El triunfo del periodismo ‘baboso’ (o por qué sobreviven las entrevistas sexistas)
Pasa, habitualmente, desde el siglo pasado: si un hombre tiene que escribir un perfil sobre una artista/actriz conocida (y atractiva) la cosificará sin remedio.
«Ey, solo quiero decirte que eres muy decepcionante en la vida real». Fue escuchar esto, embarazada de siete meses en una sala repleta de periodistas, y Lena Headey no dio crédito. Una de las protagonistas de Juego de Tronos (interpreta a Cersei Lannister en la serie de HBO) tuvo que aguantar el tipo ante las continuas faltas de respeto de un reportero que no dejó de evaluarla delante de toda una sala. «Se levantó y me dijo, ‘¿es este tu pelo realmente?’ (Headey es morena fuera de la ficción). Cuando le dije que sí, me contestó: «La peluca es mucho mejor. Me gustas más como rubia». Yo...
«Ey, solo quiero decirte que eres muy decepcionante en la vida real». Fue escuchar esto, embarazada de siete meses en una sala repleta de periodistas, y Lena Headey no dio crédito. Una de las protagonistas de Juego de Tronos (interpreta a Cersei Lannister en la serie de HBO) tuvo que aguantar el tipo ante las continuas faltas de respeto de un reportero que no dejó de evaluarla delante de toda una sala. «Se levantó y me dijo, ‘¿es este tu pelo realmente?’ (Headey es morena fuera de la ficción). Cuando le dije que sí, me contestó: «La peluca es mucho mejor. Me gustas más como rubia». Yo le dije, «Ok». Me acababa de machacar. ¿Cómo le pareció adecuado decirme eso?». Lo que la intérprete ha desvelado en una reciente entrevista con Insider es una tónica bastante general para las artistas.
Hace unos años, la periodista cultural Maura Johnston, al hilo de este polémico perfil de Lana del Rey en el T Magazine del New York Times, escribió una especie de guía útil para no escribir de forma misógina sobre estrellas del rock femenino. Todo se reducía, básicamente, a cuatro normas de facilísima asimilación:
1. Si cambias el género y crees que todas esas frases descriptivas sonarían ridículas para un hombre, ¡bórralo!
2. No te inventes mierdas sobre una artista para sexualizarla.
3. No compares a esa artista con otra artista femenina y si lo haces, pregúntate: ¿con qué objetivo o por qué?
4. No confundas que ella sea educada contigo a que esté flirteando y, por favor, después no escribas párrafos y párrafos sobre ese encuentro que has malinterpretado totalmente (algo que le pasó al sacrosanto Neil Strauss con Jewel, en su controvertido perfil para Rolling Stone)
A Johnston no le faltaba razón para escribir algo así. Todo esto de sexualizar y convertir a la entrevistada en un simple objeto a ojos del redactor (masculino) de turno lleva pasando décadas. Le pasó en los 60 a Brigitte Bardot, cuando en los tres primeros párrafos de su entrevista en la revista Look, Thomas B. Morgan decidió no mencionar su nombre pero sí llamarla ‘gatita descarada’ con cuerpo de ‘niña-mujer’ y recordar a los lectores la promiscuidad de la actriz (a los ojos de él, claro), resaltando que ella se negaba a asumir el rol de madre tradicional. Pasaba en los 60 y sigue pasando. Así lo destacaba Carly Lewis en The Walrus, donde recopilaba más casos en los que este tipo de ‘tic’ periodístico sexista se da a cabo y lamentaba que en todos esos textos, firmados por hombres, no se hiciese el esfuerzo de intentar comprender a la artista para acabar reduciéndola a un cliché: «A menudo, escritores masculinos privilegiados cuyos titulares dominan las publicaciones que leemos se equivocan al escribir sobre mujeres, lo hacen de una manera que simplifica la existencia femenina con frases condoscendientes como ‘gatita descarada’ o bomba sexual».
Lewis recordaba casos nefastos de firmas veneradas y multipremiadas del género periodístico como Chuck Klosterman (en su perfil sobre Merrill Garbus) o Tom Junod (hablando sobre Lana del Rey) y lamentaba su índole reduccionista: «parece prácticamente imposible que los perfiles de mujeres no queden relegados a la mirada masculina, aunque esa mirada no es necesariamente el problema. El problema real aparece cuando el escritor va más allá e imprime su juicio moral, lo parafrasea, asume, generaliza, simplifica y proyecta».
Toda esta simplificación se ha repetido con especial intensidad estas últimas semanas, cuando hemos visto florecer como buganvillas trepadoras perfiles femeninos con cierto regusto onanista en diversos medios. Esto, obviamente, no significa que todos los periodistas masculinos firmen textos sexistas cuando hablen de mujeres, pero sí que refleja una tendencia que se ha ido perpetuando y claramente permitida por editores de publicaciones prestigiosas (como cuando, por ejemplo, Stephen Marche vendió a Megan Fox en Esquire como «el salvapantallas del ordenador de un adolescente, la fantasía de un abogado de mediana edad o una figura de atrezzo sexual para vender películas y vaqueros» y después la comparó con ritos de sacrificio aztecas para expresar la necesidad de las películas «de sacrificar carne bella»).
Margot Robbie en Vanity Fair (o cómo no empezar un perfil)
De lo más comentado ha sido el perfil laudatorio que Rich Cohen ha escrito sobre la protagonista de La leyenda de Tarzan y de Suicide Squad el último número de Vanity Fair USA, pero no sólo por simplificar Australia y decir que «es como EEUU hace 50 años» y resaltar que ahí «los dingos se comerán a tu bebé», sino por el tono paternalista y cosificador con el que habla sobre la actriz del verano, a la que de primeras le atribuye el sello de «vecinita de América», para pontificar después con que la chica denota «cierta pérdida de inocencia». Ya en el primer párrafo, para que el lector sepa de quién hablamos, Cohen lamenta que nos tengamos que haber ido a Australia para buscar a la nueva ‘girl next door’ y establece una retahíla de clichés por los que le han acusado de sexista y algo pervertido: dice que es «guapa, pero no guapa de pasarela, más como un baile lento o un estado de ánimo triste», y pese a ir teñida («es rubia, pero sus raíces son negras), o ser bajita («es alta, con la ayuda de ciertos tacones») queda bastante claro que al autor le excita su entrevistada («puede ser sexy y serena mientras esté desnuda, pero sólo como un personaje»).
Como era de esperar, en Twitter proliferaron los comentarios consternados con el texto (algunas respuestas hilarantes resumían el perfil como «Margot Robbie es de Australia. Allí tienen un huso horario distinto. Además, es rubia y tengo una erección»). La activista y escritora Roxanne Gay (conocida por publicar Bad Feminist y encargada de escribir la próxima serie de Marvel sobre Black Panther) zanjó la polémica diciendo: «Cada número de Vanity Fair de este mes viene con una fina capa del semen de Rich Cohen que mantiene unidas las páginas del perfil de Margot Robbie».
Robbie, por cierto, ha reaccionado ante la polémica en esta entrevista y recuerda que ya mientras la hizo pensó que era un poco «extraña» y que cuando por fin la leyó, pensó: «vaya, no sé a dónde quieres ir a parar, esto es muy extraño».
Sky Ferreira o la sexualización gratuita en Los Ángeles Times
El sex appeal de Sky Ferreira es lo que necesita ahora mismo la industria del pop. Así titulaba recientemente Los Ángeles Times el perfil que Art Tavana escribió sobre la artista, que ya empezaba comparando a la cantante con un coche de carreras italiano y con el sujetador de cono rosa de Gaultier que popularizó Madonna (en el segundo párrafo el autor insistía en las «tetas atómicas» de Madonna). El texto es una especie de pseudoensayo cultural que busca convencer al lector de que, simplemente, Sky Ferreira está buena y está buena de forma natural («no como Taylor Swift o Katy Perry, que parecen perpetuamente incómodas por parecer más cool de lo que son»).
No contento con comparar el sex appeal de la artista con «la sensación de escuchar a Slash tocar su guitarra», Tavana se marca un clásico en este tipo de perfiles escritos por hombres: comparar a una artista con toda mujer que alcance la lista de éxitos. Si para algunos sería una auténtica marcianada comparar el estilo de Jack White con los One Direction, aquí se emplean centenares de caracteres para comparar a Ferreira con Ariana Grande y Christina Aguilera («no tiene el talento de ambas»), con Britney Spears («un producto sin cerebro»), Grimes («superheroína feminista»), Beyoncé («codiciosa»), Meredith Graves («punk») y los símiles anteriormente mencionados con Madonna, Katy Perry o Taylor Swift.
El texto suscitó tantas críticas que el editor de la sección de música, Andy Hermann, tuvo que publicar unas disculpas en la web de Los Angeles Times. «Hemos cruzado la línea entre ser provocativos y ofensivos» dijo, mientras Sky Ferreira publicó una serie de tuits condenando el artículo: «El 95% de los artículos y entrevistas sobre mí tienen algo ofensivo, falso o son (a veces tremenendamente) sexistas. Algunos han sido más pasivo agresivos que sutiles o socialmente aceptables. Obviamente soy mucho más que mi ‘sex appeal’. Me he pasado demasiado tiempo frustrada por este tipo de basura que me ha afectado a niveles personales».
Michelle Jenner y su entrevista más incómoda
Pues eso, ojo a las seis primeras preguntas que la actriz tuvo que aguantar como pudo en este encuentro con El heraldo de Aragón. «Aquí me quedo en blanco mirándole los ojos»… «Son cristalinos como las playas del Caribe que vemos por la tele. Son tan claros que hasta se ven las palmeras y los cocoteros»… «No es difícil enamorarse de usted». Este debe ser el tipo de donjuanismo que defiende Josep Maria Correal en su reciente, y nefasta, columna de El diari de Tarragona.
Al final, con tanto cliché a cuestas, es normal que estos mismos periodistas masculinos (no todos, recordemos) acaben caricaturizados. Lo ha hecho Amy Schumer, cuando aprovechó su entrevista en GQ para lanzar un dardo sobre el tema: «He tratado con muchísima prensa en los últimos años, y me he dado cuenta de que sería un lugar común para satirizar. ¿Cómo? Pues así como un poco de que cuando ellos escriben el perfil de una chica están siempre al borde del precipicio insinuando el ‘casi follamos’, poniendo frases como ‘ella caminó, y sus pezones se pusieron un poco duros, y ella pidió un whisky porque le escocía la garganta».
Y si con la parodia no basta, siempre podemos hacer uso de los sarcásticos consejos de la imperdible web Reductress, que al hilo de esta oleada de perfiles de sexistas escritos por periodistas masculinos ha escrito un decálogo de cómo debe prepararse ante tal aconticimiento titulándolo Cómo vivir tu vida si un periodista cachondo va a escribir sobre ti:
1. «Ten una imperfección, pero no una imperfección hot: A los escritores cachondos de mediana edad les gusta sentir que su atracción por actrices de veintipocos es un acto de caridad, así que es importante que cultives esa falla que los hombres puedan examinar generosamente».
2. «Parécete a alguna comida: Recuerda que a los escritores masculinos les encanta comparar a las mujeres con la comida, ¿y por qué no lo harían? Cuando te vistas y te presentes ante ellos, prueba a parecerte a una baya, un pastel, crema, miel o incluso una tarta. Piensa que tu perfil de Vanity Fair también podría encajar para publicarse en Bon Appetit. ¡Eres un tema muy apetecible!»
3. «Recuerda que eres esa rara excecpción a que la belleza y el talento no pueden coexistir».
4. «Viste sexy, pero como si fuese por accidente».
5. «Cómparate vigorosamente con otras mujeres: Deja de verte como un ser humano singular y acepta que eres una especie de pastiche a lo Frankenstein de otras mujeres famosas que llegaron antes que tú. La precisión es la clave, si puedes definirte a ti misma como un 30% de los huesos de Keira Knightley, un 20% de las cejas de Cara Delevingne, un 15% de la sonrisa de Beyoncé y un 30% de sus tetas, lo estarás haciendo bien. ¿El 5% restante? Eso es lo que te hace especial, chica».