Un libro, una película y una serie reviven la fascinación por las chicas de Charles Manson
Diversos proyectos profundizan en la pandilla de mujeres que formaron parte de La Familia, el culto sangriento que rompió con el sueño de comunión hippie de Los Ángeles en el 69.
«Una talla nueve pequeña –me había dicho–. Mini pero no extramademente mini. A ser posible de terciopelo. De color dorado o verde esmeralda. O bien: un vestido estilo campesino mexicana, con falda amplia y bordados». Estas fueron las indicaciones que Joan Didion recibió de Linda Kasabian, la testigo clave en el juicio a Manson y su séquito por los asesinatos que rompieron la fantasía de la utópica comunión hippie americana. La segunda opción fue la ganadora. La cronista fue la encargada de comprar...
«Una talla nueve pequeña –me había dicho–. Mini pero no extramademente mini. A ser posible de terciopelo. De color dorado o verde esmeralda. O bien: un vestido estilo campesino mexicana, con falda amplia y bordados». Estas fueron las indicaciones que Joan Didion recibió de Linda Kasabian, la testigo clave en el juicio a Manson y su séquito por los asesinatos que rompieron la fantasía de la utópica comunión hippie americana. La segunda opción fue la ganadora. La cronista fue la encargada de comprar el vestido con el que Kasabian subió al estrado como testigo clave en el juicio por los asesinatos de Sharon Tate Polanski, Abigail Folger, Jay Sebring, Voytek Frykosky, Steven Parent y Rosemary y Leno LaBianca en agosto de 1969. Didion lo cuenta en Los que sueñan el sueño Dorado (Mondadori, 2012), donde relata parte de las tardes del verano de 1970 que pasó visitando a Kasabian en la cárcel para mujeres de Sybil Brand de Los Ángeles. La chica de New Hampshire que soñaba con abrir «una especie de boutique que mezclase un restaurante y una tienda de mascotas», la atractiva joven con dos coletas de melena lacia, fue la renegada de la familia Manson. La que consiguió inmunidad pese haber estado presente en la matanza de Cielo Drive y los crímenes de LaBianca (conducía en una de las ocasiones y en otra los esperó en el coche). Asesinatos que atarían el Helter Skelter de los Beatles al retorcido imaginario de Charles Manson y su acólito entorno.
Kasabian, que confesaría en el juicio haber mantenido relaciones sexuales con Manson y colgarse de él porque «había sido el único que me dijo que tenía asuntos pendientes con mi padre» (en su caso fue una relación problemática con su padrastro), es la protagonista de Manson’s Lost Girls, la TV movie que ha estrenado este año Lifetime y que ahonda en el universo de mujeres que vivieron en el rancho de La Familia. Jóvenes madres y postadolescentes que se dejaron fascinar por su líder, por las drogas, por el supuesto sexo libre que propugnaba (no lo era, Manson ejercía de proxeneta y las utilizaba sexualmente para que se acostasen con jefecillos de la industria musical) y por la promesa de una idílica vida en comunión que se tornó en pesadilla con falsos tintes satánicos.
En la cinta, con momentos politoxicómanos totalmente videocliperos y looks que parecen salidos del último Coachella, Kasabian está interpretada por Mackenzie Mauzy, prácticamente la única actriz del casting que no es hija de una estrella de Hollywood. Por el film transitan la hija de James Brolin (Eden Brolin, aquí en la piel de una chaladísima Susan Atkins), la de Kelsey Grammer (Greer Grammer, aquí como Leslie Van Houten) o el hijo de Michael Madsen y sobrino de Virginia Madsen (Christian Madsen, que se pone en la piel de Ted Waxson). Menos a Susan Atkins (también conocida como Sexy Sadie y la única que parece disfrutar con las matanzas), la cinta humaniza a las chicas del rancho de Mason. Jóvenes que sabían que algo no iba bien en esa rave hippy continua de ácido, speed y sexo cuando vieron enloquecer a Manson. El líder, según el film, arrastró a todos a una orgía de sangre por no poder convertirse en una estrella del rock, apropiándose de un discurso racista contra los Panteras Negras para tratar de esconder su fracaso musical.
Dos generaciones después de los asesinatos, está claro que las chicas que rodearon al psicópata son un filón en la cultura pop. Que se lo digan a la escritora Emma Cline, que en 2014, y con apenas 25 años, consiguió que Random House le ofreciese dos millones de dólares de adelanto por The Girls (Las chicas, aquí publicada por Anagrama) su primera novela, que acaba de publicarse. El texto también está ambientado en las mujeres que vivieron en el rancho de La Familia. Si bien Cline ha realizado algunos cambios en la trama (el rancho no está en Baja California sino en Bay Area y ninguno de los nombres originales aparece), sí que describe cómo fue vivir en una pseudo comuna hippie hedonista cuyas mujeres se ven explotadas sexualmente por su líder. Mujeres adictas a la anfetamina que se hacían cargo de la economía doméstica, de las comidas y que participaban con fe ciega en los actos que ideaba su líder. Su novela ha sido un auténtico éxito entre la crítica. Tanto se habló de su debut literario y de su contrato millonario en la prensa estadounidense que Scott Rudin (productor de películas como El show de Truman, El Gran Hotel Budapest o Mientras seamos jóvenes) compró los derechos cinematográficos incluso antes de poder leerla. El suyo es el hype literario que acaba en buen puerto.
Películas, libros y series. Para cerrar el círculo de este revival solo faltaba una show televisivo. El encargado de hacerlo es Aquarius, la serie que protagoniza David Duchovny para la NBC (en España se emite en Calle13) y que también transita por la comuna del psicópata. Aquí es un policía el encargado de averigüar el paradero de una hija de una ex novia que acaba metida en el rancho de Manson. Tras agotar la nostalgia de los 50 y 60 de Mad Men, parece que algunos shows quieren tomar el testigo histórico a su punto de partida, encallándose en esa oscura fascinación pop por lo que pasó por la cabeza de ese séquito que seguía a Manson justo antes de la madrugada del 9 de agosto de 1969. La noche en que se puso fin al hedonismo exacerbado de las colinas y la sensación de seguridad de una comunidad que creía vivir la utopía hippy. Fue la noche en la que Sexy Sadie (Susan Atkins), hasta arriba de LSD, apuñaló 16 veces a Sharon Tate y a su bebé nonato en su mansión de Los Ángeles. La misma Didion escribiría al respecto: «El 9 de agosto estaba sentada en la piscina de mi cuñada en Beverly Hills cuando le llamaron para decirle que Tate había sido asesinada… Lo recuerdo y también recuerdo que nadie se sorprendió».