Oda a la Fantasía

Tenebroso y mutante, el género gótico revive cargado de ironía y romanticismo. Librerías, cines y pasarelas recuperan sus sombras y misterios. ¿La razón? Su atractivo seduce y vende más que nunca.

El término es tan amplio que lo mismo se aplica al estilo arquitectónico de arcos apuntados que sostiene catedrales medievales que a las crestas afiladas de los punks de los 80. Sin ir más lejos, Salvador Dalí, cuando se encontró por casualidad con una jovencísima y desconocida Patti Smith en un ascensor del Chelsea Hotel, empleó el concepto para describirla: «Pareces un cuervo gótico». Así lo recuerda la cantante en su libro Éramos unos niños (Lumen), sus maravillosas memorias.

Pero volvamos al inicio del cuento. La palabra que tantas cosas describe tiene su raíz en los go...

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El término es tan amplio que lo mismo se aplica al estilo arquitectónico de arcos apuntados que sostiene catedrales medievales que a las crestas afiladas de los punks de los 80. Sin ir más lejos, Salvador Dalí, cuando se encontró por casualidad con una jovencísima y desconocida Patti Smith en un ascensor del Chelsea Hotel, empleó el concepto para describirla: «Pareces un cuervo gótico». Así lo recuerda la cantante en su libro Éramos unos niños (Lumen), sus maravillosas memorias.

Pero volvamos al inicio del cuento. La palabra que tantas cosas describe tiene su raíz en los godos: es el adjetivo que se aplica a esta tribu preurbana y, prejuicios de la antigua Roma mediante, de ahí le viene su carácter bárbaro y oscuro. Desde el siglo XVIII, lo gótico es también romántico y rebelde en su desespero, en su radical oposición a la razón, en su naturaleza sobrehumana y espectral. En su vertiente literaria, vampiros, monstruos, fantasmas, doncellas, castillos, pasión desbocada, romances imposibles y crímenes espeluznantes han cautivado a millones de lectores durante varios siglos, gracias al extraño y masoquista placer que provocan el miedo y el misterio.

El norteamericano Edgar Allan Poe, uno de sus maestros indiscutibles, regresa esta temporada a la mesa de novedades con la edición de sus Cuentos macabros, en una traducción de Julio Cortázar con ilustraciones de Lacombe que ha recuperado Edelvives. Pero no es el único. Entre los clásicos reeditados este invierno también destacan Drácula de Bram Stoker y Nôtre Dame de Paris de Victor Hugo, en Debolsillo, así como Vampiros, la compilación de relatos que publica Mondadori y El Coronel Chabert de Balzac, ese relato en torno al que gira Los enamoramientos de Javier Marías y que el escritor ha publicado en su editorial Reino de Redonda. Joyce Carol Oates, la prolífica gran dama del llamado gótico del sur –el subgénero estadounidense que reúne entre otros a William Faulkner y Cormac McCarthy– regresa también a las librerías con Una hermosa doncella, editado por Alfaguara. Las Huellas del Diablo de John Burnside y El temor del hombre sabio, la nueva entrega de Patrick Rothfuss, por supuesto encajan dentro de la etiqueta gótica en sección novedades, mientras el fenómeno Crepúsculo aún mantiene su ya legendario empuje en las listas de ventas.

Toda una biblioteca temática que hace que nos preguntemos: ¿vive el gótico una edad de oro? «Como un virus, estas narraciones han traspasado los confines de la literatura y se han esparcido por todo tipo de campos infectando desde la moda hasta la publicidad», advierte Catherine Spooner en su libro Contemporary Gothic. Esta catedrática de la Universidad de Lancaster, que un buen día se topó con un calendario que bajo el título «Gótico» reunía cuadros de Goya, Munch y Cézanne junto a otros de Evelyn Morhan y Louis Welden, decidió estudiar el impacto de este género en la cultura actual. «Mientras la mayoría de nosotros piensa que puede reconocer lo gótico nada más verlo –todos tenemos algo de Van Helsings amateur–, muy pocos nos hemos preguntado por qué es tan popular justo en este momento de la historia o qué puede significar su manifestación contemporánea», reflexiona Spooner. Marjorie Eljach, directora de la Semana Gótica de Madrid celebrada el pasado mes de octubre, está de acuerdo con el aumento de la popularidad y ubicuidad del género y subraya que es debido a la necesidad de evasión que los individuos sienten frente a la realidad. «El regreso de lo romántico y lo oscuro obedece a la necesidad de introspección y de explorar el mundo más allá de la realidad.

En el momento en el que nos encontramos es prácticamente indispensable mirar hacia dentro», argumenta Eljach. El festival que organiza, y que tiene como sede central el Museo del Romanticismo de Madrid, pretende acercar al público todas las manifestaciones culturales del universo gótico, desde el cine hasta la literatura, sin olvidar la música, el teatro, la danza, la moda o las series televisivas. Mesas redondas y conferencias que analizan desde El montaje de la perversión en la película ‘Psicosis’ de Hitchcock hasta Lo gótico en los cuentos de hadas –con la participación de Espido Freire, Carlota Echevarría y Sofía Rhei–, además de exposiciones sobre pintura prerrafaelista y circuitos teatrales para niños. Numerosas manifestaciones que muestran el carácter polifacético y mutante de este movimiento.

La catedrática Spooner, por su parte, descarta las recurrentes interpretaciones apocalípticas que a menudo tratan de ver en la popularidad de este género una señal, y apuesta sin embargo por una lectura más transversal. «Los textos góticos tratan de una serie de temas tan pertinentes para la cultura contemporánea como para las de los siglos XVIII y XIX, cuando estas novelas gozaron de gran aceptación por primera vez: el legado del pasado y su carga en el presente; la naturaleza dividida del ser o su radical provisionalidad; la construcción de las personas o los individuos como un monstruo o el “otro”; la preocupación con cuerpos enfermos o grotescos». Los mismos miedos contados una y otra vez en relatos que constantemente reproducen las ideas de sus antecesores. «Lo gótico ofrece un lenguaje y un léxico mediante el cual se puede construir una narración de nuestras ansiedades personales y colectivas», apunta la escritora.

Ray Loriga lo explica de otro modo: «Todo parte de leyendas idénticas a las que se añade la intensidad de la ironía de cada momento. La sensibilidad de cada autor es lo que logra hacer de un cuento lejano una historia propia». En su nueva novela (Alfaguara) recupera la clásica figura romántica y motivo gótico del fantasma. «La idea esencial es la supervivencia, para mal y para bien», explica el escritor que vincula la pulsión del género con la muerte del carácter adolescente. «El romántico es alguien a quien le preocupa más lo suyo que el resto del universo».

Si en las librerías cunde la pasión gótica más clásica, la gran pantalla –tras chupar sangre y hacer taquilla con los colmillos bien afilados– se lanza ahora al oscuro mundo de los llamados cuentos de hadas. En el fondo, ¿qué resulta más aterrador que ese lobo que devora a una niña, esa madrastra que quiere el corazón de Blancanieves o ese monstruo que desea casarse con la mujer más bella? Las nuevas versiones que llegarán a la cartelera dan una vuelta de tuerca y rescatan el lado más tenebroso de los relatos que hasta ahora se había encargado de endulzar la factoría Disney. Para empezar, nada de dibujos: los cuentos tendrán protagonistas de carne y hueso, y este toque de realismo formal recreará una ficción que se aparta, al fin, del seguro mundo de la fantasía animada.

El primer filme en llegar será la nueva Caperucita, encarnada por Amanda Seyfried. Luego le tocará el turno a Blancanieves y la leyenda del cazador, cuya malvada madrastra es Charlize Theron. Guillermo del Toro prepara una versión de La bella y la bestia con Emma Watson; y el director Sam Raimi se atreve con el Mago de Oz, recreación en la que actuarán James Franco, Mila Kunis y Rachel Weisz. Tim Burton, que no se pierde una propuesta lúgubre ni muerto, participa en el último coletazo de la fiebre vampírica como productor de Abraham Lincoln, cazador de vampiros.

Definitivamente, los cuentos infantiles que Hans Christian Andersen, Charles Perrault o los hermanos Grimm llevaron a la página y al corazón de sucesivas generaciones de pequeños lectores no eran tan inocentes. Dejando a un lado las relecturas psicoanalíticas de estos relatos, la sensación de miedo y asombro, la pasión y excitación que estas historias nada ingenuas han provocado y provocan reside en buena medida en la oscuridad que en ellas se esconde. «Hoy en día reconocemos que los cuentos de hadas tienen tanto que ver con los conflictos y la violencia como con la magia y los finales felices», escribe la catedrática de Harvard Maria Tatar en su libro Los cuentos de hadas clásicos anotados (Ed. Crítica). «Los cuentos nos resultan cercanos y personales, nos hablan de la búsqueda del amor y la riqueza, del poder y los privilegios pero, sobre todo, del camino a través del bosque de regreso a la seguridad del hogar». La muerte, el peligro, el mal o la violencia están en el corazón de las brujas, los lobos y las malvadas madrastras. A los niños (y a los mayores) les fascina sentir pánico, desasosiego, pavor, y «donde hay terror hay belleza», señala Tatar.

La recreación de relatos infantiles en el cine está lejos de ser un fenómeno nuevo. Por citar solo algunos ejemplos de versiones previas a las que serán estrenadas este año, baste mencionar La Bella y la Bestia de Jean Cocteau o la versión de Blancanieves de 1997 con Sigourney Weaver como madrastra. Al fin y al cabo, la revisión o reapropiación de una historia es una de las características del género gótico. «Siempre es un revival de otra cosa», apunta Spooner en Contemporary Gothic. «De hecho, la relación entre el gótico y el concepto de revival permite entender la pluralidad de expresiones contemporáneas de las que disfruta, algunas de las cuales están muy lejos de los espectros y las heroínas de ficción del XVIII o de las catedrales medievales. Revivir significa asumir una vida nueva y fresca. Más de dos siglos de revivals también han generado muchas capas de ironía», señala. Hoy en día, «el gótico como expresión no está tan preocupado con el fin del mundo como con el fin de la inocencia».

Su salto al consumo masivo tampoco pasa desapercibido. Lo gótico se reinterpreta más allá del cine y de la ficción como tendencia que inunda la moda, la decoración, los juegos de ordenador, la cultura juvenil o la publicidad. Siempre ha tenido un gran tirón comercial. Ya en 1894 la publicación de la novela bohemia y romántica de George Du Maurier, Trilby, trajo consigo merchandising que incluía desde zapatos hasta caramelos, jabones o sombreros. Pero en los últimos tiempos se ha convertido en un muy lucrativo negocio. «Por encima de cualquier otra consideración», señala Spooner, «lo gótico vende». Está por ver si el nuevo giro perverso de los cuentos de hadas nos permitirá que las madrastras nos caigan bien.

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