Qué pasa cuando tu hija de dos años muere (o cómo escribir sobre el duelo)
Cuatro libros para cuatro duelos muy distintos. El debut de diversos autores se centra en cómo gestionar la pérdida de un ser que amamos.
Están las viudas y los viudos o los huérfanos sin padres. No existe una palabra para nombrar la pérdida de un hijo. Nadie, ni siquiera el destino, espera tener que enfrentarse a ello. Jayson Greene tenía 33 años y trabajaba como editor de la revista Pitchfork cuando un brutal accidente cambió su vida para siempre. Un ladrillo suelto de un edificio cayó sobre su hija Greta de dos años. La pequeña estaba sentada al fresco en un banco con su abuela, Susan, en su residencia de lujo en el Upper West Side de Nueva York. Las dos estaban come...
Están las viudas y los viudos o los huérfanos sin padres. No existe una palabra para nombrar la pérdida de un hijo. Nadie, ni siquiera el destino, espera tener que enfrentarse a ello. Jayson Greene tenía 33 años y trabajaba como editor de la revista Pitchfork cuando un brutal accidente cambió su vida para siempre. Un ladrillo suelto de un edificio cayó sobre su hija Greta de dos años. La pequeña estaba sentada al fresco en un banco con su abuela, Susan, en su residencia de lujo en el Upper West Side de Nueva York. Las dos estaban comentando una obra de teatro infantil que habían visto el día anterior. El ladrillo hirió a Susan y mató a Greta. Todo lo que pasó después de ese accidente se explica en Once more we saw the stars (Penguin, 2019), las recién editadas memorias de Greene sobre las consecuencias de esa fatal coincidencia espacio temporal. Un texto más luminoso que sombrío sobre volver a empezar y quererse a uno mismo de nuevo (y a los demás) tras un pérdida de este calibre. La única que, como él mismo recuerda, no tiene nombre para designarlo. Greta había tenido problemas de salud desde que nació. A sus dos años, las noches en vela de unos padres chequeando la respiración de su bebé parecían haber pasado a la historia. «¿Qué sentido te queda cuando a tu niña la asesina un elemento de tu entorno cotidiano, en el preciso momento que te habías dado por vencido de que algo te la podría arrebatar en cualquier momento? ¿Qué lección aprende tu sistema nervioso? Sentado a los pies de la cama del hospital de mi hija, estoy demasiado atontado como para entender algo de esto. Pero lo haré, pronto», escribe el periodista en una de las lecturas más anticipadas del año según The New York Times.
“Me negaba a tirar sus zapatos porque estaba convencida de que, si los conservaba, John volvería a por ellos”. Cuando Joan Didion escribió su analítico y personal tratado sobre el duelo tras la muerte repentina de su marido, John Gregory Dunne en El año del pensamiento mágico (reeditado ahora por Random House con ilustraciones inéditas de Paula Bonet ), la escritora resumió con este detalle ese estado alterado de la conciencia en el que nos movemos durante el trauma. Para Didion fueron los zapatos; para Paula, la protagonista de Marta Orriols (Sabadell, 1975) en Aprender a hablar con las plantas (Lumen, 2018), su pensamiento mágico es un smartphone. «Todavía cargo tu móvil y lo dejo al cien por cien de batería, y después espero que se agote toda, como si fueses de verdad y las cosas banales te mantuviesen con vida». En su debut como novelista, Orriols describe el duelo inmediato de una neonatóloga de 42 años que pierde a su pareja en un accidente de tráfico pocas horas después de que éste la dejase por otra. «Cuando se vive una pérdida, esta se cuela en todos los ámbitos de la vida», explica Orriols, que escribió el libro tras sufrir la de su pareja. «Me habían propuesto escribir una novela y cuando empecé a esbozar la protagonista ya venía con el peso de mi pérdida encima. Entonces metí distancia de por medio, escribí una historia diferente a la mía porque hacer lo contrario me hubiese limitado muchísimo, pero ciertamente, frente a la pantalla en blanco lo único que me salía era escribir sobre alguien que se levanta tras una doble pérdida y sigue adelante como puede», apunta.
«En el duelo es la única manera de vivir. Si miras atrás, te duele mucho, y si miras adelante te da un vértigo espantoso, entonces solo puedes vivir al día», reflexionaba recientemente Ángeles González Sinde en El País. Orriols, que recurrió a Didion, Max Porter (El duelo es esa cosa con alas), Brigitte Giraud (Ahora) o Sergio del Molino (La hora violeta) para inspirarse en su novela, sostiene que «el duelo es algo que permanece para siempre, simplemente pasa que el tiempo lo adormece o lo embota, eso es todo. Siempre está dentro, y despierta cada cierto tiempo, muerde y después se vuelve a dormir. La pérdida permanece en nosotros para siempre, borrarla sería borrar una parte de mí».
‘Millennials’ y duelo, una aproximación
La catalana no es la única que ha elegido debutar con una historia sobre qué pasa cuando pierdes a un ser querido. José Ignacio Carnero (Vizcaya, 1986) escribe en Ama (Caballo de Troya) un sentido homenaje a su álbum familiar y orígenes mientras se prepara para despedirse de su madre, enferma de cáncer terminal.
En Ama, Carnero ofrece una ventana a ese duelo programado de la enfermedad terminal, además de perfilar un retrato generacional de los hijos de esas madres que se partieron el lomo limpiando escaleras para criar a universitarios a los que les ha costado despojarse de su complejo de clase para convertirlo en orgullo: «Ellas, al fin y al cabo, no valían nada. Piernas cansadas, rodillas que duelen, animales de carga. Soy feminista y no lo sabía. Tendrían que tener una estatua, o algo así. Hay estatuas de soldados, y hasta de obreros, pero no de chicas de la limpieza», escribe. En sus páginas, detalles tan cotidianos como un viaje en transporte público sirven como herramienta simbólica del proceso de despedida («Voy al hospital en metro. No sé qué bono comprar: el anual, el mensual o un bono de diez viajes. Comprar uno u otro ticket comporta una decisión que no me corresponde tomar a mí. No me corresponde decidir cuánto tiempo le queda a mi madre»).
Carnero prefirió bucear en la historia de su familia que en la de otros autores célebres que habían pasado por su situación. «He pretendido reconstruir la memoria de mi madre, y de mi familia, pero no escribir de manera ensayística acerca del duelo, así que no he profundizado ni esbozado ninguna teoría sobre ello, aunque esté presente en todo el libro como hilo conductor», aclara. Para este abogado, escribir ayudó a superarlo. «Es la forma de organizar mis ideas y, más allá, es la forma de explicarme las cosas que me suceden; es mi manera también de mentirme para sobrevivir».
Lucía Baskaran (Zarautz, 1988) no debuta, pero en su segunda y última novela, Cuerpos Malditos (Temas de hoy), también parte del duelo de su protagonista, que pierde a su prometido en un accidente de tráfico y empieza una relación con su hermano, para analizar otras realidades sociológicas con una sagaz perspectiva de género como la masculinidad tóxica, el abuso sexual y psicológico, las complejidades de la amistad femenina o la maternidad. «Alguien me contó esta historia y me sirvió de punto de partida para ahondar en otras temáticas», cuenta la escritora, que admite estar influenciada por Didion pero que recurre a otras firmas («Sally Rooney, Carmen María Machado o Gillian Flynn») como fuente de inspiración para su libro.
¿Seguimos sin herramientas para lidiar con el duelo? Orriols lamenta recordarnos que sí: «Vivimos en un sistema que se sitúa de espaldas al dolor, a las emociones en general. En realidad, somos seres frágiles y el resultado de una enseñanza que nos proyecta hacia el éxito y obvia cómo sobrellevar el fracaso, la frustración, en el dolor. Caemos en clichés nostálgicos y convencionalismos heredados».