La moda recupera su velocidad de ‘crucero’: el espectáculo del lujo vuelve a salir de viaje
Con la relativa vuelta a la normalidad, las marcas regresan a las pasarelas y recurren a las colecciones fuera de calendario para acelerar su recuperación.
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Vamos que nos vamos. Tú a Atenas y yo a California, por ejemplo. Y los que más a Dubái. O donde se pueda, que sí, aún hay covid. Pero ha sido reabrir fronteras y reactivarse el tráfico entre países y otra vez la moda saliendo en desbandada por el mundo adelante. El último y definitivo acto en la representación de la (más o menos) vieja normalidad de un negocio que se encontró desnortado con el confinamiento y ahora quiere recuperar sus paraísos mercantiles perdidos. Las colecciones crucero de las firmas, que se presentan ahora en otoño y durante los meses de primavera, protagonizan de nuevo la función, esa que suele colgar el cartel de ‘agotado’ en las mecas del lujo.
Las también conocidas como líneas resort han sido durante las últimas dos décadas la guinda del pastel de un sector que, en su huida hacia delante, vio una salida rápida a sus sucesivas crisis en esa clase ociosa y en permanente estado de gracia vacacional que precisa de un vestuario adecuado a sus migraciones de hemisferio en hemisferio, persiguiendo el sol que más calienta. Por eso se acomodan temporalmente entre las colecciones de otoño-invierno —que suelen aparecer en las tiendas en septiembre— y las de primavera-verano —que entran en febrero—, alcanzado así hasta casi seis meses de ventas. Permanencia es la palabra clave aquí. Responder al ritmo/ volumen brutal de novedades impuesto por los imperios del gran consumo, su misión encubierta.
La pandemia, sin embargo, estuvo a punto de borrarlas del mapa. Los propósitos de enmienda para reducir el número de colecciones en aras de la sostenibilidad llevaron a firmas del alcance de Gucci a abjurar de ellas. “Siempre he creído que es una práctica fuera de lugar”, concedía hace un año Massimo Giorgetti, director creativo de MSGM, señalando acusador a las exigencias del caprichoso mercado estadounidense. “Me gusta la idea de transitar por un camino más reposado en términos estacionales, de mostrar cachemir en los escaparates invernales y trajes de baño en los estivales”, añadía Donatella Versace. Hoy sabemos que tanta buena intención no fue sino locura transitoria.
Sin verdadera voluntad conjunta —cada cual actúa según le conviene, eso sí, sin dejar de observar lo que hacen los demás—, la industria indumentaria vuelve a sacar su artillería pesada a tiempo para una de las épocas de mayor consumo. Las propuestas crucero inundan ya las tiendas, tras presentarse entre finales de mayo y principios de junio. Llegan, para el caso, con una lección aprendida, o eso parece: en lugar de hacerlas desfilar en exóticas y lejanas tierras, como sucedía hasta no hace demasiado (una parafernalia viajera de máxima huella de carbono), muchas marcas se limitan a fotografiarlas en estudio o, si acaso, en bonitas localizaciones. Las hay también que han salido al exterior, pero solo para ser filmadas en vídeos más o menos artísticos, como ya sucedió durante los meses de aislamiento, véanse Givenchy en la ribera del Sena, Louis Vuitton en el escultórico parque Axe Majeur de París o Moschino en los estudios de Universal en Los Ángeles. Aunque con el regreso a la presencialidad, no son pocas las que han elegido también sacarlas de paseo, limitaciones de aforo mediante. Max Mara trasladó a sus invitados a la viscontiana isla de Ischia. Valentino los sentó en las terrazas de los cafés del Le Marais parisino. Y Dior les ofreció todo un espectáculo en el histórico Estadio Panathinaikó de Atenas.
Existe, por otro lado, la necesidad de premiar a la clientela más fiel. Si algo sabe hacer el lujo es ser agradecido con sus principales consumidores, de ahí igualmente estos despliegues viajeros, que han llevado el espectáculo de la moda allí donde más se gasta en ella. Asia y Oriente Medio han sido especialmente mimados en este sentido, y reconocerles que se hayan mantenido al pie del cañón durante el dramático último año y medio era ahora de recibo.
Como China y Japón todavía mantienen restricciones a la hora de admitir visitantes, Dubái se ha convertido en el principal destino a celebrar. Chanel acaba de repetir en el emirato lo que presentó en mayo en las canteras de Les Baux-de-Provence (Francia), mientras Giorgio Armani refundía a finales del pasado octubre parte de su primavera-verano 2022 y piezas de la próxima colección de alta costura de la línea Privé en la explanada del rascacielos Burj Khalifa. Llamadas a dar calidad internacional a tales eventos, estrellas de cine, la música y, claro, las redes sociales han estado liadas haciendo y deshaciendo maletas estas tres últimas semanas. Lo de Gucci en el angelino Hollywood Boulevard fue otra película distinta: junto al chino, el mercado estadounidense está liderando la recuperación económica de la moda. Acabáramos.