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Diseñadores

Cambiar las reglas del lujo y las del vestir cotidiano: el legado de Demna no es tan distinto al de Balenciaga

“El diseñador de Getaria y su sucesor georgiano comparten algunas consideraciones conceptuales, como la liberación de las líneas de la silueta a partir del movimiento de la prenda y la invisibilidad del cuerpo, gracias a grandes volúmenes arquitectónicos y a las superposiciones”

Un plumas rojo. Ese plumas rojo que estaba en su debut en la marca, en marzo de 2016, también abría la exposición retrospectiva de los 10 años de Demna en Balenciaga, que pudo verse el pasado mes de junio en París. Abierto sobre los hombros y echado hacia atrás, es una de las prendas más simbólicas de su paso por la enseña. No solo porque siempre, en cada desfile, al menos uno o dos fans de la marca la llevaban puesta (da igual que fuera verano), sino porque fue la mecha que encendió la polémica: ¿qué hacía la sacrosanta Balenciaga, la firma del genio de Getaria, la enseña que reescribió las normas de la elegancia, haciendo chándales?, pensaron y piensan aún hoy muchos detractores. “El color y la forma se relacionan con un abrigo rojo que hice que mis padres me compraran; mi primer recuerdo de estar emocionalmente apegado a una prenda. Ni siquiera quería usarlo; solo quería tenerlo, mirarlo. Echando la vista atrás, ese pequeño abrigo rojo en realidad parecía muy Balenciaga en algunos aspectos. La forma en que está cortada esta chaqueta acolchada, hacia atrás con los hombros descubiertos, se ha convertido en una actitud típica de mi paso por la marca. Surgió de mi propia forma de usar la ropa de abrigo, pero cuando llegué y comencé a mirar el trabajo de Cristóbal, me di cuenta de que él hacía lo mismo, solo que en un contexto muy diferente, en una época diferente, así que abrir el escote y aplicar esa forma de vuelo a piezas como un plumífero en esa colección fue para mí una forma de vincular mis códigos con los de Balenciaga”.

Si Demna ha estado obsesionado con hacer coincidir sus creaciones con su propia biografía no es porque, como en el relato de la mayoría de los diseñadores famosos, se obsesionara con la moda durante su infancia, sino porque este refugiado georgiano creció en un país soviético con acceso muy limitado a las prendas occidentales. Esta mirada ‘privilegiada’, que le hace ver desde fuera lo que la mayoría es incapaz de ver (el propio acto de vestirse), es un elemento necesario para explicar su influencia indiscutible en la moda del presente y explica, en parte, por qué una bolsa de Ikea de cuero finísimo y precio desorbitado o una camiseta llena de agujeros por el uso han sido piezas necesarias en su discurso. Pero hay otro elemento que para muchos ha pasado desapercibido: “El diseñador de Getaria y su sucesor georgiano comparten algunas consideraciones conceptuales, como la liberación de las líneas de la silueta a partir del movimiento de la prenda y la invisibilidad del cuerpo, gracias a grandes volúmenes arquitectónicos y a las superposiciones”, explica Igor Uria, director de colecciones del Museo Cristóbal Balenciaga, “aunque quizá, más que una afinidad formal, considero que tienen en común el cuestionamiento de las convenciones dominantes. Eso sí, cada uno desde sus circunstancias y contexto histórico”. Si la opinión de uno de lo mayores expertos en Balenciaga tampoco es suficiente para poner el trabajo de Demna en valor (y en contexto), la prueba definitiva se puede ver en el museo de Getaria hasta el 11 de enero: la muestra Las sutilezas de un diálogo enfrenta el trabajo de ambos en una escenografía que aísla los detalles de cada diseño (el cuello, las mangas tres cuartos, la silueta de reloj de arena, los materiales innovadores...), permitiendo un análisis de la estética y la técnica de los dos creadores. Las coincidencias son más que evidentes. “Hay una selección monocromática de piezas en negro, realizadas en encaje, gazar, terciopelo o neopreno que muestran la continuidad en la exploración de materiales iniciada por el fundador de la casa. Hay modelos de costura de Demna, como el vestido confeccionado en diferentes grosores de neopreno o un maxivestido de corte clerical en terciopelo de algodón negro desgastado, que constatan este enfoque en la materia”, explica Igor Uria. La intención del museo vasco es “poner en valor una conversación pausada, reflexiva y visual entre el pasado, el presente y el futuro de la moda. Una comprensión del archivo de Balenciaga y su patrimonio como base e inspiración para la nueva creación”, explica el director de colecciones. “Considero que muchos de los críticos con el trabajo de Demna piensan en un espejo de cuerpo entero; sin embargo, su mirada es como una bola de espejos, que refleja partículas minúsculas que componen el mismo todo. Es más complejo de lo que pueda parecer a simple vista, porque Demna ha partido de una mirada poliédrica, ha seleccionado fragmentos milimétricos del trabajo del maestro con el objeto de amplificarlos y escalarlos a los tiempos actuales, Su enfoque es muy personal”.

Entre las Triple S, esas zapatillas mastodónticas que hicieron que otras marcas deportivas cambiaran el tamaño de las suyas, y los trajes de chaqueta de técnica rigurosa (las invitaciones a su desfile de otoño-invierno 2023 eran el patrón de una de esas chaquetas) se puede trazar un hilo conductor: está la sobredimensión de las siluetas de Cristóbal sacada de los salones y llevada a las calles (y a los pies), también el rigor y la austeridad convertidos en una especie de abstracción. “Hemos definido un estilo de esta década que ha conectado con muchas personas que aman la moda, y hemos creado una conexión entre la herencia de la alta costura y el streetwear contemporáneo, lo que ha cambiado por completo la manera en que se percibe la moda hoy en día”, escribe el georgiano en el catálogo que acompaña a la exposición-homenaje celebrada en París.

En la exposición de Getaria se puede ver un chándal gris contrapuesto a una chaqueta de Balenciaga de los años cincuenta. Las mangas están construidas con la misma técnica, con pliegues para facilitar el movimiento y el patrón inclinado ligeramente hacia atrás para trabajar la pose desde la propia prenda. Un chándal gris es para muchos la traducción indumentaria del nihilismo, y precisamente por eso para Demna es todo lo contrario.

Un (necesario) chándal de alta costura

Si es difícil ver la moda desde fuera, es decir, tener una mirada externa al imaginario visual (y los ideales de belleza, elegancia o modernidad) que propone, lo es mucho más que dicha mirada se convierta en influyente de forma casi masiva. “Demna llegó en 2015, al mismo tiempo que Alessandro Michele a Gucci. Y creo que lo que ambos aportaron se tradujo en una revolución tremenda. Veníamos de unos años en los que, en términos de lenguaje de moda, no pasaba nada realmente nuevo. Y de repente aparecen estos dos con unos códigos que te resultaban familiares, pero que nunca habías visto combinados así”, opina Josu Aboitiz, director de comunicación internacional (que en aquellos años trabajaba en Gucci). Lo que hizo Demna, convirtiendo su biografía en un uniforme, no fue absolutamente nuevo, pero sí diferente: “Su propuesta conectaba muy bien con ese movimiento que había empezado a cocinarse con Gosha Rubchinskiy en Moscú. Rusia era un país al que yo viajaba bastante entonces, y sentía que todo ese aire del Este traía códigos que para ellos eran cotidianos: cómo se vestían los chicos y chicas de los suburbios, de muchas periferias de esos países… y todo eso se traducía en una pasarela de altísimo nivel, pero con un lenguaje muy común, muy cercano. Me parecía algo extremadamente moderno, muy nuevo sin serlo del todo. Y además eran piezas cómodas, muy funcionales, que podías ponerte. Así que la compra era perfecta: era algo distinto, original, pero que también te podías poner”, prosigue Aboitiz. Era original, era disruptivo, era reconocible y (lo que no es muy habitual) era cómodo. Así fue como Balenciaga comenzó a influir en lo que el propio Demna llamaba hace unos días, durante su último desfile: “Esa comunidad de gente de gustos y estilos audaces que llevaron Balenciaga a otros lugares”. Lo sacaron de los círculos clásicos del lujo y de los rostros habituales. Una chaqueta enorme, unas gafas techno de los noventa, unas zapatillas voluminosas se convirtieron en el inesperado uniforme de lo moderno, un uniforme, además, copiado hasta la saciedad por marcas menores para llegar a públicos más amplios, una nueva forma, en definitiva, de aproximarse a la ropa. Pero, por supuesto, había algo más.

“Cuando llegué no sabía muy bien lo que me iba a encontrar, pensé de hecho que sería una especie de laboratorio de ideas caóticas, pero me encontré una casa de costura parisina con talleres enormes, con patronistas, con artesanos de los mejores ateliers, con especialistas en tejidos, con gente trabajando en silencio, con muchísima destreza. Y eso me impresionó muchísimo”, explica Markel Etxeberria, coordinador de colecciones de Alta Costura durante la época de Demna. Cristóbal Balenciaga nunca hizo prêt-à- porter, y cerró su casa de Alta Costura en 1968, tras comprobar que la moda fabricada en serie había relevado definitivamente al hecho a mano. Demna retomó el oficio del fundador en 2021. Hizo vestidos infanta y rigurosos trajes negros, pero también gabardinas, sudaderas (a mano), jerséis de ochos con cadenas en lugar de punto, vaqueros de jacquard... “Cada inicio de colección comenzaba con los bocetos o imágenes de inspiración que nos daba Demna, y en cada silueta se planteaba un nuevo reto, ya fuese a nivel de patronaje, tejido o adornos. A diferencia de otras marcas en las que he trabajado, en Balenciaga se prestaba una atención extrema al detalle”, explica Etxeberria. “Desde fuera, puede parecer que algunas piezas nacen de una idea rápida o impulsiva, pero desde dentro el trabajo artesanal de los ateliers parisinos se combinaba con el uso de nuevas tecnologías. El proceso es largo, exigente y con un nivel de precisión muy alto. He visto de cerca cómo patronistas que habían trabajado con Galliano o Raf Simons en Dior afrontaban verdaderos retos técnicos para materializar las ideas más complejas”. Puede parecer fácil hacer una sudadera de alta costura, pero en realidad es lo contrario, porque ningún artesano o costurero está acostumbrado a hacerla. Por eso, quizá, hacer una sudadera o un pantalón vaquero de alta costura, el lugar histórico de los vestidos clásicos y las fantasías visuales, era oportuno y hasta necesario. “Siempre he creído que en esta industria hay espacio para todos, pero hasta que llegó Demna no sentí que hubiese un esfuerzo real por abrir esa puerta. Su trabajo ha sido clave para ampliar el imaginario de lo que significa el lujo hoy. Ha diversificado el canon de belleza y la idea tradicional de clienta de lujo. Esa figura de la señora pija como único modelo aspiracional ha sido sustituida (o, al menos, ampliada) por una representación mucho más plural. Ha sido fundamental demostrar que el lujo, incluso la alta costura, puede y debe habitar en cuerpos y estéticas distintas”, explica.

Demna se va a liderar Gucci dejando tras de sí un legado que “se sabrá apreciar más con los años”, opina Etxeberria. Lo confirma una de las trabajadoras del archivo de Balenciaga en París.: “Lo vamos a guardar todo. Accesorios, joyas, ropa... y eso supone un problema, porque son cientos de cajas”, dice. “Su aportación a la casa es enorme. Todo el trabajo sobre el volumen, la forma, los materiales... Sí, los materiales son realmente interesantes. Porque son materiales completamente nuevos, aunque están envejeciendo tan bien como la seda o la lana”, apunta. Hace unos años la modelo Danielle Slavik, (recientemente fallecida), la única musa que han compartido, por razones obvias, Cristóbal y el diseñador georgiano, le decía a esta periodista que “Demna había sabido entender lo que debería ser la belleza ahora”. El problema, quizá, es que el canon de lo que debería ser ‘bello’ o ‘moderno’ ahora está volviendo a cambiar. Pero él, como Cristóbal, ya ha demostrado que otra moda era posible. 

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