“Cada vez hay más hombres igualitarios sin ningún coste para su masculinidad”
El sociólogo Michael Kimmel, pionero en estudiar la masculinidad, afirma que «cualquiera con dos ojos en la cara ve que hay desigualdad de género».
El privilegio es invisible para quien lo tiene, y para poder cambiar las cosas hay que empezar por hacerlo visible», defiende Michael Kimmel (Nueva York, 1951), pionero en los estudios de la masculinidad, que imparte en la Universidad Stony Brook de Long Island; fundador en los setenta de la Organización Nacional de Hombres Contra el Sexismo (Nomas) y autor de libros como The Guy’s Guide to Feminism, Guyland o Angry White Men, un estudio que para muchos anticipó en 2013 el perfil de la base de votantes blancos e irritados que llevó a Donald Trump a presidir Estados Unidos en ...
El privilegio es invisible para quien lo tiene, y para poder cambiar las cosas hay que empezar por hacerlo visible», defiende Michael Kimmel (Nueva York, 1951), pionero en los estudios de la masculinidad, que imparte en la Universidad Stony Brook de Long Island; fundador en los setenta de la Organización Nacional de Hombres Contra el Sexismo (Nomas) y autor de libros como The Guy’s Guide to Feminism, Guyland o Angry White Men, un estudio que para muchos anticipó en 2013 el perfil de la base de votantes blancos e irritados que llevó a Donald Trump a presidir Estados Unidos en 2017.
En su popular charla TED –titulada ¿Por qué la igualdad de género es buena para todos, incluso para los hombres?– el sociólogo explica que él se dio cuenta del privilegio que tenía de nacimiento en una reunión con unas colegas, al plantearse una simple pregunta: «Cuando te levantas por la mañana y te miras en el espejo, ¿qué ves?». Él no veía su género ni su raza. Porque esos privilegios eran invisibles. Desde entonces, se dedica a dar eco a las diferencias para acabar con ellas.
¿Cuándo cree que la igualdad será una realidad?
En algún momento cercano. Nos estamos convirtiendo en más igualitarios conforme pasa el tiempo, y eso es algo que no va a volver atrás, la lucha por la igualdad ya no tiene freno.
¿Y hay hombres que se ven amenazados por ese avance imparable?
Sí, pero cada vez hay más hombres comprometidos y más igualitarios sin ningún coste para su masculinidad. Lo que tenemos que hacer es involucrarlos para que entiendan ese avance y lo apoyen.
¿Cómo ha evolucionado el concepto de masculinidad?
Los diferentes hombres tienen distintas experiencias sobre lo que significa serlo, dependiendo de su clase, la raza, la sexualidad, la edad… De ahí que a finales de los setenta empezáramos a estudiar las masculinidades, como un spin-off, en cierto modo, de los estudios sobre la mujer. Hasta entonces, los logros femeninos en la ciencia, la literatura o el arte, por ejemplo, habían sido ignorados. Y las investigaciones sobre la mujer hicieron visible el concepto de género. Vimos que el género está organizando la vida social, es parte de tu identidad, y entonces fue cuando se vio la desigualdad. Y decidimos analizar qué es ser un hombre hoy en día, cómo la idea de masculinidad está cambiando y cómo el concepto de desigualdad de género tiene consecuencias sobre todos.
¿Y cuál es el significado de la masculinidad hoy en día?
Hay una creciente brecha entre lo que los hombres dicen que significa ser un hombre y lo que hacen en realidad. Se dice que tienen que ser fuertes, poderosos, no mostrar sus emociones, sus sentimientos, no pueden llorar… Pero en sus vidas diarias hacen cosas mucho más saludables: se implican en el cuidado infantil, tienen más relaciones emocionales, son mejores amigos cada vez…
¿Cuándo empezó a apreciarse esa brecha?
A finales de los setenta, pero la idea de lo que era lo masculino se mantuvo constante. Y solo en los últimos tres o cuatro años ha empezado a cambiar. Ahora este concepto puede incluir ser un padre implicado.
¿Y también ser un hombre feminista?
Decir que eres feminista sencillamente significa que ves que existe desigualdad de género en el mundo y que eso es malo. Y cualquiera con dos ojos en la cara puede verlo.
¿Cómo acabar con estereotipos tan obsoletos como que los hombres no lloran o que son más violentos?
Desde luego que los hombres lloran, solo hay que ver un partido de fútbol cuando pierde su equipo, y por supuesto que la mayoría no son violentos. Son tópicos pasados de moda, no aplicables a todos.
¿Se trata de meras construcciones culturales?
Si fueran hechos biológicos, tendrían que ser iguales en todas las culturas. Pero no. Algunas culturas impulsan la expresión emocional del hombre; la cristiana, por ejemplo, reprime mucho más las emociones masculinas que la judía o la islámica.
Fingir que son de una forma para integrarse es un problema que muchos jóvenes viven a diario y Kimmel analizó en Guyland. «Sufren presión: se mira cómo se visten, hablan, se mueven… Da igual lo que hagan, siempre va a haber otros observándoles y criticando lo que hacen. La masculinidad es formada y juzgada por otros hombres. Y si queremos hacer progresos, tenemos que reducir este tipo de vigilancia de género que existe entre los chicos», sostiene.
¿Por qué parece necesaria cierta pertenencia a un grupo?
En Angry White Men explico que muchas veces se unen a grupos violentos no tanto por buscar una ideología como por la necesidad del espíritu de pertenencia a un colectivo, donde hallan camaradería e inmunidad. Sienten que así refuerzan su concepto de masculinidad. Por ejemplo, Donald Trump fue capaz de canalizar el enfado y el sentimiento de victimización de muchos hombres blancos trabajadores de clase media.
Su llegada al Gobierno ha conllevado la aparición de una nueva ola feminista. ¿Eran esta reacción y el movimiento MeToo necesarios en nuestra sociedad?
Absolutamente. Un gran número de mujeres finalmente ha dicho basta, nunca más. Hay hombres que sienten que tienen derechos sobre el cuerpo de la mujer, y al ser rechazados lo ven como un insulto a su masculinidad. Hay que hablar de ello para acabar con ello.
¿Y también de la brecha salarial, para erradicarla?
Desde luego, porque afecta a la vida laboral y fomenta el uso de estereotipos sobre la mujer; eso debe acabar.