Cómo sobrevivir de la mejor manera posible a un trabajo que te paga las facturas pero te hace infeliz
Es importante emplear herramientas de gestión del tiempo y desmontar dos mitos: el de la meritocracia y el de Instagram, donde se lee tanto eso de “ama lo que haces y no tendrás que trabajar nunca”. Varias expertas en RR.HH, gestión del tiempo, cultura empresarial, psicología nos dan su visión sobre cómo gestionar la situación.
La regla de oro clásica para dejar un trabajo sin tener otro dice que antes de dar el paso necesitas ahorrar de tres a seis meses de tus gastos fijos. Teniendo en cuenta la capacidad de ahorro que tenemos en España, la cifra de empleados insatisfechos (un 77% desea cambiar de empleo, según la Guía del Mercado Laboral 2022 de HAYS España) y la coyuntura actual de precios, quizá resulte práctico saber qué podemos hacer para sobrellevar un trabajo que ...
La regla de oro clásica para dejar un trabajo sin tener otro dice que antes de dar el paso necesitas ahorrar de tres a seis meses de tus gastos fijos. Teniendo en cuenta la capacidad de ahorro que tenemos en España, la cifra de empleados insatisfechos (un 77% desea cambiar de empleo, según la Guía del Mercado Laboral 2022 de HAYS España) y la coyuntura actual de precios, quizá resulte práctico saber qué podemos hacer para sobrellevar un trabajo que no nos gusta.
“Tras una de las crisis mundiales más importantes que hemos vivido como país, España parece mostrar los datos de paro más bajos desde 2008. Una gran noticia que choca frente a esta otra. Según Eurostat, los españoles en activo se sitúan a la cabeza en insatisfacción laboral (24,4%), muy por encima de la media europea (13,8%). Por muy buenos datos de paro que tengamos, en España no siempre es fácil buscar un nuevo empleo y, sin embargo, tenemos casi tres cuartas partes de la población queriendo dejar su trabajo para buscar otro”, arranca Marina Ruiz, psicóloga y directora de RR.HH. en Psonríe.
Lo que le pasa a tu cuerpo cuando odias tu trabajo
“Cuando odias tu trabajo el primero en hablar es el cuerpo. Dolor de estómago, nudo en la garganta, espalda contracturada… es un carrusel físico que se desata. Nuestro cuerpo es una máquina de supervivencia y cuando algo le amenaza se prepara para huir”, comienza Sara Granado, experta en gestión de talento, Recursos Humanos y cultura empresarial. El aparato digestivo es una diana clásica de los trabajos malditos: molestias gástricas, diarrea, estreñimiento, gastritis, dolor de estómago, náuseas. La principal emoción que surge relacionada con estas situaciones es la ansiedad que, mantenida en el tiempo, se convierte en estrés: según el estudio Percepción y hábitos de la población española en torno al estrés, elaborado por los laboratorios Cinfa en 2017 y avalado por la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés, la irritabilidad es el primer síntoma. Después pueden llegar la confusión, dificultad para concentrarse o para tomar decisiones, olvidos frecuentes e hipersensibilidad a la crítica.
Si reconoces estas sensaciones quizá también te veas identificado en lo siguiente: “Lo normal en el ser humano moderno es omitir estas señales y no hacer caso a nuestro cuerpo (…) Las emociones son nuestra guía, nos avisan, nos alertan y nos salvan la vida, así que si estás demasiado triste, rabiosa, enfadada, sensible y apática: alarma. Algo está pasando”, advierte Sara Granado, experta en gestión de talento, Recursos Humanos y cultura empresarial. “El estado anímico y la gravedad de los síntomas dependen de los motivos por los que no nos guste ese trabajo: si es por menosprecio o machaque de tu superior es mucho peor que si es porque simplemente estás buscando mejorar profesionalmente”.
¿Qué es lo que ha pasado para llegar hasta aquí? “Las personas buscan trabajos con propósito, sentir que sus valores y los de la empresa están alineados, que pueden mejorar, aprender y promocionar, horarios flexibles que permitan conciliar y disfrutar de la vida personal, y espacios saludables de trabajo, tanto a nivel estructural (lugares de trabajo agradables y funcionales) como relacional (líderes y compañeros positivos)”, explica Marina Ruiz. Para sorpresa de nadie, esto no está sucediendo, y la pandemia y los confinamientos solo lo hicieron más dolorosamente visible. “Esto suena genial y lo vemos muy claro en empresas tecnológicas, modernas startups y grandes corporaciones, pero la realidad es que la mayoría de personas en nuestro país no trabajan de lo que quieren sino de lo que pueden y, en muchos casos, detestan su trabajo”, añade.
¿Hay que ser feliz en el trabajo?
“La conciencia colectiva sobre el trabajo está cambiando. El trabajo siempre ha sido entendido como un medio para conseguir dinero que gastar en los momentos de ocio, equilibrando el sufrimiento del trabajo con la felicidad del ocio. Pero nos estamos dando cuenta de que el trabajo es un tercio de nuestra vida y más nos vale disfrutar, en la medida de lo posible, de él”, opina Marina Ruiz.
“La palabra felicidad es compleja y tiene muchos significados y matices (…) Hoy seguimos debatiendo acerca de qué y cómo lograrla. Por eso yo prefiero hablar de “cultura del cuidado” en el trabajo, es decir sobre cómo favorecer las condiciones adecuadas (marco de trabajo, políticas, arquitecturas de decisión y enfoques) para que las personas alcancen esa combinación deseada de bienestar, productividad y motivación”, expone Alejandra Nuño, socióloga y experta en en crecimiento sostenible, igualdad y bienestar organizacional. Quizá se trata de una adecuación de expectativas: “Los trabajadores necesitan adecuar su nivel de capacidad real con el nivel de reto que desean o pueden asumir. Es muy útil que la persona reflexione sobre qué entiende por felicidad, pero sobre todo cambiar el enfoque desde “lo que necesito” (expectativa) a “lo que puedo hacer” para alcanzarla. La felicidad es una conquista diaria, no un hito; es un “durante” y un “cómo”, y no un “fin” o un objetivo lejano. Depende más de lo que hacemos con lo que tenemos que de lo que tenemos con lo que hacemos”, reflexiona Alejandra Nuño.
“Pero que tu trabajo sea solo una forma de ganarte la vida no quita para que se puedan llevar a cabo acciones para que la experiencia laboral sea más satisfactoria”, añade Marina Ruiz.
Técnicas de “gamificación”, resiliencia y nuevas rutinas
“Para aquellas personas que no pueden dejar su trabajo y que no se encuentran en contextos laborales estructuralmente tóxicos, siempre hay esperanza. Es posible reorientar tanto la actitud como la mirada con la que se procesa la realidad diaria en el trabajo”, comenta Alejandra Nuño. Dentro del trabajo, esta experta recomienda, primero, establecer ciertas rutinas diarias orientadas a alcanzar cierta tranquilidad. Después, afrontar la situación: “No es nada recomendable practicar una actitud de evitación de los problemas. Muy al contrario, la persona debe aprender a afrontar las situaciones que le generan esa tristeza o desazón desde el respeto y la honestidad con el resto de compañeros. Si estoy en un momento bajo en el trabajo y ese momento se está prolongando demasiado según mi criterio, es bueno verbalizarlo a personas de confianza y encontrar canales de desahogo. Vivimos en una época histórica en la que las personas se mueven entre el entusiasmo más feroz y el agotamiento más severo, por lo que nos sorprenderá ver la cantidad de personas que pueden empatizar con lo que estamos viviendo”, asegura.
Desde los RR.HH. también se conocen técnicas para sobrellevar un trabajo que no nos gusta: Marina Ruiz recomienda cinco estrategias.
1. “Piensa por qué realizas este trabajo y las cosas que te proporciona. Buenos compañeros, dinero para hacer lo que te gusta, experiencia… y trata de potenciar las cosas buenas frente a las que te desagradan”.
2. “Si tienes un trabajo automático puedes utilizar técnicas de gamificación para que sea menos monótono”. La gamificación trata de aplicar mecánicas del juego a una tarea para incrementar el interés, la motivación y el compromiso de quien la realiza. Esta estrategia depende de la cultura de la empresa pero también existen apps que uno puede utilizar de manera personal para “gamificar” tareas diarias, también en el trabajo. Forest (con la que se plantan semillas), MindSnacks (que ofrece desafíos cronometrados) o Habitica (que ayuda a aumentar la productividad y desarrollar nuevos hábitos) son tres buenos ejemplos.
3. “Habla con tus superiores de forma que podáis llegar a un entendimiento buscando alternativas para que tu trabajo sea más agradable”: la comunicación es siempre la herramienta más directa, asegura esta experta en recursos humanos.
4. “Tira de resiliencia; trata de adaptarte a la situación y sacarle el máximo beneficio”.
5. “Pero, si de verdad odias tu trabajo, no te queda más opción que cambiar. Piensa qué te gustaría hacer, qué sabes hacer y una vez que encuentres el punto común entre esas dos respuestas, ¡ponte a buscar!”
Todo lo que pasa fuera
Una de las estrategias en la que coinciden todas las expertas pone el foco en potenciar la vida fuera del trabajo. “Para no caer en la tristeza a menudo resulta muy útil encontrar o frecuentar foros, contextos o actividades que fomenten la afiliación. Tener una vida sana más allá del trabajo facilita relativizar la importancia de la jornada laboral en nuestras vidas. Se sabe que el bienestar humano depende en un alto grado de la calidad de las relaciones sociales que una persona entabla en su día a día. Es altamente beneficioso el soporte, apoyo y cobertura que brindan buenas amistades, relaciones de amor saludables o actividades físicas o culturales orientadas al goce y el disfrute. La generosidad, la acción desinteresada, una buena alimentación, un cuidado de la mente y el cuerpo, o los planes junto a otras personas -sobre todo tras la pandemia- son atractores de salud”, recuerda Alejandra Nuño.
En la misma línea, Patricia Benayas, coach de Gestión del tiempo y Productividad anima a cuidar cuatro aspectos fundamentales para evitar dañar la autoestima cuando somos infelices en el trabajo: “realizar una rutina de ejercicios regular, llevar una dieta equilibrada, descansar y desconectar y rodearse de gente positiva y que te apoye. Huye de las personas negativas, solo harán que te hundas más”. La organización y los hábitos saludables son clave a la hora de mantener el ánimo alto, asegura: hasta que puedas cambiar ese trabajo, “aprovéchalo para aumentar tus posibilidades de lograr uno que realmente te apasione. Utiliza los recursos y las posibilidades que tienes a tu alcance para mejorar tus condiciones. Ponte retos: Trata de elegir las tareas y proyectos que, aunque no te interesen en sí mismos, te permitan desarrollar tus habilidades y competencias. Además de mejorar tu CV, los retos estimulan y animan”, recomienda Patricia Benayas. “Busca tiempo de calidad para ti: el tiempo de calidad que pases en tu ocio también te ayudará a desplazar el foco de atención hacia cosas más agradables, lo que te aportará claridad mental para resolver problemas”.
E insiste: “Mientras debas seguir en un trabajo que odias porque necesitas ese tiempo para desarrollar tu plan para escapar, tienes muchísimo que ganar si aprovechas ese tiempo para añadir contactos interesantes a tu red y para mejorar tu CV. Nunca dejes de buscar empleo. Las oportunidades surgen cuando menos te lo esperas y, además, te servirá para estar al tanto del tipo de persona que buscan las empresas y enfocarte en desarrollar esas habilidades que te harán ser el candidato que buscan”.
La actitud proactiva es doblemente eficaz: “Cuando estamos en un trabajo que no nos satisface, tendemos a hacer cada vez menos, con lo que las horas parecen que no pasan y cada vez nos sentimos peor. Por eso, trata de mantenerte ocupado en el trabajo, tómate tus actividades como una forma de que el final del día llegue más rápido. Además, mantener tu productividad en un nivel aceptable evitará tensiones con tus compañeros”, recalca Patricia Benayas. “Diseña tu jornada para que sea productiva, ponte objetivos que cumplir. Si solo navegas por Internet o miras el email el tiempo pasará mucho más lento. Utiliza tu tiempo para pasar a la acción. Puedes seguir quejándote y desear dar marcha atrás en el tiempo (algo imposible hoy por hoy) o puedes hacer algo productivo para sobrellevar mejor esta situación”.
Ponerse en marcha no es fácil desde el desánimo. “Lo mejor que puedes hacer es poner el foco en controlar tus pensamientos. Eliminar los pensamientos negativos que no te dejan avanzar”, recuerda Patricia Benayas. “Se nos olvida que la manera en la que pensamos afecta a nuestra vida muchísimo más de lo que creemos. Darle vueltas al mismo problema, hacernos sangre sobre lo mismo no soluciona nada, todo lo contrario. Cambia esos pensamientos negativos por positivos: qué es lo que más te gusta hacer, por qué aceptaste este trabajo… dale la vuelta a las cosas. A mis clientes siempre les digo que lo escriban, que lo saquen de su cabeza y que lo vuelvan a leer. Los problemas suelen ser menos graves por escrito que cuando están en nuestra cabeza”.
Redirigir la actitud es, probablemente, el paso más definitivo para llevar mejor la situación: “Otra forma de hacerlo es ver las cosas que puedes hacer gracias al trabajo (ese «trabajo alimenticio») que tienes ahora: irte de vacaciones, pagar la educación de tus hijos, disponer de toda la tarde libre, tiempo para desarrollar tu proyecto personal…”, añade Patricia Benayas.
Párrafo para los jefes: sin futbolín también se puede
El mundo empresarial parece que comienza a preocuparse por los aspectos que preocupan a los empleados pero la aplicación real y práctica “está siendo distorsionada por estrategias engañosas de venta del bienestar laboral o decisiones cortoplacistas. Siempre digo que favorecer el bienestar en el trabajo no consiste en comprar una mesa de ping pong o cambiar el mobiliario de una oficina. Los aspectos físicos y estéticos son importantes (luz natural, espacios comunes, privacidad, elementos de comunicación…) pero lo determinante es la cultura. Los procesos de cambio cultural son largos y requieren conocimiento y perspectiva”, asegura Alejandra Nuño.
Dicho esto, las empresas pueden hacer (y mucho) por la felicidad de sus trabajadores sin necesidad de ser un paraíso geek de Silicon Valley: Marina Ruiz propone cinco claves.
1. “Implementar modelos híbridos de trabajo en aquellos lugares en los que sea posible, de manera que el empleado pueda disfrutar de las ventajas de teletrabajar en casa, en ocasiones, y también de mantener las relaciones con los compañeros”.
2. “Flexibilizar y adaptar —según las necesidades del empleado— los horarios en aquellos puestos que no puedan contar con la posibilidad del teletrabajo. Una primera medida, por ejemplo: acabar con el horario partido que hace que muchas personas sientan que viven en su trabajo y no tienen tiempo para hacer nada fuera de su horario laboral”.
3. “Como dueño/a de un negocio o empresa, ser un buen líder o seleccionar buenos líderes que motiven a sus trabajadores, den ejemplo, escuchen y sean empáticos, detecten los puntos fuertes de su plantilla y los promuevan y, sobre todo, pongan freno sin contemplaciones a los trabajadores tóxicos o a las situaciones de acoso”.
4. “Establecer las tareas y labores de cada puesto claramente para que el trabajador conozca sus obligaciones de forma transparente, evitando la incertidumbre y los equívocos a la hora de evaluar la consecución de objetivos”.
5. “Brindar posibilidades de aprendizaje. Alguien en hostelería puede querer aprender cocina, o gestión del negocio, o labores comerciales… En una tienda, pueden mejorar en marketing, técnicas de venta, etc. Cualquier empleo puede tener variables de mejora que, conociendo los puntos fuertes de la plantilla, puedan servir para que estas personas se desarrollen, se sientan cada vez más valoradas y, además, aporten innovación a la empresa”.
Y concluye: “No es necesario ser un alto directivo, tener un futbolín o cestas de papayas para que una persona se sienta bien en su trabajo”.
Alejandra Nuño añade referentes a la hora de hacer más felices a los empleados: “En la actualidad las propuestas de mejora de los entornos de trabajo orientadas a la consecución de felicidad y/o bienestar son muy variadas, desde las propuestas de Laszlo Boch (Google) y Tony Hsieh (Zappos) hasta los modelos centrados en lo sistémico y los valores como son los casos de Otto Scharmer, Frederic Laloux o Barrett, pasando por la utilización de herramientas de dinamización del trabajo y la humanización de los procesos que proponen las metodologías ágiles o el service design. Los modelos de gestión también están cambiando e introducen prácticas de liderazgo distribuido como las que sugieren Logan, King y Fischer-Wright en su modelo de liderazgo tribal, o las que defienden Carney y Getz en su propuesta de dejar libertad al trabajador basada en varios casos de éxito. Desde mi punto de vista esta área de desarrollo organizacional es aún incipiente, queda mucho por lograr y a menudo las propuestas pecan de ingenuidad o falta de pragmatismo”.
Esta socióloga recuerda algo muy útil para un líder, y es que que no siempre necesitamos crecer verticalmente en el trabajo y que cuando lo deseamos suele ser por posicionamiento social, por consecución de logros personales o por pura “idiosincrasia social”. Esto último, asegura, “tiene que ver con un contexto social alocado y centrado en el eterno crecimiento del consumo de masas a partir del cual olvidamos las cosas importantes de la vida (redes afectivas, solidaridad social, disfrute de las pequeñas cosas). Nuestra estupidez crece a medida que nos alejamos de la realidad para alcanzar cuotas de apariencia. Cuanta más autoridad intento aparentar, menos bienestar me aporto. Hoy -en un nuevo contexto con nuevas generaciones concienciadas por los problemas globales- sabemos que la autoridad o el reconocimiento social no llegan por el ascenso eterno sino por el equilibrio y la tranquilidad que aporta la madurez vital”.
Y añade: “La idea de crecer siempre hacia arriba ha cambiado. Ahora también se puede crecer sin moverte de tu puesto de trabajo. En el mundo de la consultoría hace años que existen las carreras laterales. La idea fue revolucionaria al principio, pero ha funcionado bastante bien. Se trata de entender que hay personas que no quieren liderar a otras personas y que simplemente desean continuar en su trabajo aprendiendo a mejorar y alcanzando la excelencia técnica”.
“El nivel de satisfacción con el trabajo realizado es una de las variables menos tenidas en cuenta para la productividad por parte de las empresas. Cuando un empleado no es feliz en su trabajo, su productividad desciende considerablemente y suelo “contagiar” al esto del equipo. Yo siempre digo que un empleado feliz trabaja mucho mejor y eso repercute en la productividad de la empresa, todos ganan”, aporta Patricia Benayas.
La “dulce rendición”
¿Existe alguna manera de “resetear” esta situación si no podemos dejar el trabajo? ¿Cómo gestionarlo para que no nos suponga demasiado? “Hay una palabra mágica en los procesos de transformación: aceptación. Es lo único que podemos hacer, aceptar y entender que será pasajero y que no durará eternamente, aprovechar y exprimir aprendizajes o incluso hacer lo que podamos sin quemarnos para irnos con la serenidad de haberlo intentado”, nos cuenta Sara Granado. “Hay un concepto budista que aprendí en una formación y utilizo mucho en las sesiones de transformación, se llama “La dulce Rendición” y es la sensación de poder rendirse con la sonrisa calmada de una guerrera que lo ha dado todo. Me rindo sí, ya no es muy lucha, pero sonrío por haberlo intentado”.
Cómo detectar un “burnout” a tiempo
Estar quemado en el trabajo es algo que puede desatar consecuencias graves para la salud. Así lo describe Sara Granado: “El burnout no aparece de un día para otro. Tú lo sabes, lo sientes, lo vives. Es pensar en ir a trabajar y tu cuerpo se paraliza, náuseas, tristeza, desgana y algo que solo podemos explicar los que lo hemos vivido. Yo hago el símil con una relación de pareja en la que te han hecho mucho daño, lo natural es alejarte y poner fin. Pero si por circunstancias personales y económicas no puedes alejarte, ve al médico, pide ayuda, confía…ellos sabrán lo que hacer. Muchas veces aceptar que no podemos con todo, ni salvarnos solas marca la diferencia”.
“Sal de ahí cuando puedas”
Antes de plantearnos dar una vuelta a una experiencia laboral negativa y abortarla como una oportunidad es necesario tener en cuenta “que existen líneas rojas, es decir, unas condiciones mínimas de salud mental y física en el trabajo por las que toda persona debe velar al objeto de salvaguardar su integridad psicológica y física”, advierte Alejandra Nuño. No todo vale en el trabajo. Desde una mirada sociológica, nos detalla tres dimensiones: las condiciones laborales de base (salario, horarios, entorno físico seguro, status o condiciones técnicas) o lo que Herzberg (1967) llamó factores higiénicos del trabajo. Después están los contextos laborales tóxicos, que toda persona debe evitar: hablamos de problemas intolerables que promueven, mantienen o cronifican escenarios de explotación, intimidación o abuso. En tercer lugar están los elementos que pueden ser depresores, como el ambiente laboral o el estrés”. Si tu trabajo suspende en todas, deberías dejarlo: “Mi consejo es que hagas lo posible por buscar alternativas”, dice Alejandra Nuño.
Todas las herramientas de cambio de percepción están dirigidas siempre a personas a las que no les gusta su trabajo porque preferirían realizar otras labores, “y no a personas a las que no les gusta su trabajo porque sufren condiciones precarias o acoso laboral. Estas situaciones no son aceptables bajo ningún concepto y es responsabilidad de la administración pública y de la sociedad en general que dejen de ocurrir”, recalca Marina Ruiz.
“Disfrutar en tu trabajo es fundamental, ya que pasamos mucho tiempo en él. Por eso, si no estás a gusto en tu trabajo, sal de ahí lo antes posible (…) Mi consejo es que cambies lo antes posible porque afectará a tu vida en general, incluso a tu salud”, recuerda Patricia Benayas.
“Ama lo que haces y no trabajarás nunca”
Es algo que se lee mucho por Instagram, esa red social donde todos mostramos la parte más bonita de la vida (y muchas veces editamos la realidad para creérnosla). “Esa frase me parte en dos las ganas. No me gusta. Amo lo que hago cuando juego con mi hija o voy a la playa a nadar, cuando me da el sol en cara o cuando veo una puesta de sol en un chiringuito con mis amigas. No podemos romantizar el trabajo, ni debemos, aunque nos guste mucho ese trabajo. A día de hoy puedo decir que adoro mi trabajo pero es solo eso, trabajo. Mi vida transcurre fuera de él y es maravillosa”, dice Sara Granado.
“Desde mi punto personal, todos deberíamos hacer aquello que amamos, ya que todos tenemos un talento que nos hace únicos y desarrollarlo y ponerlo al servicio de los demás sería lo mejor. Pero no deja de ser un trabajo. Y en todos los trabajos siempre habrá tareas que no nos gusten, así como obligaciones. No es lo mismo hacer algo por hobbie que por dinero (eso es un trabajo, cobrar por lo que sabes hacer)”, recuerda Patricia Benayas.
“La meritocracia y amar lo que haces son dos cosas diferentes. Lo primero es un mito ya sobradamente demostrado como tal; lo segundo (la vocación o El elemento de Ken Robinson) es una creencia que bien llevada puede ser muy beneficiosa por las personas. En la antigüedad la base del trabajo artesano era el amor por la tarea, el cuidado de los detalles en otras palabras. En la actualidad tendemos a recuperar esta tendencia en medio de un mundo caracterizado por la estandarización y la producción en masa, de modo que se dan estas dos velocidades”, analiza Alejandra Nuño.
Hace unos días el Future Policy Lab publicaba el informe “Derribando el dique de la meritocracia” (mayo, 2022). “El estudio arroja un dato demoledor: el techo de cristal en el ascensor social es cada vez más grande. En España es 24 veces más fácil acceder a la élite económica viniendo de una familia perteneciente al 1% del top de poder adquisitivo que a una familia ubicada en el 10% más pobre. Las mismas dificultades, según el estudio, se encuentran las personas que nacen en familias más pobres y pretenden alcanzar un nivel de renta medio. Adrian Adermon, Mikael Lindahl y Daniel Waldenström hicieron otra afirmación aún más clara en su estudio “La movilidad intergeneracional de la riqueza y el papel de la herencia” (2016). Dijeron literalmente que «el éxito económico se hereda» y que esto ocurre en España al menos en un 50% de los casos en un país donde el 10% de la población acumula el 57% de la riqueza. Este último dato ha tendido a acentuarse desde la crisis de 2008 y la desigualdad no ha variado en apenas 30 años según el World Inequality Lab”, apunta Alejandra Nuño.
El “si quieres, puedes” de los 80 aceleró esta creencia aspiracional que ha generado, apunta Alejandra Nuño, serios problemas de salud mental en las sociedades. “Si bien el emprendimiento es una opción de vida admirable, es bueno aceptar que ha existido una burbuja de este favorecida por administraciones públicas y sectores empresariales. Lo mismo se podría decir de los incipientes libros de autoayuda que surgieron para “resolver la vida de la gente” en los años 90 y que, si bien algunos han sido de gran ayuda, la mayoría de ellos ha simplificado los problemas de la gente a la máxima “no eres feliz porque no quieres”. Los sociólogos sabemos bien que el bienestar social depende de muchos factores macro y micro, estructurales y coyunturales, geográficos y culturales, etc.… que determinan el desarrollo de una sociedad y sus individuos”, añade Alejandra Nuño.
Hoy sabemos que el modelo del American Dream “es claramente inasumible en términos de sostenibilidad ambiental, económica y social. La sociedad estadounidense se enfrenta hoy de nuevo a sus peores fantasmas y trata de reformular un modo de vida que no se puede mantener por mucho más tiempo. Este tipo de movimientos culturales generaron unas expectativas desmesuradas que muy pocos podían alcanzar. Fue entonces cuando surgieron los “gurús” empresariales y los refritos conceptuales de la sabiduría milenaria mezclados con la cultura de mercado moderna. De todo aquello han quedado retazos positivos, pero sobre todo una sensación de frustración en los trabajadores que todo propietario de empresa se ve obligado a acometer hoy en día. La justicia meritocrática por sí sola no existe. No es real decir que una persona obtiene siempre aquello que se merece. La meritocracia solo funciona cuando las condiciones contextuales, sociales y culturales favorecen el desarrollo equilibrado de las sociedades”, esgrime Alejandra Nuño. Según el informe del Future Policy Lab aproximadamente el 75% de nuestros ingresos adultos no se deben a circunstancias asociadas a nuestro esfuerzo propio.