La atención primaria clama por refuerzos ante su situación límite
Las sociedades científicas alertan del aumento de los retrasos y de un posible colapso en los centros de salud ante la sobrecarga asistencial por los casos de coronavirus
Pepa López dio a luz por cesárea el pasado 6 de agosto en el Hospital Materno Infantil de Málaga, pero para la retirada de los puntos —una cita estipulada en 10 días— llamó y llamó sin éxito hasta que el 22 de agosto acudió a su centro de salud de Tiro Pichón después de una reclamación por el retraso. Ya era tarde. “Una grapa se levantó y se clavaba, lo que me produjo una infección por no haberla quitado a tiempo. Me dio fiebre y me desmayé. Y me querían mandar a casa, por riesgo de covid, sin quitarme los puntos, hasta que entraron en razón”.
El amargo episodio de López refleja el dete...
Pepa López dio a luz por cesárea el pasado 6 de agosto en el Hospital Materno Infantil de Málaga, pero para la retirada de los puntos —una cita estipulada en 10 días— llamó y llamó sin éxito hasta que el 22 de agosto acudió a su centro de salud de Tiro Pichón después de una reclamación por el retraso. Ya era tarde. “Una grapa se levantó y se clavaba, lo que me produjo una infección por no haberla quitado a tiempo. Me dio fiebre y me desmayé. Y me querían mandar a casa, por riesgo de covid, sin quitarme los puntos, hasta que entraron en razón”.
El amargo episodio de López refleja el deterioro de la atención primaria arrastrado durante años y a la que la pandemia ha cogido en pañales y tiritando. Tras un verano en el que los 13.000 centros de salud han asumido la carga de los hospitales del inicio de la crisis, las esperas se han disparado y una primera cita puede demorarse hasta 15 días. Los 26.000 médicos de cabecera y 6.000 pediatras en España alertan de que están al límite y son incapaces de atender todos los casos sospechosos de covid y a sus pacientes leves, crónicos o pluripatológicos. Temen que la presión asistencial empeore con el otoño, la bajada de temperaturas y la subida de procesos infecciosos.
El escenario es paradójico en los centros de salud. Fuera hay bullicio, las colas a la entrada son largas y los pacientes se quejan de que el servicio es deficiente. Dentro hay más silencio, menos pacientes para respetar la distancia de seguridad y los facultativos y enfermeras trabajan a destajo con un 30% más de casos —la mayoría telefónicos—, según denuncian las sociedades científicas. Las vacunas, extracciones analíticas o curas han caído de manera desigual, pero en todas las comunidades. El foro de atención primaria, que aglutina a la Organización Médica Colegial y a las entidades científicas, estalló el pasado lunes ante “el desastre”: “El coronavirus solo está anticipando el final, está dando la puntilla a la atención primaria”.
“He llegado a tener picos de 60 pacientes al día y llego a casa para meterme en la cama. Trabajamos con una terrible sensación de miedo a cometer errores y estamos tan tristes que casi no protestamos”, relata Susana Aldecoa, presidenta de la Asociación Galega de Medicina Familiar e Comunitaria (Agamfec).
Desde Madrid, la pediatra Concha Sánchez, presidenta de la Asociación de Pediatría de Atención Primaria (Aepap), denuncia que sus “insuficientes” 10 minutos por paciente se le han quedado ahora en tres. “Esta mañana, hasta el 90% de mis pacientes son demandas de población asintomática por falta de organización, por contratar a pocos rastreadores. No podemos atender a nuestros pacientes al margen de la covid”. Un niño de un año atrapa de media cada invierno entre ocho y 10 procesos infecciosos. “Estamos temblando y no ha empezado el frío”, ilustra Salvador Casado, médico de primaria en Soto del Real (Madrid).
Este martes, en la cola para entrar al centro de salud El Alamillo de Sevilla, Estela Castro se lamentaba: “Está fatal. No atienden y llevo dos meses esperando para una citología que no se puede retrasar. El otro día me fui porque la cola daba la vuelta al edificio”. Esa desatención que se palpa a pie de calle también tiene cifras: en Castilla-La Mancha, las 746.447 llamadas telefónicas a sus centros de salud en julio de 2019 (un 60% atendidas, 440.000) se elevaron hasta los 2,7 millones el pasado junio, pero las atendidas fueron un millón, el 38%. “Se está trabajando más a pesar de que la población siente que no se le atiende bien”, opina Natalia Vallés, directora general manchega de Atención Primaria.
A principios de verano, cuando la curva estaba baja y la segunda ola parecía lejana, hubo consenso sobre la clave para frenar al virus. “Todo el mundo estaba de acuerdo, economistas de la salud, gestores y salubristas coincidían en que había que apostar por la atención primaria. Y en septiembre comprobamos que esos recursos son muy escasos y tras el cansancio acumulado empieza el nivel de crispación evidente”, resume Salvador Tranche, presidente de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (Semyfic). “Ayer, por ejemplo, tuve 57 pacientes, un 30% más que lo habitual”, apunta.
La presión es mayor en regiones con gran índice de contagios por covid como Madrid, Cataluña, País Vasco o Aragón. “Bien, bien, no hay comunidad autónoma que lo esté haciendo. Si atención primaria, que es la base del sistema, no tiene las plantillas necesarias, por muchos hospitales y UCI que se monten esto no sale adelante”, censura Vicente Matas, vocal de Atención Primaria en la Organización Médica Colegial. Aurora García, directiva de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen), matiza: “La situación empeorará porque los profesionales estamos agotados, con la misma presión asistencial y la tercera parte del personal”.
¿Y el otoño? “Es difícil de prever porque el escenario es cambiante, pero en el hemisferio sur la incidencia de los procesos gripales ha sido menor por las mascarillas y el lavado de manos. Hay que implementar medidas para transmitir la educación para la salud. Todos los inviernos repetimos una vez y otra esa labor del autocuidado y no conseguimos llegar a la gente”, reclama Vallés sobre la concienciación ciudadana que podría en parte evitar el colapso.
Un plan en saco roto
Hace un año y medio el Ministerio de Sanidad lanzó un plan para reformar la atención primaria junto a las sociedades científicas y expertos de cada comunidad autónoma, pero cayó en saco roto. “De ese marco estratégico, sin memoria económica, no se ha hecho nada, absolutamente nada. Ni el Ministerio ni las 17 comunidades. Nada es nada”, critica Tranche. El ministro de Sanidad, Salvador Illa, admitió en el Senado el pasado junio: “Tenemos que potenciar la atención primaria, reforzando su estructura y recursos”. Los sindicatos y sociedades científicas reclamaron al Gobierno y las comunidades antes de la pandemia 4.000 millones para los centros de salud y estimaron un déficit de 4.600 facultativos.
Este nivel asistencial siempre ha estado al final de la lista en las prioridades del Sistema Nacional de Salud. La inversión pública ha caído 388 millones en una década (de 10.775 millones en 2009 a 10.387 en 2018), según datos del Ministerio de Sanidad. Y por cada mil habitantes hay una media en España de 0,77 médicos de cabecera, cuando la europea es del 0,9. La presencia de estos facultativos oscila entre el 1,11 de Castilla y León y el 0,62 de Baleares o el 0,68 de Madrid, ambas a la cola del país. En paralelo a la dificultad para acceder a la primera puerta de la sanidad pública, los seguros privados siguen al alza y 10,7 millones de españoles tienen hoy un seguro médico (el 22,6% de los españoles), cuando seis años antes eran 9,2 millones, según datos de la patronal de la sanidad privada.
El hartazgo de médicos y enfermeros se traducirá en movilizaciones por territorios. En el País Vasco los sindicatos han convocado una manifestación en Bilbao el próximo 3 de octubre y en Madrid el próximo 28 de septiembre atención primaria está llamada a la huelga.
Con información de Isabel Valdés, Josep Catá, Sonia Vizoso, Pedro Gorospe, Ferrán Bono y Virginia Vadillo.
Citas médicas con demoras de hasta 15 días
Con las exiguas plantillas mermadas por las vacaciones de verano y las bajas, sin cubrir desde hace años, los médicos de cabecera tienen ahora que compaginar las labores de rastreo y vigilancia de infectados por la covid con todas sus consultas, incluidas las acumuladas durante el estado de alarma. La consecuencia es que los pacientes tardan entre 8 y 15 días en conseguir una cita por teléfono, en la que el médico decide si deben ser atendidos presencialmente.
A esta avalancha de trabajo se le une ahora en regiones como Cataluña el soporte médico a las residencias de ancianos y, ante el inicio del curso escolar, también la atención a escuelas e institutos para controlar la pandemia en las aulas. “Llevo muchos años y nunca había vivido una situación con tanta impotencia”, explica Mari, enfermera de un centro de atención primaria de Barcelona. Resume el estrés y el cansancio de los profesionales por “las agendas interminables, sobre todo telefónicas, y equipos mermados porque algunos están dedicados casi exclusivamente a hacer PCR”. El sindicato Metges recuerda que desde los recortes de la anterior crisis, el sistema de la atención primaria ha perdido 900 facultativos en esta región.
En Andalucía la amenaza de movilizaciones de batas blancas es un fantasma que se ha asomado el último año y al que la Junta teme. “Sabemos que 36 años [de Gobiernos socialistas] no se cambian en dos días, pero esos dos días son ya casi dos años. Estamos al límite”, censura Fernando Ramírez, médico de atención primaria en Sanlúcar de Barrameda y portavoz de Basta Ya Cádiz. “Coincidimos en que es necesario mejorar la sanidad pública, por eso y para eso estamos trabajando”, responde una portavoz de la Consejería de Salud y Familias. En seis años, el 30% de los médicos de familia andaluces se jubilarán. Porque la atención primaria arrastra un problema de fondo añadido: el escaso atractivo para las nuevas generaciones de médicos. “Influye que se debe potenciar la investigación, parece que te quedas para ver niños y padres, y nada más. Y que en los hospitales está la ciencia y los médicos residentes necesitan ver la pediatría como una actividad válida, útil, pero también interesante”, reflexiona Pedro Gorrotxategui, pediatra en Pasaia San Pedro (Gipuzkoa).
El consejero de Salud y Familias, Jesús Aguirre (PP), médico de familia, repetía su anécdota al poco de acceder al cargo: “Cuando venían los estudiantes de prácticas, al acabar yo les preguntaba: ‘¿De qué color tenía los ojos el paciente? Si no lo sabían, les echaba de la consulta. Hay que quitarle burocracia a los médicos para que le dediquen todo el tiempo al paciente”. Tras un año y medio de gestión, nada ha cambiado para los facultativos andaluces y esos 10 minutos incluso han mermado hasta los 5 minutos, denuncia el Colegio de Médicos de Sevilla.
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