlas. Los dispositivos digitales no pueden ser una herramienta de regulación, los niños tienen que aprender estrategias propias”, señala Cristina Pérez, psicóloga del SAAT.
Otro de los pilares de la formación, que se hace online y es gratuita, se centra en el análisis de los dispositivos para entender el porqué de su poder de atracción. “Las luces, los colores, los sonidos atraen a nuestro cerebro desde que somos bebés, lo enganchan, sin voluntad. Cuando se presentan estímulos muy rápidos, muy cambiantes y sin límite de tiempo, se da uno de los mayores riesgos, la obtención de una gran recompensa con cero esfuerzo. El potencial adictivo es enorme”, cuenta la psicóloga. Y la tercera pata son las pautas de prevención. “Algunas familias no entienden la recomendación de cero contacto con la tecnología hasta los dos años, y eso incluye la tele”. Les explican que es el entorno real en el que el niño tiene que desarrollar su psicomotricidad, sus habilidades emocionales, y que los dispositivos no suponen ninguna ventaja adicional en ese desarrollo, y una sobreexposición puede restar tiempo a ese contacto real y ralentizar los hitos del desarrollo.
Hasta los seis años, la recomendación sigue siendo cero tecnología, y en caso de uso, excepcional y siempre seleccionado por un adulto. “Por ejemplo, ver un documental de naturaleza y luego ir a la montaña a identificar lo que hemos visto. Hay que intentar buscar la conexión con el mundo real y es muy importante que no vean contenidos violentos porque no tienen la capacidad para entender y regularse, siempre tiene que haber un adulto que les explique lo que está pasando”. Entre los seis y los 12 años hay diferencias abismales, y lo más remarcable son los tiempos negociados y supervisados.
Una de las primeras iniciativas que surgieron en España para trabajar la relación tóxica entre jóvenes y dispositivos es Pantallas Amigas, que se creó en 2004. “Entonces ya llegaban malas noticias desde Estados Unidos, donde internet ya estaba en muchos hogares y se empezaba a hablar de ciberbullying”, cuenta Jorge Flores, su director. En 2005, editaron su primera guía sobre los riesgos de los menores en internet. Ahora, en su web hay un material más sofisticado, todo gratuito, como guías específicas para entender el funcionamiento de redes como TikTok, Twicht o plataformas como Discord (permite hablar por mensaje o audio en directo y se suele usar en las partidas de videojuegos online). Ofrecen talleres en remoto para aprender a usar aplicaciones de control parental, también los dan de forma presencial en colegios y ayuntamientos. “Siempre ha sido muy complicado involucrar a las familias, y las que solían venir a las sesiones eran las que menos lo necesitan... ahora la situación está cambiando, los smartphones han disparado la pérdida de control sobre los menores y es difícil saber en qué se están metiendo desde un espacio que debería ser seguro como es su habitación”.
El incumplimiento de las tecnológicas con la verificación de la edad
Desde el recién creado Ministerio de Transformación de Digital, señalan que “al no tener completamente desarrollado su cerebro y ser más influenciables”, los menores son especialmente vulnerables al ciberacoso, al uso excesivo o compulsivo de las tecnologías, o al acceso sin restricciones a contenidos dañinos como la pornografía y formas de autolesión, así como la exposición a depredadores sexuales. El pasado 10 de noviembre, España suscribió, junto a otros ocho países (Australia, Bélgica, Dinamarca, Estonia, Francia, Alemania, Países Bajos y Reino Unido) una declaración para impulsar iniciativas globales dirigidas a reforzar la protección online de los menores dentro del marco del Foro de París por la Paz. Los países ponen el foco en propiciar una “privacidad altamente efectiva que garantice la verificación y estimación online de la edad de los menores”, y en evitar la "recopilación excesiva de datos" y el uso “excesivo” de las pantallas.
El Reglamento de Servicios Digitales, aprobado por el Parlamento Europeo en octubre de 2022, exige a las plataformas tecnológicas adoptar medidas como la puesta en marcha de herramientas de verificación de edad para mitigar los riesgos en menores. “No es una recomendación; son leyes, pero las plataformas dicen que no hay tecnología disponible y no lo están cumpliendo”, señala el abogado especializado en derecho digital Borja Adsuara.
El debate que recorre estos días la UE apunta a que los estados y las instituciones deben ser más estrictos en la aplicación de esos controles y extenderlos con criterios homogéneos que se rigen por parámetros de edad. Italia aprobó hace unas semanas la obligación de las teleoperadoras de bloquear la navegación a ocho categorías de webs consideradas inapropiadas a todas las tarjetas SIM que tengan como titular a quien aún no ha cumplido los 18 años.