Cuernos vikingos, gorras MAGA, conejos QAnon, ranas de ultraderecha y banderas confederadas: todos los símbolos de la insurrección de Washington
Los tumultos del Capitolio perfilan la estética de la milicia blanca violenta que se ha cocinado al amparo de Trump.
Es un signo de los tiempos que un hecho tan grave como el asalto a Capitolio en plena sesión de confirmación de un nuevo presidente vaya a ser archivado en la memoria de todos los que lo siguieron con una imagen ridícula, la de ...
Es un signo de los tiempos que un hecho tan grave como el asalto a Capitolio en plena sesión de confirmación de un nuevo presidente vaya a ser archivado en la memoria de todos los que lo siguieron con una imagen ridícula, la de un hombre vestido de bisonte o de Braveheart vikingo, con el pecho descubierto lleno de tatuajes, gorro de pelo y cuernos y la cara pintada con los colores de la bandera estadounidense. Esa foto y la de otro tipo, vestido con un gorro de esquí con el nombre de Trump, sonriendo de oreja a oreja y llevándose un atril del Senado como quien carga con una tabla de snow, serán para siempre iconos de la revuelta ultra.
El primer personaje ha sido ya identificado como Jake Angeli, de 32 años, un exactor y cantante que se hace llamar Yellowstone Wolf y el Chamán de Qanon, un activista prominente de esa teoría conspirativa que se ha dejado ver en los últimos meses en varios puntos calientes de las protestas trumpistas. Estuvo en el condado de Maricopa mientras se contaban los votos de Arizona y participó en un acto organizado por Rudy Giuliani para repudiar los resultados electorales. En redes también se le conoce como “the Q guy”, el tío de Q, porque es una de las caras más reconocibles de ese movimiento que en realidad no tiene líderes y que cree que el mundo está dominado por una secta satánica de pedófilos y caníbales. Los periodistas que llevan meses siguiendo (atónitos) el crecimiento de este fenómeno, que ya tiene representantes en las instituciones, como Kevin Roose del New York Times, lo identificaron con rapidez y desmintieron un bulo que corrió en las primeras horas de tumulto y que lo identificaba como un infiltrado de Antifa. Angeli tiene un canal de YouTube que incluso después de hacerse famoso tenía unos modestos 700 seguidores en el que habla de comunismo, magia negra, control mental, esclavas sexuales y guerra espiritual.
En realidad, la impunidad con la que se movían los insurrectos por el Capitolio, a cara descubierta, está resultando útil para identificarlos. El hombre que invadió el despacho de Nancy Pelosi ha presumido de ello en las redes sociales. Se llama Josiah Colt, es de Idaho y dijo en un vídeo que se sentó en la silla de “esa zorra” porque está harto de que “le mientan”.
En conjunto, la protesta violenta está dibujando ya una estética de milicia blanca pintoresca que mezcla elementos de parafernalia nórdica y vikinga, gorros MAGA, referencias a lo incel, pancartas de “Jesús te salva”, rifles de asalto y banderas confederadas. Cada uno de esos elementos tiene su propia explicación y, sumados, configuran la representación visual de un movimiento que permanecerá cuando Trump se marche. Desde las gorras de camuflaje y otras piezas paramilitares que lucían algunos de los insurrectos, a la curiosa proliferación de prendas de pelo que los memes de Twitter comparaban con el oso de Midsommar. Además de la del ya famoso Angeli, circuló mucho la imagen de uno de los insurrectos que iba vestido con una pelliza de animal, cabeza incluida, y se había tomado la molestia de accesorizar con mueñequeras y botas de caña alta. Se protegía con un escudo antibalas y un chaleco de la policía. La identificación de los movimientos supremacistas con su idea de la mitología nórdica (en la realidad, al parecer, los vikingos nunca llevaron gorros de cuernos) parece responder a una exaltación de la raza blanca y de lo masculino. Existe un grupo paramilitar ultraderechista que se hace llamar Angry Vikings, vikingos furiosos, que participó en el intento de golpe, y retransmitió los hechos desde dentro del Capitolio a través de su propio canal. Su líder es Dylan Stevens, que ganó prominencia este verano organizando contraprotestas contra las manifestaciones Black Lives Matter. Al margen de estos elementos pintorescos, la mayor parte de los participantes en el asalto, casi todos hombres, llevaban variaciones de lo que se considera el uniforme redneck, de la clase blanca trabajadora de los estados rurales: barbas y bigotes largos, chalecos de cazador, y, a veces, bandandas con paramecios. Un atuendo que programas como Duck Dinasty y Here Comes Honey Boo Boo contribuyeron a memeizar en la década pasada, como analiza Nancy Isenberg en White Trash (Capitán Swing). El politólogo Yousef Munayver resumió en Twitter la paradoja de ver gente tan peligrosa con aspectos tan aparentemente risibles: «Nos gastamos 750.000 millones de dólares al año en Defensa y, al final, el centro del gobierno americano cae en dos horas a manos de dos tíos de Duck Dinasty y uno con un bikini de Chewbacca».
Quizá por las temperaturas gélidas, a simple vista no se indentifican entre la masa hombres vestidos con el polo Fred Perry de los Proud Boys de Gavin McInnes ni con la camisa hawaiana que algunos grupos de ultraderecha han adoptado como atuendo.
Al principio de la protesta, antes de que otras imágenes (incluyendo, no olvidemos, el vídeo de la muerte de una mujer, Ashli Babitt, que fue grabada desde varios ángulos), lo que más escandalizó a algunos observadores fue la presencia de muchas banderas confederadas dentro del Capitolio. Muchos de los participantes en los tumultos las llevaban en la ropa o las ondeaban. Esa insignia, roja, con una cruz azul central con estrellas, representa a los estados del Sur que perdieron la guerra de Secesión y eran partidarios del mantenimiento de la esclavitud. Desde mediados del siglo XX, cuando la adoptó el Ku Kux Klan, se ha convertido en un símbolo de resistencia racista blanca y su uso (que estuvo también extendido en la cultura rockabilly) se ha intensificado en los últimos años entre la nueva ultraderecha. En julio, Donald Trump dijo que la bandera es un “símbolo de orgullo del Sur”, una de las muchas maneras con las que el todavía presidente coqueteó con su base de votantes más abiertamente racista.
Ese no fue el único símbolo del supremacismo blanco que se dejó ver en la insurrección de Washington. Aun más grave, quizá, fue la presencia de varias horcas en los tumultos. La horca representa los linchamientos a negros en el Sur (la asociación por los derechos de los afroamericanos NAACP calcula que hubo unos 4.700 entre y es también una de las insignias más crueles asociadas al Ku Kux Klan y a la violencia racista entre 1882 y 1968) y resulta tan ofensivo que incluso los artículos que informan sobre su presencia en las protestas llevan en el encabezamiento un trigger warning, un aviso de que ese contenido puede resultar perturbador para quien lo lea. La presencia de las horcas da la medida de hasta qué punto los participantes se sentían validados para exhibir enseñas violentas. Estudiando las fotos se ha identificado también a individuos con camisetas con el lema «6MWE», siglas de «Six Million Weren’t Enough», es decir, seis millones (de judíos) no fueron suficientes muertos en el Holocausto. El portador estaba en un grupo de Proud Boys y la camiseta estaba hecha en los colores de este grupo, el negro y el amarillo.
Entre los violentos, también se identificaron dibujos de Pepe Le Frog. Esta rana está considerada oficialmente un símbolo de odio desde 2016, cuando la Liga Antidifamación, de raíces judías, la incluyó en su lista de insignias ofensivas junto a la esvástica y otras. La historia de este anfibio antropomórfico es una de las más curiosas de lo que llevamos de siglo: la creó el dibujante de cómic Matt Furie en 2005, se convirtió en uno de los primeros memes en MySpace en 2008 y de ahí se mudó a 4chan, el foro en el que se han originado muchos movimientos racistas y machistas ligados a la ultraderecha en internet. En 2015, durante su precampaña, Trump retuiteó un meme que mostraba a la rana dibujada con su cara y a partir de ahí, se intensificó su identificación con sus seguidores y con el nacionalismo blanco.
Aunque si hubo un símbolo ubicuo en los tumultos, ese es la gorra roja de MAGA, la prenda que uniformiza a los seguidores acérrimos de Trump. Uno de los insurrectos se la colocó a una estatua de bronce del presidente Gerald Ford y, por supuesto, se fotografió con su proeza: para qué sirve tomar el Capitolio si uno no lo cuelga en sus stories– y merchandising con la Q de Qanon. Amazon ha recibido críticas por seguir vendiendo gorras, camisetas y otras prendas asociadas con este movimiento. Todavía ahora es perfectamente posible hacerse con una variedad de prendas que llevan una Q y un conejo blanco. Éste hace referencia a una frase de Alicia en el país de las maravillas (“sigue al conejo blanco”) y los seguidores de la teoría de la conspiración la utilizan para subrayar su creencia en que hay verdades escondidas que no se pueden ver en la superficie.