Yoga para volar

El AcroYoga mezcla acrobacia, masaje tailandés, yoga y, sobre todo, juego.

“Puedes descubrir más sobre una persona en una hora de juego que conversando durante un año”, reza el célebre dicho de Platón. Es lo que persigue el AcroYoga, una fusión del yoga tradicional, masaje tailandés y acrobacia cada vez más presente en España: sólo hay que darse una vuelta durante cualquier fin de semana por los parques de las grandes ciudades españolas para encontrarse algún grupo de gente boca abajo.

Los tres ingredientes se combinan de esta manera: el yoga prepara el cuerpo, el masaje tailandés suaviza y relaja para poder conectar, y la acrobacia aporta ...

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“Puedes descubrir más sobre una persona en una hora de juego que conversando durante un año”, reza el célebre dicho de Platón. Es lo que persigue el AcroYoga, una fusión del yoga tradicional, masaje tailandés y acrobacia cada vez más presente en España: sólo hay que darse una vuelta durante cualquier fin de semana por los parques de las grandes ciudades españolas para encontrarse algún grupo de gente boca abajo.

Los tres ingredientes se combinan de esta manera: el yoga prepara el cuerpo, el masaje tailandés suaviza y relaja para poder conectar, y la acrobacia aporta alegría y diversión, dice Pau Castellsague, director del estudio Om Shanti, en Girona. “Los que tienen experiencia pueden encontrar aquí una manera de llevar su práctica a otro nivel”, indica Castellsague.

¿Y qué hay del resto? Que no cunda el pánico. Lucas Nunes y María Escudero, profesores de AcroYogaThai, en Barcelona (la pareja que aparece en la foto y el vídeo con que ilustramos el artículo) aseguran que el método es evolutivo, “desde cero hasta donde quieras llegar”, lo que permite “volar” a personas de 70 o más años. En su variante terapéutica, eso sí, donde el volador sólo ha de relajarse y dejar que la persona que hace de base le haga un pequeño masaje.

Gabriela Baldessari, profesora de yoga tradicional en Madrid, reconoce que si lo hubiera visto antes quizá no se habría animado a probarlo. “Parece muy difícil y para gente de nivel avanzado. ¡En absoluto! Solo requiere confiar y dejarse llevar por la técnica de quienes saben”, asegura. Atreverse sale a cuenta, en opinión de Baldessari: “Cuesta explicar la sensación de estar volando y saber que quien te sostiene también está disfrutando. Es como si dos se convirtieran en uno, como si tu cuerpo se extendiera y mágicamente fueras capaz de hacer cosas que nunca hubieras imaginado”.

El AcroYoga, que lleva varios años practicándose en Norteamérica, es otra espinita clavada en la frente del sector más tradicional, que lamenta que esta disciplina con más de 5.000 años de antigüedad sea pasto de un comercialismo despiadado y un totum revolutum de estilos y modas. Jenny Sauer-Klein, cofundadora de esta modalidad (una denominación con derechos de propiedad, lo que contribuye a alimentar las críticas), reivindica el valor del juego como “una forma de estar totalmente presente y entrar en un mundo de inocencia y posibilidades”. Lo que viene a ser uno de los componentes fundamentales del yoga tradicional.

Sauer-Klein dice que enseña a los adultos a sentirse como niños de nuevo, a confiar en ellos mismos y en los demás. Los niños, escribe Sauer-Klein, viven en ese estado de “flow” (fluir o flujo) en el que juegan, se caen y se levantan, totalmente inmersos en el presente. “A medida que nos hacemos mayores”, indica, “comenzamos a dudar de nosotros mismos, tenemos miedo y dejamos que otros interfieran con nuestra habilidad de jugar o tomar riesgos”.

Una de las variantes del AcroYoga más reciente y con más crecimiento es, de hecho, aquella en la que participan los pequeños. Los padres hacen de base y los críos, cuyo bajo peso los hace muy manejables, se divierten por las alturas. La otra modalidad con más empuje es el AeroYoga, o yoga en un columpio de tela.

Nada nuevo bajo el sol, dicen los críticos, que argumentan que esto se ha hecho siempre, en la playa o en el circo, sólo que cuando se incorpora la etiqueta yoga se vende más. “Todo en este mundo está comercializado”, argumenta Castellsague, “y los que queremos compartir esto tenemos que aprender a comercializar en cierto grado para poder sobrevivir. Castellsague, que responde por e-mail desde Indonesia, donde se encuentra impartiendo un taller, cree en el poder transformador del AcroYoga. “Gentes de diferentes tradiciones se juntan en los parques del mundo para volar, practicar y compartir. Es una celebración del yoga”, indica.

En una cosa está todo el mundo de acuerdo: es muy bello. Si no para practicarlo, al menos para verlo.

*Natalia Martín Cantero es periodista. Si quieres ponerte en contacto con ella escribe a natalia@vidasencilla.es

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