Jessica Lange: “Que cuelguen una foto tuya en las redes sin tu permiso es invasión, por no decir una violación”
La actriz y fotógrafa ha encontrado en su Leica M6 una forma “natural” de relacionarse con el mundo. Se presenta un libro suyo en España.
Es la mujer y la intérprete reinventada. Ganó dos Oscar a la Mejor actriz por Tootsie (1983) y Blue Sky (1995). Antes, había debutado con la inolvidable King Kong (1976), por la que también obtuvo su primer Globo de Oro. Y rodado películas míticas como El cartero siempre llama dos veces (1981). Treinta y cinco años de carrera, 33 películas y el inesperado éxito tardío de Constance Langdon, su personaje en la serie American Horror Story (Fox), que la han convertido en musa de un ejército de jóvenes espectadores, no han conseguido que...
Es la mujer y la intérprete reinventada. Ganó dos Oscar a la Mejor actriz por Tootsie (1983) y Blue Sky (1995). Antes, había debutado con la inolvidable King Kong (1976), por la que también obtuvo su primer Globo de Oro. Y rodado películas míticas como El cartero siempre llama dos veces (1981). Treinta y cinco años de carrera, 33 películas y el inesperado éxito tardío de Constance Langdon, su personaje en la serie American Horror Story (Fox), que la han convertido en musa de un ejército de jóvenes espectadores, no han conseguido que dejara a un lado la fotografía, una afición que le interesó mucho antes de ser actriz y que, con el paso de los años, la ha transformado en una artista singular.
Con su Leica M6 –regalo de Sam Shepard, su pareja, fallecida en agosto de 2017— ha recorrido durante años EE UU, Francia, Finlandia –de donde es oriunda–, Italia, Rusia, Etiopía, y, de manera muy especial, México, país al que ha consagrado su serie Mexican Suites. Ha expuesto sus trabajos por todo el mundo, España incluida. Precisamente nuestro país lo recorrió en «modo estudiantil» de la mano de su primer marido, el español Paco Grande, fotógrafo y profesor en la Universidad de Minnesota, donde la actriz cursó Bellas Artes. Hoy, cuando Netflix todavía no ha puesto fecha a su próximo proyecto, su participación en una nueva comedia musical de Ryan Murphy titulada The politician, se presta a hablarnos de esta pasión artística. El mismo mes que se presenta en Madrid su libro Jessica Lange. Unseen (Silvana Editorial y diChroma Photography), y mientras trabaja en el proyecto Highway 61, en el que evoca el lirismo que Bob Dylan aportó a su vida.
Su primera exposición en Francia, L’Infime, fue en octubre en L’Isle sur la Sorgue, en la Provenza francesa. ¿Por qué?
Me encanta la Provenza. Hay algo muy especial, la luz. Entiendo muy bien a los pintores que se afincaron allí por esta razón.
Según ha manifestado, lo que más le gusta de la fotografía es el anonimato. Poder capturar imágenes sin ser vista.
Me gusta pasar desapercibida, no convertirme en protagonista. Ser, simplemente, una más. Así puedo fundirme con la realidad y acercarme a la gente que quiero fotografiar. La cámara me permite tener una relación natural con el mundo.
Cuando toma su Leica M6, ¿qué busca? ¿Espera a que aparezca lo que en psicología se denomina un insight [visión]?
No busco nada. Estoy presente, abierta para mirar. No soy una fotoperiodista, sino alguien paciente, que espera a que surja algo.
Usted suele calificar el proceso fotográfico de «misterioso». ¿Explicaría su punto de vista?
Hago referencia al propio proceso, a la espera, al procedimiento latente de tomar una imagen y que esta siga su propio camino. No hablo de la inmediatez de la fotografía digital. La analógica contiene una maduración, una lentitud, algo venerable que hemos perdido hoy en día, que todo tiene que ir cada vez más rápido. Ahora hemos perdido esta dimensión del misterio.
La luz en sus fotografías es un factor muy importante. Muchas de sus obras destacan por un juego contrapuesto de sombras y luces que añaden intriga o dramatismo. ¿Cómo le condiciona?
La luz es lo que me enseñó 35 años de cine. La protagonista de mis fotografías y la razón por la que para mí es suficiente fotografiar en blanco y negro.
Sam Shepard le regaló la Leica con la que trabaja. ¿Intuyó que acabaría exponiendo?
No. Surgió así, y el fenómeno se encadenó. Todo empezó por un libro, luego llegaron las exposiciones, y estoy encantada de compartirlo con el público.
Ha confesado admirar el trabajo de fotógrafos como Robert Frank. ¿Ha recibido alguna influencia de ellos?
Una influencia notable fue la de Robert Frank, que además tuve la suerte de conocer. Me siento muy identificada también con la obra de Manuel Álvarez Bravo, Josef Koudelka o Pentti Sammallahti.
¿Y cómo explica su actitud negativa a ser fotografiada?
No me gusta ser fotografiada sin mi permiso, que es un matiz importante. Hoy en día nadie respeta este protocolo, y menos con la facilidad que dan los móviles. Nada más hechas las fotos, están inmediatamente en las redes, donde cogen proporciones virales incontrolables. Es una invasión, para no emplear una palabra más drástica como violación. Veo una ausencia de respeto y valores en la sociedad.
¿Podría contarnos cómo conoció a su primer marido, el español Paco Grande? ¿Hablarnos de sus viajes por España?
Paco fue mi profesor de fotografía en la universidad. Mi primera intención era ser pintora, pero no recuerdo por qué razón no pude acceder a esta asignatura, así se modifican los destinos. Él es de Asturias y viajamos desde allí hacia el sur de España en 1967-68, antes de instalarnos en París, justo en pleno mayo del 68.
¿Cuál cree que es su función como actriz? ¿Enviar algún mensaje a la sociedad? ¿Proporcionar entretenimiento?
Una actriz encarna un personaje, lo habita, cuenta una historia. Pero es la historia la que conlleva un mensaje.
¿Cree que el movimiento #MeToo seguirá afianzándose o puede ser frenado por otros movimientos reaccionarios en el campo de la política ultraconservadora?
El #MeToo está en gestación desde hace décadas, por no decir siglos. Es una forma de reivindicación, un brazo más de un movimiento tentacular que abarca con fuerza a toda la sociedad contemporánea, porque hoy los fenómenos tienen más alcance. Pero para enderezar esta situación hace falta mucha potencia y tiempo. Probablemente hasta dentro de algunas generaciones no se podrá percibir la evolución. Vivimos tiempos convulsos en los que todo se agita y nada permanece. Hay que seguir luchando, con tenacidad y constancia.
¿Cuál es el motor que hace que usted siga implicada, con firmeza, en su actividad cinematográfica y televisiva cuando muchas otras actrices se lamentan de que, a partir de la mediana edad, escasean los papeles para ellas?
Para mí ser actriz es una manera de vivir, y aunque he decidido espaciar mis papeles, y trabajar menos para dedicar más tiempo a mi familia y a mis trabajos fotográficos, continuo rodando de vez en cuando. Hay papeles en el cine y en la televisión para todas las edades. La cuestión es sentirlos afines.