Tejer para la salud mental: cómo hacer punto puede ayudar con la ansiedad
En plena conversación pública sobre la salud mental, la foto del olímpico Tom Daley con sus agujas confirma que el tricotaje ni es exclusivamente femenino ni tiene nada de antiguo. Los psicólogos ya lo consideran la meditación del siglo XXI.
«Lo único que me ha mantenido cuerdo durante todo este proceso es mi amor por tejer y el crochet y todo lo relacionado con la costura». El oro olímpico Tom Daley lleva compartiendo con el millón de seguidores de su perfil @madewithlovebytomdaley sus proyectos con las agujas desde que comenzó a tejer, al inicio de la pandemia, pero también algo mucho más importante: la revelación de que el knitting es una buenísima vía de escape anti estrés.
La foto de un campeón de este nivel te...
«Lo único que me ha mantenido cuerdo durante todo este proceso es mi amor por tejer y el crochet y todo lo relacionado con la costura». El oro olímpico Tom Daley lleva compartiendo con el millón de seguidores de su perfil @madewithlovebytomdaley sus proyectos con las agujas desde que comenzó a tejer, al inicio de la pandemia, pero también algo mucho más importante: la revelación de que el knitting es una buenísima vía de escape anti estrés.
La foto de un campeón de este nivel tejiendo en las gradas de Tokio 2020 acaparó la atención de los medios generalistas pero el británico no es el único, ni mucho menos, en descubrir en los últimos tiempos los beneficios de contar puntos y vueltas. Eso sí, con sus agujas rompió varias barreras: la primera de género, porque aunque en el knitting las mujeres son mayoría, cada vez más hombres se deciden a probarlo. La segunda, de prisma: hacer punto había pasado de antigualla a afición cool (gracias al impulso de marcas como We Are Knitters, con una imagen moderna y un lenguaje muy millenial) pero es que ahora, en plena conversación pública sobre la salud mental, también se le conoce como rutina de autocuidado de personas de éxito.
Tejer es exactamente el tipo de tarea que puede ayudar a aumentar la capacidad del cerebro, porque es desafiante, complejo y requiere práctica. Y lo mejor de todo es que no es necesario convertirse en experto para cosechar sus recompensas, porque es un perfecto ejercicio de meditación. Es la repetición constante de trabajar para mejorar, y no la búsqueda de la excelencia, lo que tiene el mayor impacto.
“Lo llaman el yoga del siglo XXI, una manera de meditación porque es mecánico”, nos cuenta Pepita Marín, CEO de We Are Knitters, una startup española que comenzó vendiendo lanas hace diez años y que hoy factura 15 millones de euros, y con quien Daley ha colaborado en varias ocasiones. “Muchísima gente lo hace después del trabajo, lo hacen para liberar la mente”, añade. “De hecho, la razón número uno por la cual nos compran es el relax. Bien es sabido que tejer es desestresante, relajante, que ayuda a disminuir los latidos del corazón. Y eso es lo que la gente busca en primer lugar. Por otro lado también desarrollan la creatividad, mucha gente está descubriendo que le gusta hacer cosas: esa sensación de satisfacción que tienes al terminar algo que has hecho con tus propias manos es inigualable”.
La pandemia ha supuesto para ellos un récord absoluto en ventas: en un solo día llegaron a hacer 100.000 euros de ventas en ovillos de lana (un hito que consiguieron en marzo y que repitieron en septiembre): “La gente estaba encerrada en casa, bien con un pelín de ansiedad, con aburrimiento o necesidad de relajarse”, nos cuenta. La suerte fue que su marca ya era 100% online, que tenían excedente de la temporada anterior y que han sabido conectar con una generación joven (su cliente tipo es mujer de entre 25 y 35 años).
Tejer como salvación
“La idea de tricotar, coser, bordar o hacer encaje de bolillos implica tener que estar contando y prestar atención plena a una actividad es un acto en sí de meditación”, afirma la psicóloga, conferenciante y escritora Patricia Ramírez, conocida como Patri Psicóloga (con 415.000 seguidores en Instagram). “Obliga a que focalices toda tu atención en esa tarea y que con ello impidas que la mente esté pensando en pensamientos catastróficos o adelantando situaciones que pueden salir mal”, explica. De hecho, la meditación es precisamente eso, una ayuda para estar en el presente, y con ello, serenar la mente.
“Los beneficios de la meditación son muchísimos. primero, cuando uno lleva tres meses meditando se ha demostrado científicamente que el cerebro experimenta cambios estructurales, es decir, hay cambios interiores que nos ayudan a vivir con más serenidad. También favorece la activación de la amígdala, que es el órgano con el que se gestionan las emociones, con lo que si regulamos su actividad, seguramente vivimos situaciones de miedo o ansiedad con menos intensidad”, añade esta experta. Y aún hay más: “Favorece el sueño, la autoestima, las funciones cognitivas (atención, concentración), la capacidad de disfrute sobre el momento presente, y ayuda a gestionar emociones incómodas como son la tristeza, la desilusión, la frustración, la ira o la ansiedad”.
En The Power of Knitting (El Poder de Tejer, 2020), la tejedora, economista y autora italiana Loretta Napoleoni escribe que tejer puede ser la salvación para muchas personas en este mundo cada vez más fracturado, donde la ansiedad y la soledad son complicadas compañeras de vida. “Tejer ha sido un instrumento esencial para la supervivencia de las especies, una herramienta de las mujeres para influir en la sociedad, además de una actividad relajante para calmarnos y una metáfora de la vida”, escribe Napoleoni en la introducción del libro, en el que traza un recorrido histórico sobre el impacto del arte de las agujas desde el antiguo Egipto a las espías costureras de la Segunda Guerra Mundial y hasta el día de hoy. Napoleoni, aficionada al punto gracias a su abuela, insinúa que tejer ofrece una clase magistral de ética porque “una buena tejedora siempre tiene la valentía de deshacer lo que ha hecho y arreglar un error grande”.
El último famoso en dar publicidad al knitting es Daley, pero hay más referentes influyentes en esto del tricotaje. Michelle Obama, por ejemplo, contó el año pasado en un programa de televisión estadounidense que ella también se ha aficionado: “Durante el confinamiento he cosido una manta, cinco bufandas, tres tops de tirantes, un par de gorros para Barack y acabo de terminar mi primer par de manoplas para Malia… soy una tejedora”. Dijo, es más, que se ha dado de alta con un seudónimo en una red de tejedores online, aunque no reveló si se trataba de Ravelry.
Creada en 2007 por dos emprendedoras estadounidenses, Ravelry es una red social para aficionados al ganchillo y el crochet con casi diez millones de usuarios en todo el mundo, en su mayoría mujeres. Este «Facebook de las tejedoras» es la base de datos de patrones de ganchillo y crochet más grande del mundo (ofrece más de un millón, desde prendas tradicionales como gorros, jerseys y bufandas a cosas más pintorescas, como abrigos para mascotas o las famosas manoplas que llevó a Bernie Sanders a convertirse en meme en la investidura de Joe Biden) e invita a tejer en grupo un mismo patrón durante un tiempo concreto en las llamadas citas CAL o KAL (un acrónimo de «Crochet Along» o «Knit Along», algo así como hacer crochet o punto juntos). Ravelry se ha hecho muy famoso, también, porque cada vez que una celebridad lleva una prenda de punto enseguida hay alguien que cuelga su patrón. Permite que los diseñadores puedan vender sus patrones sin necesidad de intermediarios y que los usuarios publiquen sus creaciones contando el proceso de confección. Tan grande se ha hecho esta comunidad que hoy alberga decenas de foros activos -con más de 40.000 subgrupos-, con ramificaciones tan amplias que han llegado a la política. Durante la última campaña electoral en EE.UU., por ejemplo, unas simpatizantes de Donald Trump se pusieron a tejer gorros con el lema «Build the wall» (Construye el muro, en referencia a la política migratoria del expresidente). La polémica estalló cuando la red social decidió expulsar a la autora del patrón.
Internet es el nido perfecto para aficiones nicho como el tricotaje y es capaz, también, de hacer de ellas un fenómeno global. De hecho, en los últimos diez años ha habido un boom de youtubers costureras y escuelas de ganchillo online, con sus propias influencers, como Marta Bluü en nuestro país, que cuenta con casi 100.000 seguidores en Instagram y un club de ganchillo cuyo acceso tiene un precio de 8 euros al mes.
La red también ha ayudado a expandir iniciativas locales como Madrid Knits, que reúne varias veces al mes desde hace 11 años a todo aquel que quiera coger las agujas. Con la pandemia ha cambiado a citas online, con lo que ha ampliado su público. Lo puso en marcha Siona, que recuerda los inicios así: «Pensé que iba a ser una locura y que me iba a encontrar sola con esta afición, pero cual fue mi sorpresa que mas de 10 mujeres acudieron a la cita y entre todas decidimos que queríamos continuar viéndonos cada semana.» Ahora, debido a la pandemia, las reuniones las hacen online dos veces al mes. «La mayoría son mujeres de entre 30 y 40 años», nos cuenta, «pero tenemos a Fran y a David que valen por 100». Marga, original de Tarragona y participante en Madrid Knits, teje «porque relaja -mientras tejo no pienso en otras cosas-, porque crea comunidad, porque creas prendas con tus manos, porque puedes mejorar y aprender siempre que quieras practicando nuevos puntos y técnicas, porque se puede tejer mientras charlas o miras la tele o vas en metro/tren… y por muchísimas cosas más», nos cuenta. Cada tres meses hacen un KAL: «Es desconectar de las preocupaciones del día a día. Es el momento de poner la mente en blanco e ir haciendo repeticiones mentales», nos cuenta Siona. En sus quedadas hablan de todo un poco: «desde recetas de cocina, hasta política, pasando por descubrimientos de nuevas tiendas de lana… es como una sesión de psicología lanera», reconoce Siona. «Hace que, mentalmente, te evadas de los problemas cotidianos dejando tu mente en un impás de creatividad.» Así, punto a punto, es como toda una comunidad ha tejido su propia red de salvación.