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Saneamiento para mejorar la calidad de vida

El acceso a agua limpia y la gestión de residuos permitiría mejorar las condiciones de salud e higiene en países en desarrollo. En nuestro entorno, el grupo Agbar apuesta por la innovación en la depuración a través de las biofactorías

El ODS número 6 de la ONU, “Agua y saneamiento para todos”, plantea el reto de facilitar el acceso en todo el mundo a este tipo de instalaciones en 2030.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha lanzado una alerta sobre la salubridad en el planeta: cerca de la mitad de la población mundial, unos 3.600 millones de personas, no tienen acceso a servicios de saneamiento y, de ellos, 494 millones ni siquiera tienen acceso a un retrete.

Con motivo del Día Internacional del Saneamiento (19 de noviembre) se trata de difundir la importancia de los sistemas de higienización que garanticen la eliminación de residuos y el acceso a agua limpia, para evitar la trasmisión de enfermedades infecciosas como la covid-19, el cólera o la fiebre tifoidea. El Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 6 de la ONU, “Agua y saneamiento para todos”, plantea el reto de facilitar el acceso en todo el mundo a este tipo de instalaciones en 2030, a pesar de las dificultades económicas, sociales y climáticas. Uno de los problemas a afrontar es el mantenimiento de los diferentes elementos de los sistemas de saneamiento, como las tuberías, los tanques y las plantas de tratamiento, que pueden ser dañados por efectos del cambio climático, como el aumento del nivel del mar, sequías extremas e inundaciones. Para garantizar la permanencia de estas infraestructuras es necesario construir sistemas de saneamiento más resistentes.

Desde 2016, los servicios de saneamiento aumentaron de un 47% a un 54% en todo el mundo, sin embargo, para 2030 y según las ratios actuales del desarrollo de estas instalaciones, se alcanzará solo el 67% de cobertura mundial, muy lejos del 100% planteado por la ONU. “Las inversiones en agua, saneamiento e higiene deben ser una prioridad mundial si queremos poner fin a esta pandemia y crear sistemas de salud más resilientes”, advierte el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la OMS.

Proyecto pionero y sostenible

Comprometido con este ODS, el grupo Agbar ha impulsado la evolución de las tradicionales depuradoras hacia un concepto innovador: las “biofactorías”. Este proyecto, pionero en el mundo, se puso en marcha por primera vez en la biofactoría Gran Santiago, en Chile, galardonado con el Premio Impulso para el Cambio 2018 de Naciones Unidas. A través de la empresa chilena Aguas Andinas, la planta gestiona y trata el agua residual de cerca de ocho millones de personas en la Región Metropolitana de Santiago, que sufre problemas de escasez hídrica.

Las inversiones en agua, saneamiento e higiene deben ser una prioridad mundial si queremos poner fin a esta pandemia y crear sistemas de salud más resilientes
Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la OMS

Las biofactorías son instalaciones capaces de regenerar el agua que depuran, valorizar los residuos generados durante la depuración y ser autosuficientes energéticamente. El grupo Agbar tiene en España 793 plantas depuradoras, que en 2020 trataron 1.062,9 hm3 de agua, el equivalente a más de 350.000 piscinas olímpicas. Aunque España dispone de uno de los servicios de agua urbana más eficientes, la Unión Europea señala a sus estados miembros la necesidad de avanzar en la cobertura total y mejorar el tratamiento avanzado en zonas urbanas. Actualmente, en nuestro país se reutiliza menos del 10% del agua tratada, pero el innovador modelo de las biofactorías permitiría soportar mejor el estrés hídrico, aportando agua para riego agrícola, uso ambiental, municipal e industrial, al mismo tiempo que se genera energía.

Agua que vuelve a la tierra

La reutilización de aguas depuradas es una solución a regiones que pueden verse afectadas por grandes sequías y escasez de recursos hídricos, contribuyendo a la red de riego y protegiendo las reservas de acuíferos y sistemas costeros. Las biofactorías de Agbar permiten no solo la regeneración del agua y valorización de lodos, arenas y grasas como abono en agricultura y jardinería, sino que también impulsan un balance energético cero, con autoabastecimiento energético producido en la misma planta, alimentación de la flota eléctrica de la compañía e incluso aportación de un pequeño porcentaje de excedente a la red eléctrica.

La biofactoría Sur de Granada (gestionada por EMASAGRA, la empresa municipal de abastecimiento y saneamiento de Granada) es un caso de éxito y referente en economía circular a nivel mundial, al haber conseguido destinar el 100% del agua depurada al riego de cultivos leñosos y reutilización de residuos como fertilizantes. Por su parte, la biofactoría del Baix Llobregat (gestionada por Aigües de Barcelona) es una de las estaciones de regeneración de agua más grandes del mundo, con 100.000 millones de litros tratados al año, que también se utilizan para abastecer el riego agrícola, uso municipal e industrial, e incluso permite infiltrar el acuífero del Llobregat para frenar los episodios de intrusión salina, gracias a la obtención de agua de altísima calidad.

La biofactoría Sur de Granada es un caso de éxito: ha conseguido destinar el 100% del agua depurada al riego de cultivos leñosos y reutilización de residuos.

¿Por qué no deberíamos tirar residuos al inodoro?

La Asociación Española de Abastecimiento de Aguas y Saneamientos (AEAS) estima que en una ciudad española de 300.000 habitantes se recogen alrededor de 10 kilos anuales de residuos no biológicos que acaban en los inodoros. Colillas, productos para la higiene personal como toallitas, pañales, bastoncillos de algodón, tampones, o incluso medicamentos son algunos de los residuos que muestran un mal hábito en el uso del inodoro, que tiene un alto coste económico y medioambiental. Estos desperdicios no solo provocan atascos en las tuberías bajantes de las viviendas y la red del alcantarillado, sino que también generan problemas en los equipos de bombeo y estaciones depuradoras de aguas residuales y, en el peor de los casos, saturación en los colectores de saneamiento. De esta forma, el uso inadecuado del inodoro puede provocar que nuestros propios deshechos terminen en nuestros ríos y playas. En España, los efectos de esta práctica suponen un sobrecoste total estimado de unos 230 millones de euros al año.

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