Por qué deberíamos dejar de hacer dieta en vacaciones

Se trata de desconectar y descansar, no de contar calorías. Además, el aumento de peso no siempre corresponde a los excesos alimenticios sino a otro tipo de factores.

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Los días de descanso también deberían ser un break para los que están obsesionados con la báscula, eligen siempre la opción más light de la carta y se devanan los sesos creando menús equilibrados. Un poco de desequilibrio alimentario no está mal y entra dentro de la filosofía del laissez faire y del dolce far niente, que debe acompañar a cualquier periodo vacacional. Dos semanas, tres a lo sumo para los más afortunados, de mayor libertad dietética no deberían constituir ningún problema, ya que cuando volvamos a la rutina y al trabajo, retomaremos de nuevo nuestros hábitos ...

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Los días de descanso también deberían ser un break para los que están obsesionados con la báscula, eligen siempre la opción más light de la carta y se devanan los sesos creando menús equilibrados. Un poco de desequilibrio alimentario no está mal y entra dentro de la filosofía del laissez faire y del dolce far niente, que debe acompañar a cualquier periodo vacacional. Dos semanas, tres a lo sumo para los más afortunados, de mayor libertad dietética no deberían constituir ningún problema, ya que cuando volvamos a la rutina y al trabajo, retomaremos de nuevo nuestros hábitos de siempre.

Si no se tiene que hacer ningún régimen especial por cuestiones de salud, uno debería poder permitirse algunos excesos y caprichos”, sostiene la doctora María Ballesteros, endocrinóloga, vocal de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) y responsable de la Unidad de Nutrición Clínica y Dietética del Hospital de León. “Si hay que saltarse la dieta, mejor en verano que en invierno, porque el calor propicia que nos apetezcan cosas más sanas y ligeras y porque, incluso aquellas personas sedentarias que no hacen ejercicio, tienen más actividad física durante las vacaciones. Viajan, se mueven más, nadan en el mar o dan más paseos”, afirma Ballesteros, “aunque tampoco se trata de ir al otro extremo y romper todas las reglas constantemente, pero incluso un patrón de vida saludable incluye también algunos caprichos o excesos”.

Con más tiempo para realizar actividades al aire libre, y menos horas sentados frente al ordenador o al televisor, muchas personas, sin embargo, observan con disgusto que los días de ocio se traducen finalmente en algún que otro kilo de más. “Sin duda porque comemos peor, muchas veces fuera de casa, donde no podemos controlar el proceso de cocinado de los alimentos, generalmente con más grasa y de peor calidad que la que nosotros utilizamos”, subraya Ballesteros. Incluso a los que persisten en su régimen les es difícil seguirlo porque las opciones de los restaurantes no son siempre las adecuadas y porque a veces no hay elección posible, como ocurre con las comidas de los aviones.

Hasta las supermodelos como Heidi Klum se permiten algún capricho de vacaciones.

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La comida no es el único factor

En ocasiones el aumento de peso no se corresponde con el hecho de haber incrementado nuestra grasa corporal. Si nos notamos con más volumen o que nos cuesta abrochar los pantalones, puede deberse a que estamos reteniendo líquidos. “Nuestro cuerpo está formado por 2/3 partes de agua, aunque si cogemos más grasa, cogemos también más agua”, apunta Ballesteros. “Es normal que en verano pueda haber una mayor retención de líquido, que se acumula sobre todo en las piernas y tobillos, ya que con el calor las venas se dilatan y el retorno de riego de las extremidades hacia arriba es más lento. Esto se agrava si se está en una época de cambios hormonales, como la menopausia, o con la humedad propia de los sitios de costa, y puede hacer oscilar la báscula; pero es un problema puntual que puede tener diversas causas. A algunas personas se les hincha también el abdomen en época de vacaciones, pero eso es debido a los gases. Salimos de la alimentación habitual y tomamos cosas excesivamente saladas o cocinadas de manera poco saludable, y esto afecta al proceso de digestión”.

Ganar algo de peso en periodo estival puede también estar relacionado con las funestas consecuencias de una operación biquini excesivamente concienzuda. Tras una dieta estricta, la relajación de las vacaciones sumada a la comida fuera de casa y en horarios más bien desordenados, puede derivar en un aumento de peso. Ballesteros advierte de estas practicas tan poco efectivas, “Intentar perder peso en poco tiempo lleva a ganarlo a la larga. Cualquier régimen que haga bajar más de un kilo por semana es sospechoso. Hay que reducir peso gradualmente porque estas dietas milagro lo único que consiguen es que se pierda masa muscular, que es muy difícil de recuperar. El músculo gasta energía, pero si cada vez tenemos menos, éste será reemplazado por la grasa, por eso los constantes regímenes que se dejan y retoman una y otra vez, lo que consiguen es incrementar el nivel de grasa corporal”.

Si bien las personas que parecen tener alergia al ejercicio físico, se reconcilian un poco con él en verano y se atreven a nadar, andar en bicicleta, montar en una piragua y utilizar sus piernas para algo más que para pisar el acelerador de su coche; los asiduos al gimnasio pueden echar de menos sus sesiones de fitness y encontrarse algo más flojos, e incluso ganar algo de peso, pero es algo inestimable y pasajero que le ocurre también a los deportistas de élite cuando se toman unas vacaciones. Nada por lo que preocuparse. En dos o tres semanas recuperarán su estado habitual.

Otro de los motivos por los que se puede subir de peso durante las vacaciones lo constituyen las falsas creencias sobre el verdadero poder calórico de los alimentos. Empezando por las ensaladas, en principio muy sanas y ligeras, aunque todo depende de los ingredientes que lleven. Según Ballesteros, “si las preparamos siempre con aceitunas, aguacate y maíz, entonces empiezan a tener más calorías. Sin contar con la cantidad de aceite con la que se aliñen”. Los helados son también bombas de relojería disfrazadas, y es curioso como la mayor parte de la gente juraría que son más ligeros que un trozo de tarta. Según esta nutricionista, “engordan lo mismo, lo que ocurre es que tienen menos capacidad de saciarte, por lo que se toman en mayor cantidad. Los refrescos son también un problema porque los que compramos en el supermercado tienen 10 gramos de azúcar por cada 100 mililitros y carecen de valor nutritivo. En cuanto a los zumos de frutas naturales que preparamos en casa, siempre es mejor decantarse por la fruta, ya que lo que dejamos en la licuadora, la pulpa, es donde se encuentra la fibra, y la mayor parte de las vitaminas, minerales y antioxidantes se estropean durante el licuado. No se trata de evitar estos alimentos sino de conocer su verdadero poder calórico y no pasarse. Es fácil que una persona se tome al día 4 ó 5 refrescos en verano. Y eso es demasiado”.

Aunque muchos nutricionistas están a favor de una amnistía para la mayor parte de los pecados alimentarios en época estival –siempre que no haya una enfermedad o contraindicación grave–; otros muchos apuntan que si se quiere hacer un cambio de hábitos alimentarios, las vacaciones son la época más propicia. “No hay estrés, hay tiempo para ir al mercado a hacer la compra y para cocinar y probar nuevas recetas”, apunta Ballesteros. De hecho la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición ha lanzado un comunicado este verano en el que insta a aprovechar esta estación para acercarse más a la dieta mediterránea y subraya,  “la época estival, coincidente en la mayoría de los casos con horarios más relajados, es una de las mejores para intentar mejorar la composición nutricional de nuestra dieta adaptándola a las recomendaciones de la dieta mediterránea que, de una forma sencilla, pueden resumirse en: utilizar el aceite de oliva como principal grasa de adición; consumir diariamente frutas, verduras, pan y otros alimentos procedentes de cereales (pasta, arroz y especialmente sus productos integrales) o legumbres; moderar el consumo de carnes rojas, sustituyéndolas por pescados y huevos; promover la ingesta de alimentos poco procesados y favorecer el de alimentos frescos”.

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