Diario de una periodista en campaña: 19 días (y 10.000 Km) de trajín electoral
¿Cómo viven las chicas del ‘bus electoral’ de prensa? Una reportera nos describe el otro lado de informar sobre la última campaña electoral.
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Mañana del 9 de junio en Barcelona. Dos maletas en el suelo del salón. Una tamaño cabina de avión; la otra, algo más grande. Ropa, calzado y enseres para sobrevivir 19 días y 20 noches de trajín electoral. Braguitas, sujetador, calcetines. Camisas, camisetas, algún sueter y un fular. Americanas para salir en pantalla. Vaqueros, faldas y vestidos. Sandalias, chanclas y botines. Champú, desodorante, crema solar, peine, plancha para el pelo y perfume. Y maquillaje para salir en pantalla. Aún quedan más bártulos, los que me convierten en mujer orquestra: un trípode, un micrófono, un adaptador de audio, un cánon de metro y medio, el portátil, un teléfono móvil y un millón de cables y cargadores. Por delante más de dos semanas de aventura (y de mucho trabajo) por tierra, mar y aire, sentada en la caravana naranja de Ciudadanos.
Una vez dado el pistoletazo de salida, la regla básica para aguantar el tipo es: duerme y come siempre que tengas ocasión, nunca sabes cuando volverás a poder hacerlo. Alcanzar más de 5 horas seguidas de sueño e ingerir tres comidas al día pasan a ser lujos raramente deleitados. La ruta: Barcelona-Madrid-Albacete-Barcelona-Valencia-Madrid-Salamanca-Madrid-Guadalajara-Barcelona-Madrid-Ciudad Real-Sevilla-Madrid-Vigo-Gijón-Avilés-Santander-Burgos-Logroño-Zaragoza-Madrid-Tenerife-Madrid-Barcelona. Más de 10.000 km, la mayoría hechos en un autobús que corre a cargo del partido, serigrafiado con una cara de Albert Rivera de más de dos metros, sobre fondo naranja. Discretito, vamos.
Evita riesgos, protégete del síndrome de Estocolmo
La ventaja de viajar con el partido es tener acceso casi directo al líder y a los miembros de la formación y de la organización. El riesgo es el síndrome de Estocolmo. Acabar tomándote unos vinos, en la calle Laurel de Logroño, con el candidato; que se suba al bus con unos ‘sobaos’ cántabros para ofrecer a los periodistas y viajar junto a nosotros desde Avilés a Santander; o tomarte una copa con él, la verbena de San Juan en una playa tenirfeña. Es una estrategia (de la que tiran todos los partidos sin excepción) para tener a la prensa más o menos contenta. Y ante la cual lo recomendable es, como en el sexo, usar protección para evitar contagios.
La jornada laboral durante la campaña se estira como un chicle. Durante el desayuno toca conectar con el resto del mundo, informarse de lo que pasa fuera de la burbuja para tomar prespectiva a la hora de elaborar la información. De camino al acto de turno, pactar con los compañeros qué preguntas nos parecen más interesantes (están permitidas 4 o 5 al día, y hay que consensuarlas, a poder ser, lejos de la antena de los compañeros de comunicación del partido que viajan junto a nosotros). Empezado el acto, tomar notas e imágenes; quedarte con el mensaje oficial y con los pequeños detalles. Después, entrar en directo para contarlo en el informativo. Una vez en el bus, rumbo a la siguiente ciudad, llegan los momentos de jolgorio. Pasar las horas viajando por carretera se tornan increíblemente más llevaderas con una buena dosis de cachondeo que contribuya a desconectar un poco. Dos ejemplos. Uno, la canción que compusimos versionando el tema del verano (‘Duele el Corazón’ de Enrique Iglesias). El otro, las elecciones que celebramos en la caravana naranja. Con su especial informativo incluído. En una estación de servicio una caja de cartón hace de urna. Uno a uno, periodistas, técnicos e incluso el conductor, depositamos nuestro voto, un censo de 36 personas. Es la fiesta de la democracia. El resultado se conocerá, en directo, una vez retomado el viaje. Micrófono en mano, se organiza el despliegue informativo (imaginación al poder). Una sintonía, un presentador, un centro de datos, compañeros repatidos por las distintas sedes. Y mucha tensión informativa, deformación profesional. Termina el recuento. Ganó el PSOE. Increíble, pero cierto.
El dilema: vocación o corazón
Vivir para trabajar o trabajar para vivir? Eterno dilema donde los haya. Obvio que el sentido común conduce el cerebro a dar automáticamente la orden de decantarse por la segunda opción. Pero más allá del automatismo, la realidad de la mujer periodista es otra. La periodista lo es por vocación, vibra picando piedra, con la adrenalina de estar ahí para verlo, vivirlo y contarlo. Y eso conlleva, irremediablemente, echarle más horas que un reloj, entregar tu tiempo al trabajo. Un trabajo físico, además de mental. Kilómetros arriba y abajo, llevar a cuestas material pesado, o aguantar estoicamente bajo condiciones meteorológicas a menudo extremas. ¿Qué pasa entonces con la maternidad? ¿Qué pasa cuando se despierta esa luz interior que te susurra ‘amiga, estás rozando ya los 35, tienes un marido estupendo dispuesto a ser el padre de tus hijos’? ¿Hijos? ¿Acaso son compatibles con la profesión? A día de hoy sigo sin haber sabido resolver el dilema.
*Marina Fernàndez Torné es periodista. Trabaja como reportera política en ‘8 al dia’, el programa conducido por Josep Cuní en 8tv.