Oro reciclado o diamantes de laboratorio: así se reinventa la joyería para ser más sostenible
La joyería revisa sus prácticas menos éticas. Los avances técnicos permiten crear piezas con menor impacto en el medio ambiente.
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«Me parece que ya hay suficientes cosas bellas en el mundo, no hace falta que fabriquemos más», defiende la joyera Ariana Boussard-Reifel. Cuando hace cuatro años se planteó producir sus propias piezas ni siquiera contempló otro camino que no fuera utilizar oro reciclado. Es fácil y económico: «Se trabaja exactamente igual que con el recién extraído porque usamos lingotes que nuestro proveedor obtiene fundiendo joyas antiguas», aclara Jessica Warch, cofundadora junto a Sidney Neuhaus de Kimaï. Sus creaciones, que etiquetan como ‘lujo ético’, son lucidas por Meghan Markle; y las de Boussard-Reifel, por Beyoncé o Cardi B.
Cada vez más artesanos comparten el enfoque y la inclinación a reutilizar materias primas. Se busca sobre todo reducir el impacto en el medio. Los metales preciosos reciclados, por ejemplo, permiten acabar con los vertidos en el agua de sustancias como el cianuro o el mercurio, necesarios en el proceso de extracción del oro. Rosh Mahtani creó su firma, Alighieri, precisamente con la intención de prescindir de esos químicos, pero también con el objetivo de no generar producto de más. Ella rescata monedas antiguas para darles una nueva vida embelleciendo colgantes o pulseras. La idea gusta: el pasado febrero la marca se alzó con el premio Queen Elizabeth II al diseño británico. Un galardón que ha celebrado otras iniciativas que abogan por un cambio positivo en la sociedad, como Richard Quinn o Bethany Williams.
Una joya no es simplemente un pedazo de metal con más o menos valor, sino un elemento cargado de simbolismo. Por eso triunfan las piezas que alardean de algo más que de riqueza: «La joyería tiene mucho significado. Los consumidores ahora buscan algo con lo que conectar cultural, estética y éticamente», señala Boussard-Reifel. Por eso las nuevas propuestas se permiten prescindir hasta de las gemas: «Empecé preguntándome por qué la joyería se hacía con piedras preciosas», cuenta Seulye Jo, de Cled. Ella las sustituye por elementos elaborados con vidrio reciclado y, con su trabajo manual, eleva a categoría de alhaja lo que para algunos era un desecho. «Lo más difícil es la experimentación. Pasamos muchas horas probando porque cada botella que rescatamos se funde a una temperatura distinta».
En Kimaï renuncian a los diamantes naturales y los sustituyen por otros creados en el laboratorio. Los desarrollos técnicos de los últimos años han permitido recortar drásticamente el coste de este método que genera artificialmente piedras visualmente gemelas, hasta para los ojos expertos. «El resultado es idéntico en color, corte, quilates y claridad. Conserva la codiciada magia de los diamantes tradicionales, sin el impacto ético y ambiental a los que la industria ha estado asociada», apunta Warch. Como con los naturales, se obtienen utilizando presión y calor extremos, pero en este caso dentro de una máquina. «Es cierto que se necesita una cantidad importante de energía, pero una muy diferente. La minería en áreas remotas tiene unas consecuencias, mientras que el laboratorio puede funcionar con energía solar u otras fuentes renovables», añade Neuhaus.
Son diversos caminos para aspirar a la sostenibilidad también en la industria de la joyería, que en 2019 crecía al jugoso ritmo del 9%, según la consultora Bain & Co. Se trata de elegir nuevos recorridos para que estos accesorios preciosos también hagan juego con los valores personales.