Temporal y covid, familias asfixiadas por la crianza que buscan cómo sobrevivir
Mientras algunas empresas lanzan planes para adaptarse a las nuevas franjas horarias de sus empleados en pleno teletrabajo, el Ministerio de Igualdad prepara un plan para mandar profesionales a los domicilios que cuiden de los niños
“Hoy tengo el ánimo por los suelos. Me siento incapaz de otra tanda de cuidados y teletrabajo, por pequeña que sea. Las fuerzas están muy mermadas”. Silvia Nanclares, de 45 años, escupía de esta forma en Twitter su desgaste el pasado jueves, cuando aún no estaba claro si los colegios madrileños abrirían el lunes por los destrozos provocados por el temporal Filomena. Primero el confinamiento domiciliario de marzo, luego el verano y cuando parecía que la crianza le daba por fin un respiro en septiembre ―tiene con su pareja un niño de dos años― llegó la nieve, el colapso de la ciudad y un nuevo c...
“Hoy tengo el ánimo por los suelos. Me siento incapaz de otra tanda de cuidados y teletrabajo, por pequeña que sea. Las fuerzas están muy mermadas”. Silvia Nanclares, de 45 años, escupía de esta forma en Twitter su desgaste el pasado jueves, cuando aún no estaba claro si los colegios madrileños abrirían el lunes por los destrozos provocados por el temporal Filomena. Primero el confinamiento domiciliario de marzo, luego el verano y cuando parecía que la crianza le daba por fin un respiro en septiembre ―tiene con su pareja un niño de dos años― llegó la nieve, el colapso de la ciudad y un nuevo cierre de las escuelas. La de Nanclares es una de las cientos de familias asfixiadas por el teletrabajo y la carga familiar, ahogadas por la imposibilidad de separar la esfera profesional de la privada, las horas de descanso de las de pleno rendimiento.
Diferentes estudios en el campo de la psicología social señalan que el hogar no es el mejor lugar para desarrollar un trabajo intelectual cuando no se dispone de un habitáculo cerrado y de unas normas que regulen el acceso. “Estudiamos los efectos negativos que las oficinas abiertas, sin delimitación de espacios, generan en el rendimiento. Esos mismos condicionantes se dan en la casa, esa falta de privacidad entorpece la concentración”, explica Verónica Sevillano, profesora de psicología en la Universidad Autónoma de Madrid. El mayor inconveniente del teletrabajo con niños en casa, indica, es la incapacidad de decidir en qué momentos del día se va a trabajar, ya que se producen situaciones de demanda de atención constantes. “Diferentes estudios han demostrado que si se interrumpe una tarea intelectual se tarda unos 15 minutos en recuperar el nivel de atención”, detalla. “No nos damos cuenta de por qué estamos tan enfadados y es pura frustración”.
Según un estudio que IE University realizó con un centenar de empresas españolas para analizar cómo se adaptaron los planes de recursos humanos al teletrabajo forzoso por la pandemia, más del 90% de ellas se preocupó por intentar mantener la motivación de los empleados para que no bajase su productividad y también por lanzar programas con propuestas de actividades para los niños de forma que estuviesen más entretenidos durante las horas de trabajo de sus padres. Otras se interesaron por conocer qué franjas horarias eran las que mejor encajaban en la nueva realidad de trabajo en casa ―las compañías ofrecieron sus datos con la condición de ser anónimas―. “Las políticas de conciliación no son algo nuevo en este país y cuando estalló la pandemia ya había muchas que contaban con planes de contingencia; no podemos decir que las empresas españolas no han hecho nada por adaptarse y preocuparse por sus empleados durante estos meses”, señala Pilar Rojo, directora del Centro de Recursos Humanos de IE University.
Pero no todas las familias se han sentido protegidas por sus empresas, sino todo lo contrario. Silvia Nanclares, que da clases de escritura creativa en diferentes instituciones, decidió plantarse esta semana. “Las empresas no te llaman para preguntarte cómo estás o qué necesidades tienes, dan por hecho que vas a poder sacarlo todo adelante y me fastidia hacer como si nada, como que nos podemos adaptar a todo”, cuenta por teléfono desde su casa en el barrio madrileño de Malasaña. Explicó a los directores de los diferentes centros su incapacidad para preparar las clases e impartirlas online mientras se turna con su pareja para atender a su hijo de dos años, sin escuela infantil por el temporal ―previsiblemente, los centros educativos madrileños abrirán el próximo miércoles―. “No soporto pensar en la idea de una semana más sin colegio, psicológicamente estamos al límite; ahora encima nos piden que salgamos a la calle con palas”, lamenta.
Aunque todavía faltan datos para hacer un diagnóstico sobre cómo ha influido el teletrabajo en la conciliación, el peso de los cuidados continúa recayendo mayoritariamente en hombros femeninos. A raíz de la pandemia las solicitudes de ellas para flexibilizar el horario y repartir las horas de trabajo de forma discontinua casi duplicaron a las de ellos. En un año han pasado de 570 a 777 en las mujeres y de 291 a 420 en los hombres, según un estudio publicado en diciembre por el Instituto de la Mujer que analiza el impacto de la covid-19 en materia de conciliación en 73 de las 160 empresas reconocidas con el distintivo de igualdad. Desde el pasado marzo, el teletrabajo ha pasado de un 35% a un 70%, según ese informe.
Sobre las medidas innovadoras impulsadas por esas empresas desde que estallara la pandemia, seis de ellas implantaron un protocolo de desconexión digital ―una de las novedades de la reciente ley del teletrabajo que entró en vigor el pasado 13 de octubre―, un respiro que implica que el trabajador no reciba correos mientras está cenando, entre otras medidas. De las compañías analizadas, el 26% ofrece servicios telemáticos de apoyo emocional por la covid.
María Guruceta, de 43 años y madre soltera de una niña de 15 meses, lo que más echa en falta es alguna ayuda pública para contratar a un profesional que se haga cargo de su hija unas horas al día. “Con la pandemia y ahora con Filomena tengo que pagar por trabajar, me he visto contratando a una cuidadora porque no me da la cabeza para más, me he sentido muy vulnerable”, explica María, que trabaja como abogada en una ONG de Madrid. Pese a haberse reducido la jornada a seis horas, no puede compatibilizarla con la crianza de su bebé, y no puede tirar de su madre porque es persona de riesgo. “Esta semana me he visto trabajando de madrugada con la niña encima, nadie cae en la cuenta de que una madre monoparental tiene que meterse a la bebé en una mochila hasta para bajar a tirar la basura… No tengo sueldo suficiente para contratar a una persona las horas que necesito”, clama. La única ayuda que recibe del Estado son los 100 euros al mes por ser madre trabajadora.
Desde el Ministerio de Igualdad aseguran que son conscientes de que las políticas de conciliación no están bien pensadas y de que “los cuidados son la cara B de la que nadie se ocupa”. Este año lanzarán el Plan Corresponsables, dotado con 200 millones de euros y contemplado en los Presupuestos Generales del Estado, con el que pretenden ofrecer una bolsa de cuidadores profesionales a aquellas familias con hijos menores de 14 años a su cargo. Se trata de un nuevo servicio por el que un profesional se desplazará al domicilio familiar para cuidar del menor o los progenitores podrán dejar a su hijo en espacios públicos donde serán cuidados. Los detalles del plan todavía se tienen que concretar entre el ministerio y las comunidades autónomas. “Sabemos que con 200 millones no vamos a solucionar los problemas de conciliación, por eso lo hemos llamado plan semilla, nuestro objetivo es tomar medidas que no supongan que las mujeres salgan del mercado laboral”, explican fuentes de Igualdad. La bolsa de cuidadores no solo se destinará a familias con empleo, sino también a aquellas en las que uno de los progenitores esté en búsqueda activa de empleo.
“Llevamos demasiados meses viviendo en el caos y la Administración no nos ha ofrecido ninguna ayuda; se da por hecho que puedes trabajar, cuidar de tus hijos y ahora también quitar la nieve de la calle”, critica Adrián Cordellat, con dos niños a su cargo de siete y cuatro años. Durante el primer mes del confinamiento, se levantaba a las cinco de la mañana para avanzar trabajo, pero ahora se siente incapaz. “Estoy muerto, ya sin energía, los niños exigen atención todo el rato y me siento culpable por no poder jugar con ellos todo lo que necesitan”, explica este periodista freelance de 36 años. En el plano económico, la única opción que le ofrecía el Gobierno para no pagar la cuota de autónomos era perder más de un 70% de la facturación habitual. “Mi pareja, que también es autónoma, y yo ya no sabemos cómo organizarnos… hay clientes que no pueden esperar, y desde la escuela ya se está normalizando la enseñanza online desde casa, que para nosotros no es una opción”, añade.
Los divorciados presentan otro relato. Mar Cadiñanos, de 42 años y la custodia compartida de su hija de siete, asegura que no lo lleva mal. Cada uno tiene a la niña cuatro días y eso le permite optimizar el tiempo que pasa sola y asumir el 80% de su trabajo durante ese espacio. “Soy resiliente y esta situación no me parece el fin del mundo, eso sí, las parejas que viven 24 horas con los niños no sé cómo lo hacen… Estar separada en tiempos de pandemia lo hace un poco más fácil”.