Francia: pasado monárquico y presente ‘online’

Los juegos de azar fascinan a los galos desde el siglo XV Vivieron su esplendor bajo el Antiguo Régimen, pero la guillotina puso orden Hoy Internet ha revitalizado el burle

La afición francesa a la lotería, la ruleta, los casinos y todo tipo de apuestas se manifiesta hoy en las largas colas que se forman cada día en los estancos del país. La gente juega con fruición al Euromillones, la Loto, el Illiko y una abrumadora lista de bingos y rasca y gana de todos los colores y formatos, reales y virtuales; tantos, que se diría que en la docta Francia hay más formas de apostar que tipos de quesos y politólogos.

El burle es un asunto de Estado en París desde el medievo (siglo XV), y aunque tuvo un origen popular, pronto la monarquía y el clero usaron la l...

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La afición francesa a la lotería, la ruleta, los casinos y todo tipo de apuestas se manifiesta hoy en las largas colas que se forman cada día en los estancos del país. La gente juega con fruición al Euromillones, la Loto, el Illiko y una abrumadora lista de bingos y rasca y gana de todos los colores y formatos, reales y virtuales; tantos, que se diría que en la docta Francia hay más formas de apostar que tipos de quesos y politólogos.

El burle es un asunto de Estado en París desde el medievo (siglo XV), y aunque tuvo un origen popular, pronto la monarquía y el clero usaron la lotería como granero de fondos; quizá por eso acabó sus días con la guillotina y la Ilustración para resurgir en los años treinta del siglo XX y morir de nuevo entre acusaciones de inmoralidad y abuso de monopolio. Según relata la ilustrada Wikipedia gala, la Administración General de Loterías, llamada también Oficina central de las Tres Loterías, por agrupar la lotería Real, la de los Niños Encontrados y la de la Piedad, se encargó de organizar el juego de azar durante el Antiguo Régimen.

La costumbre había nacido con unas loterías callejeras llamadas Blanque y Tontine, que hicieron furor durante el reinado de Francisco I y fueron rápidamente abolidas. A finales del siglo XVII, la Loterie de l’Hôtel de Ville sirvió para pagar los intereses de los préstamos contratados por la ciudad cuando se acababa el dinero municipal, siguiendo el modelo de las loterías montadas en Londres para suscribir deuda pública, aunque los anales no cuentan cómo andaba la prima de riesgo entonces. Un hombre nacido en la lejana Guadalupe, el controlador general (ministro) de finanzas de Luis XVI, Jean Étienne Bernard Clugny de Nuits, acabó el 30 de junio de 1776 con las loterías ilegales y municipales con el edicto que fundó la Lotería Real.

La decisión fue muy criticada por el pueblo y los curas, que pensaban con razón que el organismo promovía los juegos inmorales para nutrir las arcas personales de Luis XVI. Poco antes de la Revolución, el rey ingresaba entre el 5% y el 7% de sus regalías con la lotería. Clugny de Nuits fue un libertino genuino y un estadista mediano que tras curtirse en las colonias se afanó en equilibrar las cuentas públicas del reino y en liberalizar algunos sectores económicos, lo que a ojos de algunos podría convertirle en una especie de precursor de Dominique Strauss Kahn.

El controlador vivía con las tres monjitas Sentuary, y todo París decía que eran sus amantes, aunque él solo reconoció tener relaciones con una de ellas. La brevedad de su mandato (menos de cinco meses) confirmó lo que afirmó el día de su toma de posesión: dijo que no pensaba cumplir el adagio según el cual un controlador general no muere jamás en funciones. El 18 de octubre de 1776, a los 47 años, Clugny de Nuits acabó sus noches y días de forma súbita, dejando atrás una reputación de incapaz, una, dos o quizá tres viudas, y un organismo de loterías odiado por la plebe que solo 13 años más tarde tomaría al asalto la Bastilla. La Lotería Nacional resurgiría de sus cenizas en 1933, con el objetivo de sanear las arruinadas cajas del Estado francés.

El premio gordísimo ganado por Paul Bonhoure, que se embolsó cinco millones de francos (3,2 millones de euros actuales) y fue un astro en los periódicos de la época, contribuyó a popularizar el juego: el 17 de noviembre de 1933, la lotería se repartió en la plaza de Trocadero ante una multitud de 5.000 personas. Bonhoure, el ganador, llevaba el número 18.414, serie H, estaba casado, era peluquero en Tarascon y tenía 50 años. Cuando ingresó el cheque del Estado, legó la peluquería a su ayudante, se compró un coche de alta gama y una finca de 50 hectáreas y allí pasó el resto de su vida, se supone que sin dar un palo al agua.

Hoy, cuando el miedo a la crisis aprieta, la Francesa de Juegos rige los destinos de unas loterías menos glamurosas, más europeas y más digitales y variadas. Entrando en la página web, el visitante podrá confirmar que si Francia es el país de los quesos, es también el país de las loterías. Incluso hay póker de Estado. Se llama Pokerbarriere porque el socio privado es Lucien Barriere, el grupo que dirige Dominique Desseinge, el hombre al que Rachida dato reclama la paternidad de su hija. Pero esa es otra historia, claro.

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