La invasión televisiva del machista sin complejos
Juan y Medio, Pablo Motos, Carlos Herrera o Javier Cárdenas exhiben con descaro y sin arrepentimientos su sexismo en sus programas y, en algunos casos, desde televisiones pagadas por todos.
«¡Ladran, luego cabalgamos!». Cuando a Juan y Medio se le acusó de ser machista por la polémica escena a lo Paco Martinez Soria en la televisión pública andaluza, donde destrozó a tijeretazos el vestido de su compañera Eva Ruiz, al presentador no se lo ocurrió otra cosa que entonar esa frase con épica triunfal al inicio de siguiente programa para dar carpetazo al asunto y obviar así cualquier reflexión sobre lo acontecido...
«¡Ladran, luego cabalgamos!». Cuando a Juan y Medio se le acusó de ser machista por la polémica escena a lo Paco Martinez Soria en la televisión pública andaluza, donde destrozó a tijeretazos el vestido de su compañera Eva Ruiz, al presentador no se lo ocurrió otra cosa que entonar esa frase con épica triunfal al inicio de siguiente programa para dar carpetazo al asunto y obviar así cualquier reflexión sobre lo acontecido. El ente público para el que trabaja, sostenido por los impuestos de los andaluces, ya lo hizo por él. Tras el expediente (sin sanción) al presentador del Consejo Audiovisual de Andalucía, las quejas del sindicato de periodistas andaluces o las críticas internas del subdirector general de Radio Televisión de Andalucía –»lamentable y desafortunado error», admitió Joaquín Duran–, RTVA aseguró que se impartirían cursos antimachistas entre sus trabajadores.
No sabemos si el presentador presenció alguno de ellos, pero y Medio ha rematado el año volviendo a las andadas. Hace unos días, y de nuevo en su programa con franja de horario infantil, soltó la gracia del día cuando bromeó sobre las «secuelas» que dejan a un hombre el tener que convivir con una mujer. El público, una vez más, aplaudió una broma en sintonía con aquella narrativa misógina y homófoba de las matrimoniadas de Pepa y Avelino de hace 15 años.
La actitud del presentador, inmune a la autocrítica y sacando pecho ante sus actos, no es un hecho aislado en la televisión española. Como si de un ataque de los clones (sexistas) se tratara, 2017 se ha caracterizado por la proliferación de conductores de televisión que exhiben su machismo sin complejos, sin ironías y con la firma convicción de sentirse perseguidos por la censura. En un país en el que se ha juzgado moralmente a víctimas de una supuesta violación múltiple, señores como Risto Mejide llaman «calientapollas» a chavalas que dan la mano y algún abrazo a sus amigos para que el público se eche unas risas: «Esto en mi pueblo tiene un nombre, lo voy a decir, es una calientapollas», espetó en el estreno All you need is Love sobre una joven que, por sorpresa y ante una cámara de televisión que no esperaba, lamentó educadamente no corresponder los sentimientos de su compañero de piso.
Aquí las bromas sobre calientabraguetas conviven en armonía con esa normalización, ya por desgaste, de las gracias sobre hombres inexpertos en la cocina en las entrevistas de Bertín Osborne en Mi casa es la tuya. El mismo programa en el que el presentador es capaz de patinar por partida doble en una sola frase. Por un lado, asumiendo la heteronormatividad de sus invitados y, por otro, de nuevo, atribuyendo la cocina como territorio exclusivo de mujeres. Pasó en marzo, cuando Osborne le regaló un delantal a Miguel Poveda, artista que ha hablado abiertamente sobre su homosexualidad, diciéndole «esto se lo das a tu novia o a tu madre«.
Al igual que Juan y Medio, Bertín hace oídos sordos ante las polémicas y espeta un «me parece un gilipollas el que me llame machista» ante cualquier atisbo de autocrítica. Mismas maneras que exhibe Javier Cárdenas, posiblemente el presentador con más polémicas por salidas de tono en cualquier ámbito en lo que va de año. Firme defensor de las pseudociencias y de dar pábulo a la conspiranoia en horario de máxima audiencia en la televisión pública, Cárdenas es capaz de pedir perdón por informar sin base científica sobre supuestos huracanes creados por humanos, pero no lo hará tras desnudar y cosificar a tres chicas en un plató de televisión con un truco de magia e indignar a la audiencia. Es más, responderá a las acusaciones llamando «machistas y fascistas» a todo aquel que él crea que se ha puesto en su contra. No es la primera vez que actúa así, en el pasado intentó que despidieran de su trabajo a una oyente de su programa en Europa FM que denunció unos comentarios machistas del presentador.
Si Juan y Medio se ríe al escucharse a si mismo decir que hay «secuelas» por vivir con mujeres, Carlos Herrera preguntó a sus (pocos) televidentes si las mujeres mentían mejor que los hombres. Lo hizo en su ya desaparecido programa Cómo lo ves en TVE, el mismo formato que trató el tema de los escándalos sobre los depredadores sexuales poderosos con un panel de expertos en el que se incluía a Salvador Sostres, que defendió que el acoso sexual «es subjetivo» y que la Ley de Violencia de Género es «fascista». Tras cancelar el programa, RTVE aseguró que se debía a la baja audiencia y no por las polémicas que generó su emisión. Herrera agradeció en tuit de despedida «haber trabajado con compañeros a los que admiro». Tampoco, como el resto de conductores acusados de sexismo, reflexionó sobre lo acontecido en sus programas.
Claro que para mutis por el foro ante las acusaciones, el de Pablo Motos. Cero autocrítica frente al alud de momentos sexistas que ha protagonizado este año desde El hormiguero, analizados y denunciados desde las tribunas mediáticas a conciencia. El «¿Tú perreas?« a Blanca Suárez y parte del elenco de Las chicas del cable o sus besuqueos a Anastacia monopolizaron un debate sobre un carácter machista que ya venía de largo. Motos ha emitido gags titulados Culos y Tetas, se ha inventado juegos para manosear a supermodelos como Alessandra Ambrosio y a la periodista Mónica Carrillo, autora de tres novelas, le dijo: “¿crees que a los hombres les atraes tú y por eso les gusta leerte?”. Claro que él no correrá la misma suerte que Herrera. La audiencia, pese a las airadas denuncias y las ansias de boicot en las redes, sigue jugando a su favor en los audímetros. La clave que valida todo el sonrojo.