Los Goya de la sororidad: ellas se abrazan, ellos callan
La gala de los abanicos se caracterizó por estar cargada de reivindicación feminista, pero solo de las mujeres.
«Somos todas una». Un abrazo vale más que mil palabras, especialmente cuando casi ninguno de los presentes (masculinos) las dice en directo. El corrillo de sororidad de Leticia Dolera, Paula Ortiz y Carla Simón cuando ésta última recibió el Goya a la mejor dirección novel simbolizó la sensación que sobrevolaba al cierre de la que se suponía iba a ser la gala más reivindicativa por los derechos de las mujeres: al final, solo ellas los luchan. Juntas. Pero también muy solas. «La mitad del mundo y de la imaginación«, defendieron. Un trío de brazos entrelazados para ilustrar ese escueto y p...
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«Somos todas una». Un abrazo vale más que mil palabras, especialmente cuando casi ninguno de los presentes (masculinos) las dice en directo. El corrillo de sororidad de Leticia Dolera, Paula Ortiz y Carla Simón cuando ésta última recibió el Goya a la mejor dirección novel simbolizó la sensación que sobrevolaba al cierre de la que se suponía iba a ser la gala más reivindicativa por los derechos de las mujeres: al final, solo ellas los luchan. Juntas. Pero también muy solas. «La mitad del mundo y de la imaginación«, defendieron. Un trío de brazos entrelazados para ilustrar ese escueto y potente «Rebeldía, resistencia y amor» que enarboló Daniela Vega (la actriz trans de Una mujer fantástica) como únicas tres palabras de su discurso al recoger el Goya a la mejor película iberoamericana.
A excepción de los guiños a la «moda» del feminismo que prometieron los conductores de la gala, pocos hombres presentes se sumaron a las demandas de igualdad. Joaquín Reyes se arrimó a ‘la feminista’ de Leticia Dolera para bromear, sin mucha suerte, sobre el paternalismo del mansplaining. Ernesto Sevilla quiso resaltar la brecha de género recordando que en esa pareja cómica que conformó con Reyes, éste era la mujer porque «cobraba la mitad». Santiago Segura también optó por lo de la desigualdad salarial: «Vengo a entregar el premio a actor revelación, ese en el que cobras un poco más que la actriz revelación». El distribuidor de The Square, premio a película europea, pidió «más distribución a las mujeres». Y hasta aquí la aportación masculina al debate.
Las reclamas frente a los millones de espectadores que siguieron la gala quedaron en una cosa de las mujeres. «Que el cine sea de verdad un arte libre, donde actores y actrices trabajen en igualdad», defendió Adelfa Calvo al recoger su Goya. El sarcasmo lo puso Cristina Castaño («Estoy aquí para presentar la gala. ¡No! No estoy aquí para presentar los Goya, los Goya lo presentan dos hombres»), Pepa Charro dejó mudo a un auditorio incapaz de reír frente a la realidad que reflejaba y la emoción llegó con la excelsa Julita Salmerón en todo lo que dijo e Isabel Coixet agradeciendo a su madre no haberla criado como a una sumisa de las tareas del hogar («deja a la niña que lea, que de algo le servirá»).
Ellos, mientras tanto, movían con frenesí sus abanicos del #MasMujeres y hacían mutis por el foro. En la alfombra roja algunos cineastas y actores como Gustavo Salmerón o Unax Ugalde sí que apostaron por las cuotas e incluso denunciaron haber presenciado casos de acoso sexual como algo habitual (respondiendo a la prensa, no por motu protio). Una visión que compensó la variante del «no nos metamos en eso» que defendieron Arturo Valls («No mareemos») o Miguel Ángel Muñoz («no es una noche para reivindicar») y el #NotAllMen de Antonio de la Torre, que frente a las reclamaciones de igualdad, él utilizó su directo de TVE junto a Maribel Verdú para pedir la «presunción de inocencia» de los acusados por acoso sexual. Un desbarajuste de implicación (y de concepción del problema) que resumió impecablemente Leticia Dolera con la que presume ser la frase de la noche: «os ha quedado un campo de nabos feminista precioso».