Cuando el jazz se lleva en las venas
No quieren llegar rápido a la cima, pero muchos de ellos ya saborean el éxito en conciertos por todo el mundo. Esta es la nueva generación de músicos españoles que viven para el arte.
Casi todos ya se conocían. Han coincidido en noches largas de clubes de jazz de muchas provincias españolas. Algunos han tocado juntos y quién sabe si de esta sesión de fotos saldrán futuras colaboraciones. La improvisación forma parte de sus vidas y cuando escuchan los primeros acordes de un tema sus mentes se disparan a un lugar habitado por aquellos a los que la palabra sol no les recuerda solo al astro o a una estación de metro. Desconocidos para el gran público, pero de culto para muchos entendidos, reivindican su lugar en la música española y una mayor visibilidad para una disciplina q...
Casi todos ya se conocían. Han coincidido en noches largas de clubes de jazz de muchas provincias españolas. Algunos han tocado juntos y quién sabe si de esta sesión de fotos saldrán futuras colaboraciones. La improvisación forma parte de sus vidas y cuando escuchan los primeros acordes de un tema sus mentes se disparan a un lugar habitado por aquellos a los que la palabra sol no les recuerda solo al astro o a una estación de metro. Desconocidos para el gran público, pero de culto para muchos entendidos, reivindican su lugar en la música española y una mayor visibilidad para una disciplina que crea más adeptos en este país. Lo que está claro es que son jóvenes, corredores de fondo, virtuosos, comprometidos con su arte y que han elegido un camino común en el que todos hablan el mismo idioma: el jazz.
RAYNALD COLOM
Después de Turquía, Alemania e Inglaterra, estará el 20 de diciembre en Jamboree, Barcelona.
«La gente todavía tiene miedo de acercarse al jazz y a la poesía»
Aparece con aspecto de dandi de otro tiempo. «Aprendí de los músicos más mayores que cuando uno está de gira hay que vestir siempre bien, por si te pierden las maletas y tienes que subir al escenario con lo puesto», cuenta el trompetista Raynald Colom, quien publica con el prestigioso sello francés Jazz Village en más de 40 países. «Todos los grandes tenían su estilo e iban como pinceles. A veces, echo de menos que la gente se arregle un poco más cuando toca, porque ver a un músico con la sudadera del festival de jazz de 1998… ¡Qué estamos en 2012! ¡Infunde un poco de respeto! Tienes que mostrarte conforme con la música que haces. Uno puede saber cómo está el mundo en este momento por cómo visten las personas», explica mientras se prueba una chaqueta.
«Durante el franquismo se formó una élite que era la que escuchaba jazz y quisieron que siguiera siendo algo hermético», resume como si impartiera una clase de historia. «Esto empezó a romperlo la generación de músicos que se marchó a EE UU. Nos dejaron un camino forjado que tenemos que continuar, porque el jazz acoge a la gente y es lo que hay que difundir. Nuestra obligación como artistas es explicar lo que está pasando en nuestro momento. No se puede vivir del pasado, odio la necrofilia musical, los homenajes a Miles. ¿Alguien cree que estaría haciendo lo mismo si estuviera vivo?». Raynald también está en contra de quienes pretenden preservar la pureza del jazz a toda costa. «No me gusta ni la palabra en sí. Es marketing y con ella se pierden sus verdaderas raíces: la música negra estadounidense, sinónimo de libertad e improvisación». Reflexiona sobre la preparación que han de poseer los músicos para tener más libertad a la hora de tocar «y pasárnoslo mejor improvisando. El momento en el que te pones a pensar en el escenario, se va todo a la mierda, y esa es la gracia. Cuando estás follando no estás pensando en el nombre que le vas a poner a tu hijo, ¿verdad? Pues eso mismo es para mí esta música». Para quien quiera introducirse en el jazz por primera vez, recomienda escuchar a Nancy Wilson & Cannonball Adderley. «Ella canta con una alegría y un swing que no se estudia en ninguna escuela. Esto lo sientes o no lo sientes». raynald-colom.com
GEMMA ABRIÉ
Todos los miércoles de noviembre actuará con Clara Luna en el Hotel Mandarin de Barcelona.
«En las nuevas generaciones hay muchas más mujeres instrumentistas»
Lleva 11 años cantando por los distintos templos del jazz de España. Tiene siempre varios proyectos en movimiento, donde el tributo a grandes intérpretes de la música negra suele ser el hilo de conexión. «Comencé en esto casi por accidente. Escuché discos de jazz en el instituto y montamos un grupo entre unos cuantos. A partir de ahí, ya no paré. El compromiso que tengo actualmente es el de empaparme de toda la música del Mediterráneo para poder fusionarla con la música negra», dice una entusiasta Gemma. «En esto es importante rodar mucho primero. Aunque la improvisación se considere como lo más importante, tiene que haber un buen trabajo de equipo detrás. Eso solo te lo dan los ensayos, los conciertos y las vivencias en común». Se toma su grupo, Gemma Abrie Swingtet, «como una banda de rock que empieza en un garaje con amigos, que además son músicos excelentes».
No le gusta llamar la atención con la ropa en el escenario. «Aunque un concierto con una big band detrás me pide un vestido rojo despampanante. En pequeñas salas visto más natural porque considero que la música es algo básico del día a día». Para explicar por qué las mujeres son menos visibles en esta disciplina, cuenta: «Antes no se nos permitía acceder a los estudios de música con la misma facilidad que a los hombres. Y, aunque lo hemos superado, aún se nota esa herencia. Pero las nuevas generaciones cambian el panorama y se empiezan a ver a muchas chicas instrumentistas, no solo cantantes». www.gemmaabrie.com
Albert lleva abrigo y jersey, ambos de Lanvin. Celia luce vestido de Marina Rinaldi y abrigo de Giambattista Valli.
Pablo Zamora
ALBERT SANZ
El 17 de noviembre estará en la sala Fernando Fernán Gómez de Madrid y el 18, en Luz de Gas, en Barcelona.
«El jazz es la expresión de las virtudes y la dignidad del ser humano»
Este pianista valenciano acaba de publicar como líder su sexto disco, O qué será (Karonte). «Es el más ambicioso de todos los que he hecho porque lo he grabado en Nueva York con el mítico batería Al Foster, el contrabajista Javier Colina y unos técnicos increíbles. Es el que más difusión está teniendo. He comprendido que debes hacer un esfuerzo si lo que deseas es que te conozca más gente. Aunque los músicos no nacemos para hacer management, es cada vez más una obligación. E incluso muchos sacrifican lo musical por la gestión», explica despacio y con una voz que parece tener miedo de despertar a un bebé. Es hijo de músicos, pero nunca le exigieron estudiar. «Un día, mientras mi madre escuchaba un disco en casa, me di cuenta de que el valenciano sonaba a brasileño y empecé a interesarme y a investigar».
El jazz le pareció muy difícil al principio, pero entró en él a través de la música brasileña de los años 70. «Igual suena un poco pedante, pero para mí es la expresión de las virtudes y la dignidad del ser humano. Exterioriza el talento de las personas a través de la creatividad, la espontaneidad, el ritmo y la solidaridad entre los que están tocando. En el escenario, todos se tienen que escuchar y hay que ser generoso y resolutivo a la vez». En cuanto a la estética, explica que hasta los años 60 los músicos de jazz iban de traje y se ponían de acuerdo sobre lo que iban a vestir. «El show business los obligaba a ser los más elegantes en el escenario. Con la cultura pop se fue desvirtuando, hasta el punto de que ahora muy pocos hablamos del vestuario antes del concierto. Sobre todo, entre hombres. La tendencia en jazz es vestirse bastante mal. Y, a los pocos que se visten bien, como a Raynald, los admiro. Es una asignatura que tengo pendiente». www.albertsanz.ne
CELIA MUR
El 25 de noviembre presenta su último trabajo, ‘Amerikanda’, en el Centro Conde Duque de Madrid.
«Gracias a la financiación colectiva puedo seguir editando discos»
Es la imagen viva del jazz fusión en España y ella se describe como una «vocalista afroflamenca, con zarcillos y mantones». Cuando entra en el estudio donde se están haciendo las fotografías suena Stevie Wonder. «Él fue el culpable de que cambiara mi forma de entender la música», cuenta mientras mueve las manos al compás. Hija del guitarrista de flamenco Antonio Fernández de Moya, recuerda que su padre quería que estudiara en el Conservatorio de Música de Granada. «Y lo hice, aunque no me interesaba nada. Me iba mucho más Michael Jackson. Veía la serie Fama en la televisión y pensaba: “Quiero ser como Leroy y vivir en Nueva York”. Así que, aunque en mi casa me miraban raro, empecé a cantar soul a los 20 años». Gracias al Festival de Jazz de Granada, que lleva celebrándose desde hace más de 30 años, pudo acercarse a grandes de la música. «Pero yo quería crear mi propio estilo». Se fue una temporada a estudiar a Nueva York y allí descubrió que lo que más apreciaba era lo que ella podía aportar: «Mis raíces, que son el flamenco y la copla. Así interioricé que es tan importante conocer la tradición del jazz como la propia». Todos sus discos son autoproducidos, menos Coplas mundanas (Youkali Music), con el que cantó en las salas más destacadas del panorama jazzístico de España, pero también en Lyon y en Bruselas. «Nono García, guitarrista de flamenco fusión, y yo interpretamos composiciones suyas, y también de mi padre. Llegamos a una mezcla muy pura del jazz y del flamenco, con más raíz. Ahora, gracias a la financiación colectiva puedo seguir editando discos». Fenómenos como Esperanza Spalding le parecen muy positivos porque anima a muchas chicas a que estudien para ser contrabajistas. «Pero es cierto que en EE UU hay muchas músicas increíbles, como Tia Fuller, quien acompaña en las giras a Beyoncé, y quien, sin ser tan mediática como Spalding, es una de las mejores saxofonistas de jazz del mundo». www.celiamur.com
Llibert viste beisbolera de Nike, gorra de Dior Homme y camiseta de Petit Bateau.
Pablo Zamora
LLIBERT FORTUNY
Cada jueves hace una ‘jam session’ en el bar del Conservatori del Liceu de Barcelona.
«Cuando toco, lo hago como si fuera la última noche de mi vida»
No está ni un segundo parado. Se le podría describir como un culo inquieto, si no fuera porque en 2007 empapelaron toda Barcelona con una foto suya, sin ropa, en la que solo se tapaba con su saxofón. No tiene muy buen recuerdo de aquello. Llibert ofrece un espectáculo sobre J.S. Bach en el Auditori de Barcelona, pero en clave electrónica y para niños. «Vienen miles cada año. Es el público más brutal». Pero también da sesiones pedagógicas en el Conservatori del Liceu, clases magistrales, conciertos con su grupo Triphasic y recitales en solitario en el Palau de la Música. Ahora empieza un proyecto nuevo con Chano Domínguez. Y a todo eso hay que añadirle las jam sessions semanales en el bar del Conservatori que hace para todo el que quiera escuchar jazz. «Y para poner mi granito de arena en los tiempos que corren. Si ya hay una escena, nos toca cuidarla».
Anima a sus alumnos a que salgan de España. «Yo me fui a Berklee (Boston) cuando creí que me tenía que buscar la vida. No sabía inglés, pero estaba con gente de todas partes del mundo y cuando nos decían «All the things you are», todos sabíamos qué canción teníamos que tocar. Si se quiere crecer profesionalmente, aquí se puede, pero tienes que trabajar el doble y saber que cobrarás menos que fuera. Yo estaba en un punto muy bueno de mi carrera y podía haber subido más tocando en festivales prestigiosos, pero decidí tomar el control de mi vida y hacer mi camino más artesano. De lo que estoy más orgulloso es de haberlo logrado sin traumas». Llibert cuenta con una sonrisa: «Hay mucha gente que conoce mi música y mi trayectoria y piensan que soy un señor; no se imaginan que voy vestido de Nike en mis conciertos. Lo que sucede es que en los orígenes del jazz iban con traje porque para los afroamericanos era muy importante, como también les sucede a los gitanos en el flamenco». Señala, asimismo, que en esa época se hicieron muchas fotos, que ayudaron a crear la imagen que todo el mundo tiene del jazz. «Yo intento romper esa barrera psicológica subiéndome al escenario como visto en el día a día. Y tocando como si fuera la última noche de mi vida». www.llibertfortuny.com
Eva lleva vestido de Isabel Marant. Bobby y Toño, abrigos y pantalones de Yohji Yamamoto. Toño viste camisa de Levi’s y zapatos de Marni. Los de Bobbi son suyos.
Pablo Zamora
EVA CORTÉS
El 24 de noviembre cantará en el Duc des Lombards de París y el 4 de enero, en el Blue Note de Nueva York.
«Con sus camisas de palmeras, el pianista Chick Corea ¡es puro jazz!»
Con su quinto trabajo, Jazz One Night with Eva Cortés in Madrid (Universal) ya puede afirmar que su vida es esto. «Nunca pretendí entrar en este estilo, pero el destino me ha llevado hasta aquí». Empezó a ver a los más grandes en el teatro Lope de Vega de Sevilla, gracias al festival de Jazz de Sevilla. «Además, cuando era una adolescente de 17 años, en Andalucía tenía mucha importancia el blues, debido a las numerosas bandas extranjeras que se afincaron en el sur. Empecé a cantar con ellos», cuenta. «Hasta que un día me pusieron un disco de Billie Holiday y supe que quería hacer lo mismo que ella».
Cuida mucho su vestuario sobre las tablas. «Cada uno refleja su personalidad musical en su forma de vestir y yo no me puedo subir a un escenario sin unos tacones de menos de 14 centímetros. Es mi sello de identidad, junto a mi vestido de tubo», dice riendo. «Me arreglo imaginando que voy a una cita. Yo soy la que establece el dress code de cada actuación. Y, aunque a los músicos les dejo libertad, les dicto patrones en los colores. Porque, a la hora de pensar en la ropa, no es lo mismo actuar en un festival que en una sala pequeña, como tampoco es lo mismo hacerlo en invierno que en verano. Pero recuerdo ver a Chick Corea con sus camisas de palmeras y ¡es puro jazz!». www.evacortes.com
JAZZ EN ESPAÑA: VUELTA AL CLUB
La formación y la creatividad de los músicos están en uno de los puntos más álgidos de la historia reciente. Programadores, editores y músicos hablan del momento actual desde sus distintas perspectivas.
Los músicos españoles se quejan de que no tienen la visibilidad que ellos desearían ni el acceso a los grandes festivales, y eso que en nuestro país hay más de 15 grandes citas a lo largo de todo el año. «Te tiene que llegar al alma y estar enamorado del jazz para dedicarte a esto, porque en España no te lo ponen fácil», dice Eva Cortés. Pero las salas que le rinden culto se llenan cada noche de asiduos taciturnos en distintas ciudades de la geografía española. Buenos ejemplos de esto y en boca de Álex Sánchez, responsable del departamento de jazz de Universal, son los templos que existen en Barcelona dedicados a esta música, «como Jamboree, La Cova del Drac y Harlem. En Madrid están El Café Central y Clamores. Pero habría que revisar estas salas, su programación y darles una vuelta de tuerca», añade. Mirando hacia los grandes festivales, el de San Sebastián, Jazzaldía, ha celebrado este año su 47 aniversario y su director, Miguel Marín, afirma, con datos en la mano: «En la última edición, de 102 conciertos que hubo, 32 fueron protagonizados por músicos de aquí. Se está haciendo cada vez mejor jazz en España». El fenómeno tiene que darle las gracias al buen hacer de las escuelas superiores de música y los conservatorios. «En el País Vasco, su centro superior, Musikene, ha cambiado el panorama y ha conseguido, entre otras cosas, que aumente el número de participantes y de conciertos», dice Marín. Así sucede en otras comunidades, como Galicia, Cataluña, Madrid o Andalucía.
España, a diferencia de otros países de Europa, no ha tenido una tradición de intérpretes de jazz. Es algo más reciente. «El futuro depende de que se cree afición. Cada vez hay más pequeñas asociaciones de gente a la que le encanta y que organizan pequeños festivales de mucha calidad. Es por ellos que podemos ir a tocar a distintos puntos del mapa y dar a conocer nuestro trabajo», explica el pianista Albert Sanz. Los músicos de esta disciplina artística se sostienen gracias a las salas pequeñas. «Los presupuestos han caído drásticamente, por lo que la mayoría de la música ha de ir a taquilla: tantas entradas vende, tanto dinero se lleva el músico. Las bandas de rock y pop salen beneficiados porque pueden llenar un teatro. El resto tiene pérdidas. Así que los músicos de jazz han retornado a su punto de origen: el club», explica Miguel Marín.
En la edición de discos la situación no es muy diferente. «El jazz va en contra de los tiempos. Los trabajos requieren mucha más elaboración y nos planteamos una carrera a partir de los dos o tres discos», explica Álex Sánchez. «Con un primer lanzamiento es complicado saber si van a funcionar, pues empiezan desde muy abajo y pretendemos que tengan proyección internacional. Somos un sello que apostamos por lo local. De las 40 propuestas que podemos recibir al año editamos seis. Aparte del filtro de calidad, que lo establezco yo, me tienen que dar armas para realizar un plan de futuro», explica Álex. Según la cantante Celia Mur, «hay demasiado culto al jazz ortodoxo estadounidense. Se están generando lenguajes nuevos debido a los músicos con diferentes herencias culturales que apuestan por crear su propio camino. Ahí es donde deberíamos poner más atención».