Un año sin mirarse al espejo. ¿Es tu reflejo tu peor enemigo?

Las blogueras americanas defienden una nueva tendencia para mejorar tu imagen: evitar los espejos ayuda a ganar ‘autoconfianza’ y a huir de la vanidad.

“Siempre les digo a las mujeres que el espejo no es nuestro enemigo. La industria de la moda y el cine están empeñados en decirnos que no somos lo suficientemente buenas, pero cuando empecé mi carrera conseguí expandir el concepto de belleza, cambiar patrones. No mirarse en el espejo significa que ellos, estos lobos de la industria, han ganado”. La que habla así es la top Tyra Banks, que visitó hace unos días el plató de 'Good Afternoon America' ...

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“Siempre les digo a las mujeres que el espejo no es nuestro enemigo. La industria de la moda y el cine están empeñados en decirnos que no somos lo suficientemente buenas, pero cuando empecé mi carrera conseguí expandir el concepto de belleza, cambiar patrones. No mirarse en el espejo significa que ellos, estos lobos de la industria, han ganado”. La que habla así es la top Tyra Banks, que visitó hace unos días el plató de 'Good Afternoon America' para debatir sobre los pros y contras del 'mirror fasting' ('ayuno de espejo'), una nueva tendencia dictada por blogueras americanas que ha levantado un airado debate sobre su funcionalidad en los medios anglosajones.

Desde que el 'New York Times' recogiese la experiencia de varias mujeres que habían evitado verse reflejadas en el espejo –durante un día, meses o hasta un año– para ganar autoconfianza y verse a sí mismas “con mayor claridad”, la repercusión de este discurso se ha expandido como la pólvora. Desde 'The Guardian' al 'Huffington Post', pasando por 'Refinery 29' o 'Glamour', los medios han tratado de diseccionar una tendencia que rompe esquemas en una sociedad marcada por el narcisismo y la necesidad de auto aceptación constante.

La culpa de todo este revuelo mediático la tienen Autumn Whitefield-Madrano y Kjerstin Gruys una escritora freelance de Queens (Nueva York) de 36 años, y una socióloga de San Francisco de 29, pioneras del movimiento desde sus respectivos blogs.

En 'The beheld', Withefield-Madrano ha narrado su dos “ayunos” mensuales de espejo de los dos últimos años.  “Como mujer, estás siendo constantemente observada por los hombres, por otras mujeres, y por ti misma en el espejo. Aunque no puedo hacer nada sobre la vigilancia que el resto ejerce sobre mí, sí puedo actuar sobre mi auto-observación”, explica la bloguera vía mail a Smoda. Whitefield, que afirma sentirse “abrumada” por la repercusión de su experimento, asegura que el 'mirror fasting' le ha ayudado a sentirse “más relajada” consigo misma. “Me di cuenta de que lo estaba usando no sólo para conocer mi aspecto, sino para determinar cómo me sentía, que tipo de día estaba teniendo y, lo que más sin sentido tiene, lo que los demás veían cuando me miraban. Hasta que no dejé de dar ese control al espejo no aprendí que esto último era algo que no podía controlar”, cuenta.

Su 'mirror fasting' no fue una tarea fácil. Tapó todos los espejos de su casa, evitaba su reflejo continuamente en espacios como ascensores o el gimnasio y sólo se permitió usar un pequeño espejo para arreglarse y maquillarse durante su primer ayuno, para enfocar partes específicas de su cuerpo. Nada podía ofrecerle una imagen de su aspecto global. “El ejercicio, en realidad, se basó en la confianza y en intentar convencerme de que no parecía una rara. Cuando compraba ropa, tenía que fiarme los vendedores para que no me engañasen. Tampoco llevaba mucho maquillaje, durante el primer ayuno practiqué tanto que en el segundo ya podía pintarme por intuición. ¡No es tan difícil como pueda parecer!, indica la bloguera. Aunque esta escritora freelance “no sabía de nadie más” que hubiese experimentado el 'mirror fasting', dos días después de empezar su experimento entró en contacto con Kjerstin Gruys, una bloguera de California que evitó su reflejo durante un año. “Desde entonces somos amigas, en parte, porque comprendemos lo que significa pasar por todo esto”, apunta la autora de The beheld.

Autumn Whitefield-Madrano asegura que el ‘mirror fasting’ le ha ayudado a sentirse más relajada consigo misma.

Cordon Press

Gruys, que no concede entrevistas hasta que publique el libro que está ultimando sobre su experiencia, documentó en su blog 'Mirror, mirror… Off the wall' el año que pasó sin espejos. Una etapa especialmente crucial porque incluía su propia boda. Gruys se compró el vestido dos días antes de empezar con su experimento, permitió que le peinasen y maquillasen en su gran día y decidió evitar su reflejo de forma tajante. Sólo podía utilizar los espejos retrovisores de su coche y no podía verse en fotos –vio las de su boda después de que sus lectores le animasen a hacerlo–. "He logrado llegar a diferenciar mis miradas de mi propia autoestima. Este es, probablemente, el secreto más poderoso para sentirse bella”, concluyó Gruys en su blog tras el ayuno. Siguiendo la experiencia de estas dos blogueras, otras mujeres se han apuntado a la tendencia del 'mirror fasting'. Felice Austin, una especialista en terapias de hipnosis y mormona de 34 años de Los Ángeles, aseguró al 'New York Times' que el día que dejaba de mirarse en el espejo recibía “más cumplidos” de la gente por su aspecto que los días que sí se mira.
 
La presión sobre la imagen femenina no es un debate meramente sociológico. Según un estudio que el 'Behaviour Research and Therapy' publicó este año, las británicas se miran al espejo unas 38 veces al día, frente a las 18 que hacen los hombres. La investigación demostró que nuestro reflejo puede incrementar nuestra ansiedad y depresión sobre lo que vemos, especialmente si inspeccionamos nuestro cuerpo durante más de 10 minutos. Una prueba más de lo influenciados que estamos por nuestra imagen personal pero, ¿es necesario cortar tajantamente con nuestro reflejo para recuperar nuestra confianza? Los expertos, aunque creen que puede ser terapéutico en cierta medida, descartan llevar al extremo esta práctica.

Raquel Linares, psicóloga clínica y directora de la Fundación ABB, especializada en tratamientos y prevención de trastornos alimentarios, no apuesta por llevar el ayuno de espejo al límite. “Aunque te ayuda a liberarte de la crítica interna, sólo lo recomendaría a personas que tienen un nivel de obsesión elevado con su cuerpo, personas que han llegado distorsionar mentalmente su propia imagen y necesitan una especie de purga”, apunta.

Linares, que lleva 18 años tratando el trastorno dismórfico corporal, aplica las terapias sin espejo a pacientes afectados por trastornos de alimentación como mecanismo de arranque para que vuelvan a recuperar “la objetividad” sobre su cuerpo. Desde su fundación, además, gestionan la red de blogs '1espejo1000 ventanas', una plataforma en la que los pacientes hablan positivamente de su experiencia tras comprender que “el espejo, como símbolo de su obsesión con su imagen, les obligó a cerrar las mil ventanas que tenían a su alrededor”.

Para José Ignacio Baile, profesor de psicología clínica en la Udima y autor de varios estudios sobre la imagen personal, “el abandono temporal del espejo no tiene porque tener ningún efecto psicológico, más allá de la sensación personal de liberación por estar adoptando una acción protesta”. Baile asegura que si bien con el 'mirror fasting' el espejo se convierte “en un cómplice de la presión ejercida contra la mujer a lo largo de la historia”, lo “más sano es relacionarse adecuadamente con nuestro cuerpo y con los elementos asociados a él, como un espejo”.

La propia Whitefield-Madrano, pionera de la tendencia y que ha decidido convertir en ritual anual su ayuno de espejo, no cree que el 'mirror fasting' sea una técnica que sirva a cualquiera. “Sólo lo recomendaría a la gente que realmente esté interesada en hacerlo. No creo que sea algo que todo el mundo quiera o necesite hacer. Pero el hecho de que tanta gente esté interesada en ello me hace pensar que la sociedad tiene curiosidad en saber cómo es vivir sin espejos. Aunque yo me sigo mirando en ellos (no tanto como antes), no quiero perder las lecciones que he aprendido”, concluye.
 

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