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El ruido y la furia de Dame Area, el dúo barcelonés con un directo demoledor

Silvia Konstance y Viktor Lux Krux se han convertido en un secreto a voces de la escena internacional gracias a sus demoledores directos, capaces de aproximar la música industrial a los públicos menos iniciados

En ocasiones bastan unas pocas etiquetas algo desafiantes —pongamos EBM, industrial, tribal— para espantar a los no iniciados. El caso de Dame Area, el dúo barcelonés compuesto por la italiana Silvia Konstance y el catalán Viktor Lux Krux, adscrito a estos sonidos, da para estudio: su impactante propuesta en vivo provoca conversiones instantáneas, aunque nunca te hayas adentrado en géneros oscuros. Según acabó su reciente concierto por el 25 aniversario del club madrileño Ocho y Medio, una de estas conversas vagaba entre sus amigos por esa pista aún cargada de electricidad preguntando: “Y ahora, ¿qué hacemos con esto?”. Por ‘esto’ se refería a los altos niveles de euforia y dopamina que contagian sus directos, de lo más contundente que puede verse ahora mismo en España.

Antes de desatar el ruido y la furia, Viktor y Silvia tomaban una cola y un agua pacíficamente en la sidrería de al lado. Su último disco, Toda la verdad sobre Dame Area, se ha convertido en un secreto a voces respaldado por Pitchfork, la biblia global de la música alternativa, al posicionarlo como el segundo mejor álbum de rock de 2024. Nota aclaratoria: lo llaman rock, pero aquí no hay guitarras. Intentamos descifrar con la pareja qué hay tras su singularidad. “Nos hemos ido dando cuenta de esa diferencia. Cuando vamos a un festival indie, somos los únicos que sonamos así. En uno de electrónica, igual. Este año hemos tocado en tres festivales de metal y en todos éramos el único grupo sin guitarras. Siempre somos los distintos del cartel y agradecemos que la respuesta casi siempre sea buena”, dice él. “A mí me gusta sentir que estamos tocando en un ambiente que no es para nada el nuestro y pensar: ‘Esto nos lo tenemos que ganar”, completa ella.

Su carisma interpretativo ayuda: Silvia pasa de un segundo a otro del suspiro al alarido, se golpea con el micro, patea el aire, mira al público a los ojos, penetra con una baqueta, en un gesto casi sexual, una placa metálica; Viktor embiste las máquinas con una fisicidad en las antípodas de Kraftwerk. Ambos manejan infinitos botones desplegando un manto electrónico que va del silencio al estruendo y se sincronizan golpeando tambores, incitando a una ceremonia de baile ancestral. Viktor sueña con materializar una fantasía: “Destruirme a mí mismo y a la gente con el sonido. Que sea algo tan bestia, que acabemos siento todos atómicos. Muchas veces, escuchando música intensa he sentido ese deseo”. Silvia, que canta desafiante en italiano y español, lo secunda: “Tenemos temas más suaves, synthpop, ambient, incluso. Pero en directo nos gusta que todo suene urgente, amenazante, disruptivo”.

Aunque emblemas de la música industrial y synthpunk como Throbbing Gristle y Suicide habiten en su santuario, para comprender el ethos de Dame Area tenemos que retraernos a Màgia Roja. El dúo nació en ese club experimental que regentaban en el barrio barcelonés de Gràcia y que aún hoy, cinco años después de su cierre, preserva la mística por agitar toda una escena underground. “Su emblema era aquí cabe cualquier forma, pero no de cualquier forma”. La simbología mágica pintada en su puerta invitaba a pensar que ahí dentro pasaban cosas muy oscuras. “Cuando en realidad no eran más que muchos conciertos”, dice Silvia. “No, también pasaban otras cosas”, Viktor sostiene la leyenda. Como que tocaran a su puerta unos curiosos preguntando si aquello era una secta satánica tras leerlo en un blog, “para apuntarse”. O que Arca, una habitual del barrio, se plantara una noche con Björk y su hija Ísadóra para bailar en su diminuta pista. Viktor arroja luz: “A Màgia Roja le debemos lo que somos. Aquí dimos nuestros primeros conciertos y grabamos nuestros primeros discos. Los dos últimos años vivíamos allí. Tocaban los grupos que nos gustaban, da igual que hicieran dub o krautrock, y pinchábamos lo que no escuchábamos en otros sitios. Hasta hubo un tiempo en que tendía un colchón para dormir sobre la pista de baile tras limpiar cuando cerrábamos”.

Tras ocho años, están trascendiendo la categoría de culto. Cuando los sacaron en The Guardian, Throbbing Gristle lo retuitearon diciendo: “¡Nos encanta esto!”. “El mayor halago para nuestro yo adolescente”, coinciden. Al margen del exalto que provocan online, han descubierto una inesperada responsabilidad con los fans. “Nos hemos encontrado historias muy fuertes. Una chica nos dijo que escucharnos le había ayudado a superar una violación. Otro chico, que su madre había muerto hacía unos meses y que casi no podía salir de casa, pero que vernos actuar le daba energía. ¿Qué respondes a eso? La palabra ‘gracias’ se queda corta. En momentos así, todo el esfuerzo adquiere un sentido. Lo único que piensas es que algo estarás haciendo bien y que hay que seguir adelante”. 

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