El cansado arte de tomar decisiones
La fuerza de voluntad es algo difícil de controlar pero hay trucos para hacerlo.
La fuerza de voluntad es crucial para manejarse en un mundo cada vez más complicado y lleno de opciones. Sin embargo, o precisamente por ello, nuestra capacidad de autocontrol está por los suelos. Por suerte, la cosa tiene remedio: la voluntad funciona como un músculo que se fatiga cuando se usa en exceso y que se puede entrenar. Y, como a los músculos, le encanta el azúcar. Es lo que aseguran las investigaciones más recientes sobre el tema, que acaban de fraguar en el libro titulado '...
La fuerza de voluntad es crucial para manejarse en un mundo cada vez más complicado y lleno de opciones. Sin embargo, o precisamente por ello, nuestra capacidad de autocontrol está por los suelos. Por suerte, la cosa tiene remedio: la voluntad funciona como un músculo que se fatiga cuando se usa en exceso y que se puede entrenar. Y, como a los músculos, le encanta el azúcar. Es lo que aseguran las investigaciones más recientes sobre el tema, que acaban de fraguar en el libro titulado 'Fuerza de voluntad' (por el momento sin traducción al español).
El libro, subtitulado “Redescubriendo la mayor fortaleza humana”, indica que si quieres minimizar el riesgo de equivocarte cuando tengas que tomar una decisión importante, es mejor valorar el asunto por la mañana, cuando estés descansado. Y hacerlo cuando no te suenen las tripas. Las probabilidades de equivocarte crecerán a medida que tu cerebro se vaya quedando sin la energía mental que necesita para la ardua tarea de decidir. Y se reducirán si recibe un chute de azúcar.
La comunidad científica lleva varios años dedicando un gran esfuerzo al estudio de las misteriosas fuerzas que operan detrás de la fuerza de voluntad. No es de extrañar, si se tiene en cuenta que, como media, nos pasamos cuatro horas al día resistiendo tentaciones: comer y dormir, principalmente, seguidos de deseo de ocio y sexuales.
La presión es tanta que nuestro autodominio ha caído en picado hasta situarse en la cola entre las virtudes. De acuerdo con una macro encuesta realizada a más de un millón de personas en todo el mundo, la fuerza de voluntad es la última de las dos docenas de cualidades que propusieron a los entrevistados, como honestidad, sentido del humor o creatividad.
Las sábanas que se pegan por la mañana, la galleta de chocolate, la siestecita… sólo pensar que estamos obligados a decidirnos entre nuestros deseos y las obligaciones durante tantas horas al día puede producir ansiedad y una cierta nostalgia por el pasado. No sabemos a ciencia cierta qué les pasaba por la cabeza a nuestros antepasados, pero es sensato concluir que hoy, puesto que tenemos más donde elegir, también tenemos más donde sufrir.
“No puedes tomar decisión tras decisión sin pagar un precio biológico”, escribe John Tierney, coautor del libro. Lo positivo es que no es hereditario, como los ojos verdes o las orejas de soplillo y, en contra de lo que pueda parecer esos días negros en los que no das una, se puede aprender: los mejores “decididores”, dice Tierney, no usan su autocontrol para atravesar las crisis, sino para evitarlas. Llevan el coche a arreglar antes de que les deje tirado en la carretera, no atiborran la nevera con batidos de chocolate. Y no se les ocurre presentar la dimisión al trabajo tras una noche de resaca.
El cansancio es un factor importante, pero no el único. El cerebro funciona de forma similar a una máquina que, cuando deja de recibir su carburante, hace cosas raras. En este caso, se deja llevar por las recompensas inmediatas, olvidándose del largo plazo. Se enchufa a la tele en lugar de hincar los codos y ponerse a estudiar para el examen del día siguiente; opta por las patatas fritas en lugar de una pera.
He aquí por qué seguir un régimen es tan difícil. La persona a dieta necesita fuerza de voluntad. Pero para tener fuerza de voluntad, necesita comer. O sea, la cuadratura del círculo. Afortunadamente, hay otros “trucos”. Conjurar memorias poderosas de las cosas que uno valora en la vida, por ejemplo, es una gran ayuda para mantenerse firme en los propósitos.
“Aprender a dominarse tiene un montón de consecuencias positivas”, señala Roy Baumeister, profesor de psicología de la Florida State University y coautor del libro. “Observa cualquier gran problema que la gente sufre hoy y lo más probable es que el autocontrol esté implicado de alguna manera”. Conviene no desperdiciarlo, porque es un recurso limitado. Olvídate de tus diez resoluciones de Año Nuevo. Es más realista hacer sólo una y seguirla. Y tómatelo en serio. Como dice el psicólogo Walter Mischel, famoso por sus estudios sobre el autocontrol, ser feliz es cuestión de voluntad.