De ser castigada por alquilar un helicóptero al Festival de Venecia: Romy, la hija de Sofia Coppola que convierte el nepotismo en espectáculo
Mientras otras herederas de Hollywood intentan disimular o justificar el peso de sus apellidos, la hija de la directora y de Thomas Mars, de la banda Phoenix, ha optado por reírse de sí misma, abrazar la etiqueta de nepobaby y convertirla en material artístico
En la historia de Hollywood, hay tres tipos de hijos de famosos, ‘hijísimos’ o, como ahora se les conoce popularmente, nepo babies. Los que reconocen su estatus y “agradecen las oportunidades gratis que reciben”, como Maya Hawke; las que reniegan del apelativo por “feo” y aseguran que su pedigrí les obliga a “trabajar “el doble de duro y ser el doble de buenos”, tal y como defiende Gwyneth Paltrow; o aquellos que, en palabras de Jamie Lee Curtis, lo viven como una condena eterna y sienten que el mote trata de “herirles y denigrarles”. Lo que hasta ahora no habíamos conocido era a una heredera que, en lugar de abrazar la solemnidad de lo que significa nacer con un apellido grabado en la frente, intentando justificar no solo su trabajo sino su mera existencia en la esfera pública, decidiera convertir su ascendencia en todo un espectáculo en sí mismo. Romy Mars, hija de Sofia Coppola y Thomas Mars –líder de la banda Phoenix–, inaugura una categoría propia que consiste, sobre todo, en no tomarse en serio ni su propio linaje. “Crecí en sets de rodaje y viendo cómo a mi padre lo llevaba en volandas el público en sus conciertos. Si tengo carácter no es mi culpa”, sostiene.
Compartiendo desfile con Kirsten Dunst, disfrutando de una copa de vino en un jet privado junto a Adam Driver, paseando con Lana del Rey o bailando junto a Jacob Elordi en uno de los vídeos más virales del verano, que supera ya los 34 millones de reproducciones en la plataforma TikTok. A sus 18 años, Romy ha decidido mostrarle al mundo la vida privilegiada de quien puede presumir de que ser nieta del director de El Padrino y la hija de la oscarizada directora de Lost in Translation y de un cantante que llena estadios por medio mundo. Y lo hace sin rastro de recato o disimulo; juega con la etiqueta, ironiza sobre ella y la convierte en gasolina de unos perfiles en redes sociales que ven crecer su influencia de manera imparable. Aunque sus padres pusieron todo su empeño en que tanto ella como su hermana Cosima (aún menor de edad) crecieran fuera de los focos (“Nunca he visto el valor de llevar a los niños a estrenos y cosas así”, dijo su madre en 2017), el mundo conoció el carácter descarado de la joven cuando esta solo tenía 16 años. “Estoy castigada. Intenté alquilar un helicóptero de Nueva York a Maryland con la tarjeta de crédito de mi padre porque quería cenar con mi amiga del campamento”, explicó en un vídeo que acabó convirtiéndola en un fenómeno viral de la noche a la mañana. Romy contaba a sus seguidores su tarde desdichada, desde una mansión decorada con premios Grammy y mientras trataba de preparar una receta de pasta al vodka que acabó complicándose por su incapacidad para distinguir entre ajos y cebollas –acabó buscándolo en Google–. La joven admitió en ese mismo vídeo que sus padres “no querían que fuese una hija del nepotismo”, pero que, “de todas formas, TikTok no me va a hacer famosa, así que da igual”. Ahí se equivocaba.
El éxito del vídeo, de apenas un minuto de duración, catapultó su figura. No tardó en posar junto a su abuelo en la alfombra roja de Cannes durante el estreno de Megalopolis –en la que tiene un pequeño papel–, acudir a las semanas de la moda posando con otras jóvenes de renombre como Sunday Rose –hija de Nicole Kidman–, protagonizar una campaña de Marc Jacobs o esbozar los primeros trazos de una futura carrera como cantante pop con hasta cuatro sencillos publicados. El más escuchado, A-Lister, habla sin complejos sobre su vida como ‘hija de’ y el hastío que acompaña a su afortunada rutina: “Podría alcanzar las estrellas, pero una vez que las tengo quiero más” / “Concédeme todo lo que quiero y un día me aburriré de todo lo que tengo”. La crítica abrazó su desparpajo a la hora de reflexionar sobre la superficialidad que acompaña a la fama. En el artículo de Vulture ‘Romy Mars es la nepo baby que necesitamos’, la periodista Fran Hoepfner asegura que “Ella es una estrella pop porque puede serlo. No ha tenido que escalar peldaños ni abrirse paso a codazos; ¿y por qué lo haría? Pedir perdón por ello está pasado de moda”. Romy es fan de Amy Winehouse –una pegatina de la cantante decora su portátil– y reconoce que su incipiente carrera es producto directo del privilegio: “Hay muchísima gente con talento, con más talento que yo. Yo tengo la oportunidad de grabar en un estudio y acceder a guiones y cosas así gracias a mi familia. No puedo olvidarlo. Siempre intento pensar en lo afortunada que soy de tener las oportunidades que tengo, y no decir simplemente: ‘Bueno, esta es mi vida.’”
Siendo hija de Sofia Coppola, embajadora de Chanel y amiga y musa de diseñadores como Marc Jacobs, no era de extrañar que Mars acabara convirtiéndose también en un icono de moda. Por supuesto que ha acompañado a su madre a algunos desfiles desde bien pequeña –Anna Sui, Marc Jacobs o Chanel, donde posó junto a ella y su hermana Cosima engamadas en tonos pastel– y que hace gala de un gusto personal a la hora de vestir. Eso sí, nada fuera de lo esperable en una chica de 18 años: camisetas y sudaderas anchas con un punto subversivo de marcas como Supreme o Chrome Hearts, bikinis y microtops combinados con shorts, pantalones de chándal y muchos guiños a la estética Y2K que recupera las tendencias de los primeros 2000, década de su nacimiento. Lo que sí resulta excepcional en una adolescente es su colección de bolsos, con firmas como Louis Vuitton o Chanel, o sus múltiples pulseras de Cartier y Van Cleef & Arpels a juego con las de sus amigas. En su debut en la alfombra roja de Cannes en mayo del año pasado apostó por el minimalismo de un vestido negro palabra de honor por la noche y por un diseño de tweed durante el día; ambos de Chanel.
Aunque ha debutado en la música, sigue haciendo sus pinitos como actriz en la serie de televisión English Teacher y tiene los seguidores suficientes como para dedicarse de lleno a la creación de contenido si así lo quisiera, parece que Romy Mars prefiere de momento tantear los posibles caminos profesionales que se abren ante ella. Este otoño, la joven ha apostado, esta vez sí, por el destino más común para una chica de 18 años: se ha matriculado en la universidad. “Soy una artista que escribe y que ya ha publicado canciones, así que espero que la clase de escritura me inspire a componer mejores canciones (…) Ni siquiera iba a solicitar ingreso a la universidad. Nadie en mi familia ha ido, pero uno de mis ingenieros (la persona que se encarga de todos los botones y de la tecnología en un estudio de música) dijo que sería bueno para mí tener una base sólida”, contó en TikTok. Porque, como ella misma admite, no basta con decir “esta es mi vida”: se trata de saber qué hacer con ella.