La inspiradora historia de la camarera nominada al Goya

Victoria Sahores se ha dejado la piel para rodar ‘El hombre del abrigo interminable’ compaginándolo con su trabajo y estudios. El esfuerzo le ha valido una nominación a Mejor corto de animación.

La técnica del stop motion requiere precisión y paciencia, pero el pasado mayo la nominada al Goya al mejor corto de animación estaba a punto de perder los nervios. El calor de cuatro focos había convertido su pequeño estudio de Madrid en un infierno en el que solo podía trabajar en bikini. Además, cada vez que se inclinaba para modificar mínimamente la posición de uno de sus personajes (actividad imprescindible para recrear la sensación de movimiento) el sudor hacía que se le resbalasen las gafas. Tras diez meses de trabajo en El hombre del abrigo interminable, Victoria Sa...

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La técnica del stop motion requiere precisión y paciencia, pero el pasado mayo la nominada al Goya al mejor corto de animación estaba a punto de perder los nervios. El calor de cuatro focos había convertido su pequeño estudio de Madrid en un infierno en el que solo podía trabajar en bikini. Además, cada vez que se inclinaba para modificar mínimamente la posición de uno de sus personajes (actividad imprescindible para recrear la sensación de movimiento) el sudor hacía que se le resbalasen las gafas. Tras diez meses de trabajo en El hombre del abrigo interminable, Victoria Sahores (Buenos Aires, 1985), que está nominado al Goya al Mejor Corto de animación, comenzaba a sentir en primera persona el agobio de su protagonista.

“El corto nació de un dibujo supersimple que hice en un parque. Era una rayita con un personaje al final. Me encantó y empecé a darle vueltas a la idea de qué haría yo si tuviera algo que me pesara mucho y que no me pudiese quitar. En este caso, algo muy literal: un abrigo”.

Esta estudiante de cine de animación tuvo que convencer a su escuela para que le dejaran llevar a cabo el ambicioso proyecto de fin de curso que el próximo 7 de febrero podría llevarse un Goya. La experiencia de otros años, en los que ningún alumno conseguía finalizar su cortometraje, habían hecho que los profesores se plantearan si tenía sentido embarcar a los estudiantes en algo tan exigente. Pero esta veinteañera se pasó todo el verano diseñando sus personajes y preparando el story board, así que el primer día de clase tenía planificado lo que haría durante el resto del curso. “Quería ir sobre seguro y llegar en octubre con todo preparado a la escuela. Solo quedaba ponerme a trabajar”.
 

Una escena de ‘El hombre del abrigo interminable’.

La elección de los materiales fue más espontánea, empezando por el abrigo del protagonista, una misteriosa prenda que engulle todo lo que rodea a su portador. “Mi idea era hacerlo con un fragmento normal de tela, pero un día en la ferretería vi el alambre y lo tuve claro. De hecho, ahora el abrigo me parece más agobiante por ser de alambre que por ser grande”.

El viaje de El hombre del abrigo interminable comienza en un suelo nevado de harina y desemboca en una playa de pan rallado. Tanto él como su creadora recorrieron ese camino en solitario, pero ella al menos tuvo apoyo moral. “Con el proceso de escultura me ayudó mucho un profesor que se llama Julio Pardo. Yo trabajaba tanto en la escuela como en mi casa y a este profe le tenía frito. Le mandaba fotos de los moldes un sábado a las 9 de la noche y él me contestaba: ¿Cómo vas, se vacían bien?”, recuerda Victoria.

Porque hasta el último trimestre no empezó el rodaje. Antes hubo que fabricar escenografías, hacer el casting en plastilina y después construir y pintar los moldes de yeso de donde surgirían los actores definitivos de silicona. Solo en abril pudo decirse a sí misma: ¡acción!

“Es recomendable que los animadores estudien teatro”, apunta,”porque lo normal es grabarte a ti mismo y luego imitar las posturas con el personaje. Yo como actriz soy bastante mala, pero lo que hago es repetir muchas veces". Aunque ahora asegure que cualquier emoción es susceptible de ser animada (“siempre que uno estudie lo suficiente”) y a pesar de haber sido capaz de sacarse de la manga un cortometraje de animación en solo 16 horas (decidió concursar en un festival a un día de que cerrase la inscripción), cuando vio por primera vez Pesadilla antes de Navidad no sospechó que hubiera ninguna técnica especial detrás del baile de Jack Skellington. “Ni me lo planteé, di por sentado que eran dibujos”, reconoce.

Victoria descubrió el stop motion mucho más tarde y de la mano de un Pulgarcito de plastilina que dos décadas después de su estreno sigue dando mal rollo: “Vi The Secret Adventures of Tom Thumb y me explotó la cabeza. Por aquel entonces yo estaba haciendo fotografía y a partir de esa película me obsesioné y comencé a estudiar la técnica”.

Hoy esta argentina que lleva 9 años en España no quiere hacer otra cosa que no sea cine de animación, y si pudiera ser en Laika, el estudio responsable de Los mundos de Coraline o Para Norman, mejor. De momento, se paga el alquiler preparando tartas de zanahoria en una cafetería-hostal de Málaga e invierte las mañanas en modelar personajes para su nuevo proyecto. Un guionista amigo suyo se burla de que haya empezado a construir muñecos sin tener el guion cerrado y ella, entre sorbos de mate, se explica: “Hay directores que trabajan pensando en la cara de un actor, pero yo tengo que hacer al actor”.

De cualquier modo, para esta estudiosa y organizada animadora, la historia en sí no es lo más importante. ”Yo me fijo más en la parte poética. Quiero contar algo que me emocione”, se explica. El hombre del abrigo interminable responde perfectamente a esa premisa, pero no deja de ser irónico que para conseguir transmitir algo tan sutil hayan hecho falta 12 meses de planificación: “Es cierto, detrás de lo sutil hay un trabajazo”.

(TRAILER) El señor del abrigo interminable/The man with the neverending coat from Victoria Sahores Ripoll on Vimeo.

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