Condenan a 16 años de prisión a la mujer que dejó morir a su bebé sola con un biberón y unas galletas
La joven abandonó a la niña de 17 meses en una habitación de su apartamento a oscuras durante cerca de un mes sin regresar a la vivienda
La Audiencia Provincial de Málaga ha condenado a 16 años de prisión a Sara, la mujer que en 2018 abandonó a su hija de 17 meses hasta morir. La magistrada presidenta Carmen Soriano la ha considerado responsable de un delito de asesinato con alevosía por desvalimiento, que conlleva 15 años de cárcel, así como de un delito de abandono temporal de menores, que incluye otro año más. Durante el juicio, celebrado hace dos semanas —...
La Audiencia Provincial de Málaga ha condenado a 16 años de prisión a Sara, la mujer que en 2018 abandonó a su hija de 17 meses hasta morir. La magistrada presidenta Carmen Soriano la ha considerado responsable de un delito de asesinato con alevosía por desvalimiento, que conlleva 15 años de cárcel, así como de un delito de abandono temporal de menores, que incluye otro año más. Durante el juicio, celebrado hace dos semanas —el jurado popular la declaró culpable—, la Fiscalía había solicitado esos 16 años de pena y la defensa había dado su conformidad, ya que la mujer confesó los hechos. “Lo siento mucho. Me arrepiento mucho”, dijo en su turno de palabra la joven, que ahora tiene 23 años. “Sara va a asumir su responsabilidad y va a cumplir muchos años de prisión”, había dicho antes su abogado, José Luis Rodríguez Candela.
En la sentencia, el tribunal considera probado que Sara abandonó a su pequeña de 17 meses en el dormitorio del apartamento donde residía en calle Viento, en el malagueño barrio de La Goleta. La dejó sobre la cama de matrimonio, con la persiana bajada y la puerta cerrada, “en condiciones de oscuridad y tan solo con un biberón y unas galletas”, relata el documento. Posteriormente la mujer cerró con llave la puerta de la vivienda “sin regresar nunca más al domicilio en vida de su hija”, tiempo que se alargó cerca de un mes. Todo ello, según la sentencia, lo hizo “aceptando” que de esta manera iba a acabar con la vida de su hija, quien era “absolutamente incapaz tanto de defenderse como de valerse por sí misma”.
Tras su acción, Sara mintió sobre el paradero de la niña. No lo comunicó ni a sus amigos ni a su pareja, Emilio, con quien mantenía una relación sentimental que él mismo definió como “esporádica” en el juicio. Tampoco les avisó de la situación de privación de agua o alimento en que la había dejado, como subrayaron en sus declaraciones. Cuando su entorno le preguntaba por la pequeña, ella insistía en que estaba al cuidado de otra persona. Mientras tanto ―mantiene la sentencia― Sara “continuaba con su vida social nocturna, llegando incluso a celebrar una fiesta por su vigésimo cumpleaños” a finales de noviembre de 2018.
Cansados de intentar contactar con ella desde Marruecos sin suerte, cuando los hermanos de Sara viajaron a Málaga para preguntarle por su hija. Primero les dijo que la cuidaba una mujer y, más tarde, tras una discusión, reconoció “que había dejado a su hija hacía un mes sola en casa”. Tras ello, se dio a la fuga. Primero contactó con una amiga y finalmente con su pareja, en cuya casa fue detenida por la Policía Nacional ya en la madrugada del 1 de diciembre. Horas antes, agentes de la Policía Local habían entrado a la vivienda de Sara junto a sus hermanos, donde hallaron el cadáver de la pequeña en el suelo de la habitación, que se produjo entre uno y cinco días después del abandono.
Sara había llegado a Málaga en la primavera de 2017 desde Marruecos, huyendo de la presión social por un embarazo no deseado ―el padre nunca la reconoció como suya― y tras ser víctima de violencia machista. El 4 de mayo de ese año dio a luz a Camelia en el hospital comarca de la Axarquía, en la localidad de Vélez-Málaga. Allí residió entonces en casa de sus hermanos hasta que un año más tarde se trasladó a la capital malagueña. Comenzó a trabajar como camarera y relaciones públicas en la discoteca Bubbles, en el centro de la ciudad, manteniendo una intensa vida nocturna, que continuó hasta se su detención. “La dejé encerrada en la habitación, con un biberón y galletas, y ya no volví más a la casa”, confesó en comisaría horas después.
Nadie, ni siquiera los forenses que testificaron en el juicio, sabe qué pasó por la cabeza de la joven en ese tiempo. Los especistas hablaron de un “bloque temporal” y destacaron una personalidad marcada por “inmadurez afectiva, marcado egocentrismo, conductas narcisistas, cierta incapacidad para la autocrítica e impulsividad”. También aseguraron que había signos de haber mostrado “arrepentimiento, sentimiento de culpa y ansiedad” y destacaron que su reinserción una vez cumplida la pena de 18 años será “muy positiva”.