La moda de la Pepa

Celebramos el bicentenario de la Constitución de 1812 con un repaso a la vestimenta de sus contemporáneas.

De sobra es conocido que moda y política van de la mano. A lo largo de la historia las tendencias se han adaptado a los cambios sociales y económicos llegando incluso a formar parte de las reivindicaciones de los ciudadanos. Esto es precisamente lo que ocurrió en España a principios del siglo XIX. Con la ocupación de Napoleón, si los ciudadanos querían echar del país a las tropas francesas ¿por qué iban a vestir las mujeres a imagen y semejanza de las parisinas?

Tras la Revolución Francesa se impusieron los vestidos camisa. De corte alto, confeccionados con muselina...

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De sobra es conocido que moda y política van de la mano. A lo largo de la historia las tendencias se han adaptado a los cambios sociales y económicos llegando incluso a formar parte de las reivindicaciones de los ciudadanos. Esto es precisamente lo que ocurrió en España a principios del siglo XIX. Con la ocupación de Napoleón, si los ciudadanos querían echar del país a las tropas francesas ¿por qué iban a vestir las mujeres a imagen y semejanza de las parisinas?

Tras la Revolución Francesa se impusieron los vestidos camisa. De corte alto, confeccionados con muselina o algodón, estas piezas simbolizaban el Neoclasicismo y la estrategia de Napoleón para formar un imperio al estilo romano. Como contrapartida en España nació la moda de los majos. Aunque esta tendencia tuvo su punto de origen en Madrid a mediados del siglo XVIII, en 1812 (año en el que las Cortes se reunieron en Cádiz) ya se había extendido por toda España. Las majas, también conocidas como goyescas, lucían vestidos de generoso escote con corpiño ajustado, generalmente de terciopelo, mangas farol, redecilla en la cabeza y falda de vuelo con corte en la cintura y mandil. 

Estos trajes goyescos -en principio populares y copiados después por las clases más altas con materiales más ricos- tenían además una connotación política: constituían una respuesta a la invasión napoleónica mediante símbolos autóctonos. Este sentimiento antifrancés se extendió de tal forma que era imprescindible que las mujeres superpusiesen una basquiña (falda de corte en la cintura) a sus vestidos, especialmente si estos eran de estética gala.

Cuando la batalla estaba ganada y se firmó la Pepa, las majas se permitieron la licencia de incluir en sus atuendos los madroños: elementos procedentes del país vecino. 

«El pelele», de Goya.

La Duquesa de Alba también adoptó la estética popular. Retrato de Goya.

Agradecimientos: Museo del Traje de Madrid

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