'IN MEMORIAM'

Fernando Castelló, viejo combatiente

El expresidente de Reporteros sin Fronteras libró innumerables batallas a favor de la libertad de expresión

Con la misma pasión, Fernando Castelló podía debatir durante horas sobre temas en apariencia tan dispares como el asesinato de periodistas en zonas de guerra —desde Irak hasta Afganistán— o el conflicto de intereses en la Italia de Berlusconi, la censura asfixiante a la prensa independiente cubana o el Patriot Act impuesto por George W. Bush en EE UU después del 11-S, los secuestros de reporteros en Colombia o el acoso a los medios por parte de ETA en el País Vasco. Sí veía clara —en cada momento— la jerarquía de las emergencias que se sucedían a lo largo y ancho del planeta. Y animaba a conce...

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Con la misma pasión, Fernando Castelló podía debatir durante horas sobre temas en apariencia tan dispares como el asesinato de periodistas en zonas de guerra —desde Irak hasta Afganistán— o el conflicto de intereses en la Italia de Berlusconi, la censura asfixiante a la prensa independiente cubana o el Patriot Act impuesto por George W. Bush en EE UU después del 11-S, los secuestros de reporteros en Colombia o el acoso a los medios por parte de ETA en el País Vasco. Sí veía clara —en cada momento— la jerarquía de las emergencias que se sucedían a lo largo y ancho del planeta. Y animaba a concentrar los esfuerzos en las campañas mediáticas más urgentes, hasta lograr resultados tangibles. Era —lo fue durante 11 años— su misión al frente de Reporteros sin Fronteras, la ONG con sede en París de la que ocupó el cargo de presidente internacional a partir de 1997.

Castelló (Valencia, 1937), fallecido el pasado viernes tras una larga enfermedad, llegó a ese puesto de la mano del fundador (y durante 20 años secretario general) de RSF, Robert Ménard, a quien le unía una gran amistad. Juntos lideraron una infinidad de batallas para promocionar el respeto a la libertad de expresión del que, no se cansaba de decirlo, siguen careciendo dos tercios de la población mundial. Le tenía tanto aprecio al compromiso de Ménard (desde la nada, en 1985, el entonces muy joven periodista francés había logrado poner en pie una organización que llegó a convertirse en la más importante del mundo en la defensa de la libertad de prensa) que le costaba imaginar RSF sin él: hasta bromeaba, delante del mismo Ménard, con la sigla de la asociación, rebautizándola “Robert sans Frontières”.

Juntos, en agosto de 2007, fueron detenidos y expulsados por el régimen chino mientras montaban una manifestación en el corazón de Pekín que se preparaba para hospedar los Juegos Olímpicos: una protesta que dio la vuelta al mundo. Al año siguiente, cuando Ménard dio por terminada su experiencia al frente de la ONG, Fernando hizo lo mismo, como había anunciado en reiteradas ocasiones. Pero se fue con la plena conciencia de haberlo dado todo para una misión en la que creía profundamente. No por algún capricho intelectual —que no era lo suyo—, sino por el extraordinario bagaje de vivencias, y de compromiso político, que le habían llevado hasta allí.

Ya a primeros de los años setenta, todavía en plena dictadura franquista, el militante comunista Castelló logró convertirse en el primer periodista democrático que accedía a la junta directiva de la Asociacón de la Prensa de Madrid, hasta entonces dominada por los corifeos del régimen. Sabía, por haberlo sufrido en carne propia, lo que significaba la carga represiva que está a la base de todo Gobierno totalitario: él eligió el bando de los perdedores, el único que le permitía mantener la cabeza bien alta.

Y luego, mucho más tarde, ya en plena democracia, después de 20 años de trabajo en la agencia Efe (donde llegó a ocupar los cargos de director de Servicios Especiales y Reportajes, de Internacional y de Control y Estudios), quedó afectado por un ERE al que intentó oponerse con todas sus fuerzas a través de un recurso ante la justicia en el que denunciaba una “discriminación anticonstitucional”. Lo contó en un artículo en EL PAÍS con el título Jubilados al amanecer: le echaban con 60 años, por causa de su edad. Luego, por suerte —suya y de quienes llegaron a conocerle y tener su amistad— pudo disfrutar dentro de RSF de una nueva juventud: la de un viejo combatiente que no quiso rendirse nunca, hasta el final.

Alessandro Oppes es miembro de la junta directiva de Reporteros sin Fronteras.

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