Julio Díaz, investigador: “Las muertes por calor se volverán a disparar si no hacemos nada”
El experto del Instituto Carlos III alerta de que es necesario incluir medidas de prevención frente al ozono y las partículas en suspensión y de que existe el riesgo “de que la temperatura suba más de lo previsto y no nos podamos adaptar”
La muerte de un barrendero que el pasado viernes limpiaba una calle de Madrid en las peores horas de la ola de calor ha sido un brutal recordatorio del riesgo que las altas temperaturas suponen para el ser humano. Un fenómeno que hoy es mucho mejor conocido que hace solo dos décadas, a pesar de que aún fallecen unas 1.300 personas al año en España por esta causa. En agosto de 2003, más de 6...
La muerte de un barrendero que el pasado viernes limpiaba una calle de Madrid en las peores horas de la ola de calor ha sido un brutal recordatorio del riesgo que las altas temperaturas suponen para el ser humano. Un fenómeno que hoy es mucho mejor conocido que hace solo dos décadas, a pesar de que aún fallecen unas 1.300 personas al año en España por esta causa. En agosto de 2003, más de 6.600 murieron en el país en apenas dos semanas, una tragedia que marcó un punto de inflexión con la puesta en marcha de planes de prevención que han salvado miles de vidas desde entonces. Pero las temperaturas en el planeta siguen subiendo y es necesario ahora adoptar nuevas medidas para evitar que las cifras de fallecimientos vuelvan a escalar. Julio Díaz (Madrid, 62 años), doctor en física y profesor de investigación en el Instituto de Salud Carlos III, ha dedicado buena parte de su trayectoria científica a investigar la relación entre la subida de las temperaturas y los incrementos de la mortalidad y a desarrollar medidas para prevenir estos últimos.
Pregunta. El panel de monitorización de la mortalidad diaria por todas las causas (MoMo) atribuye a las altas temperaturas 510 muertes ocurridas entre el 10 y el 16 de julio. ¿Hace 20 años hubieran sido muchas más?
Respuesta. Sin duda. Tras lo ocurrido en agosto de 2003, se pusieron en marcha planes de prevención que se han demostrado muy eficaces. La gente ha visto que el calor puede matar gracias a esta educación ambiental. Ahora ya no ves a personas mayores paseando bajo el sol en pantalones largos, sin sombrero y sin su botella de agua.
P. ¿Era tan fácil como esto?
R. No, para nada. También ha habido un cambio socioeconómico y se han impulsado cambios en equipamientos e infraestructuras. Ya no quedan hospitales sin sistemas de aire acondicionado.
P. Y una vez instalados, ¿qué hacemos?
R. Hay que insistir en las medidas aplicadas y actualizar los planes de prevención, porque las muertes se volverán a disparar si no hacemos nada.
P. ¿Cómo puede estar seguro?
R. Porque las temperaturas siguen subiendo. Los datos metereológicos muestran que las temperaturas máximas diarias en verano han subido 0,4 grados por década y las previsiones dicen que hasta 2100 lo harán aún más. Si las muertes por calor han bajado en los últimos 20 años es porque hemos sido capaces de adaptarnos a este incremento. Una pequeña parte del proceso es natural, el propio organismo se aclimata a vivir con más calor, pero solo con esto no sería suficiente. Nuestros estudios muestran que, gracias a las medidas adoptadas, nuestra capacidad de adaptación ha crecido más rápido, como si hubiera un ritmo de 0,6 grados por década.
P. ¿Y esto es igual en toda España?
R. No. Hay una temperatura umbral a partir de la cual aumenta la mortalidad distinta en cada provincia, que es como lo calculamos. En Madrid son 34 grados. En Córdoba, 40. En Barcelona es a partir de 30. Y en A Coruña, de 26. Cuando la temperatura supera este umbral, la mortalidad empieza a crecer. Y el porcentaje en que lo hace por grado también es distinto en cada provincia. Por esto es importante, en primer lugar, actualizar estos umbrales y estimaciones de riesgo, porque también cambian, están creciendo.
P. ¿Qué pasa si no se hace?
R. Entonces puede que no estés alertando cuando se han superado los umbrales y aumente la mortalidad. O al revés, que alertes allí donde no hace falta y gastes recursos innecesariamente. Necesitamos mejorar los sistemas para actualizar antes los umbrales.
P. ¿También influye la renta?
R. Mucho. En Madrid son los distritos con menos renta, como Puente de Vallecas y Carabanchel, donde se registra el incremento de mortalidad, mientras en los que la tienen mayor esto no se produce. La cuestión ya no es tener aire acondicionado o no tenerlo, sino si te puedes permitir encenderlo. Esto también pasa con el frío y la calefacción. La pobreza energética es esto: no poder utilizar algo que reduce el riesgo de mortalidad. Otro factor que influye son las rehabilitaciones de edificios antiguos: a más licencias, se mejoran los aislamientos y el impacto del calor es menor. Es clave rehabilitar, invertir en políticas de vivienda...
P. ¿Cuáles son los mayores riesgos ahora?
R. Yo destacaría dos. Que las temperaturas suban más de lo previsto y esto desborde nuestra capacidad de adaptación y que, incluso si suben según lo previsto, no tengamos la capacidad de seguir adaptándonos. En ambos casos, la mortalidad por calor crecería.
P. ¿Qué más podemos hacer para estar preparados?
R. Es un fenómeno muy complejo, con muchos factores interrelacionados. Hemos visto que la población urbana es más vulnerable que la rural. Las zonas verdes reducen la mortalidad. Hay estudios que demuestran que naturalizar las ciudades tiene un importante efecto beneficioso. La vegetación en los tejados o los jardines verticales llega a reducir la temperatura entre seis y ocho grados. En el ámbito urbano, tener el médico más cerca reduce la mortalidad porque puedes ser atendido antes. Hay que hacer un buen diagnóstico de la situación para adoptar las medidas necesarias en cada lugar. También deberíamos dejar de mirar solo la temperatura.
P. ¿A qué se refiere?
R. Hay otras variables que influyen en la mortalidad. El ozono es una de ellas. Y las partículas en suspensión en el aire. En la actual ola han coincidido varios factores. La subida de las temperaturas se ha producido porque había una situación de bloqueo anticiclónico, el aire no se mueve y se va calentando. Luego, del viernes al domingo, entró aire del Sáhara, más caliente y con partículas. Se han dado las circunstancias para que todo esto suba, pero seguimos mirando solo el calor cuando el impacto de las partículas y el ozono sobre la mortalidad es también muy importante.
P. ¿Por qué es malo el ozono?
R. Es un potente oxidante que tiene un impacto bronquial y en las afecciones respiratorias. También es un vasoconstrictor que reduce el diámetro de las arterias justo cuando por el calor las necesitas dilatar para reducir la temperatura del organismo. Los estudios dicen que cada año hay 500 muertes en España relacionadas con el ozono a corto plazo y que puede contribuir en otras 1.400 en procesos a largo plazo.
P. Pero muchas de las causas de que aumenten las partículas en suspensión y el ozono son de origen natural, como la llegada de aire del Sáhara o las horas de insolación. Poco se puede hacer frente a ellas...
R. Pero hay otras causas en las que sí se puede. Se sabía que iban a subir los niveles de ozono porque los modelos dicen que suben con esta temperatura y horas de insolación. Es el momento de hacer lo que está a tu alcance. El ozono necesita unos precursores que tienen su origen en los automóviles y la industria. Lo mismo ocurre con las partículas. Ha llegado polvo del Sáhara, sí, pero en una ciudad como Madrid el 55% de las partículas las producimos nosotros. Hay que tomar primero las medidas más fáciles. Quizá sea mejor reducir el tráfico rodado unos días que parar la industria. Pero si reducimos antes la presencia de partículas o precursores, cuando lleguen las de origen natural evitarás que se superen los umbrales y crezca la mortalidad.
P. Entonces, ¿por qué no se toman estas medidas?
R. En España tenemos un buen plan frente al calor, pero se ha quedado corto. Es el momento de ir más allá. Hay que integrar variables como el ozono y las partículas, además de la sequía, los incendios forestales... Las medidas están sobre la mesa, a pesar de que aún no se han llevado a la práctica. La investigación sobre estos asuntos va a un ritmo, pero su implementación práctica es más lenta. Sin embargo, tenemos que actualizar los planes frente al calor para evitar que la mortalidad se dispare en el futuro.