¿Cuál es el mejor consejo que te han dado?
En tiempos de incertidumbre se amontonan los consejos. Pero la “anti-inspiración” podría ser lo que mejor funcione.
Es difícil dar un paso por las redes sociales sin que te caiga encima algún consejo. La incertidumbre y el miedo que genera la crisis son caldo de cultivo idóneo para el florecimiento de recomendaciones de todo pelaje. Desde el más blandengue (ese que se nutre de frases tipo “tú eres tu mejor obra de arte” o “el tiempo lo cura todo”) al más inteligente, que con frecuencia se apoya en las reflexiones de clásicos como Gandhi o Thoreau, cuyos escritos sobre la necesidad de echar mano de los recursos internos cuando...
Es difícil dar un paso por las redes sociales sin que te caiga encima algún consejo. La incertidumbre y el miedo que genera la crisis son caldo de cultivo idóneo para el florecimiento de recomendaciones de todo pelaje. Desde el más blandengue (ese que se nutre de frases tipo “tú eres tu mejor obra de arte” o “el tiempo lo cura todo”) al más inteligente, que con frecuencia se apoya en las reflexiones de clásicos como Gandhi o Thoreau, cuyos escritos sobre la necesidad de echar mano de los recursos internos cuando fallan los de fuera resultan muy útiles en momentos en los que nada parece seguro.
Siempre hay quien está dispuesto a dejarse aconsejar, e incluso quien colecciona recomendaciones. Si perteneces a este segundo grupo, quizá te interese el experimento del diario Wall Street Journal, donde cientos de lectores compartieron las mejores recomendaciones recibidas lo largo de su vida. El resultado es desigual, como cabe esperar. Desde el socorrido –pero no menos sabio– “trata a los demás como te gustaría que te tratasen a ti”, hasta otros más creativos: “¿Cómo comes un elefante? De un mordisco cada vez. Incluso las tareas más monumentales se dividen en incrementos manejables”.
¿Realmente funcionan los consejos? ¿Funciona la inspiración? Podría ser que lo verdaderamente reconfortante sea precisamente lo contrario. Para entender que no eres, ni de lejos, el único ser humano en apuros, ayuda saber de las desgracias ajenas.
Oliver Burkeman recopila en su columna ejemplos de cómo las personas exitosas también pecan de desordenadas, vagas o inseguras. Uno de los ejemplos más notables es el de Harry Truman, cuya suegra nunca llegó a considerarlo como suficientemente bueno para su hija, ni siquiera cuando era presidente de Estados Unidos. El caso del novelista británico Henry James también es para nota: en 1883, después de haber publicado su Retrato de una dama, todavía se consideraba a sí mismo un fracaso. Esto es lo que escribía en su diario: “Debo hacer grandes esfuerzos durante los próximos años, si no quiero ser un fracasado total (…) Seré un fracaso a menos que haga algo grande”.
Por su parte BF Skinner, uno de los psicólogos más renombrados (y polémicos) de la corriente conductista al parecer tenía tantos problemas de autocontrol que para obligarse a trabajar encadenaba un reloj a la lámpara de su mesa y se obliga a fichar cada vez que salía de su oficina. Y eso que en aquellos tiempos no había Twitter ni Facebook.
Esta “anti-inspiración”, señala Burkeman, tiene como propósito recordarte que tu atmósfera mental es una guía muy poco fiable de tus éxitos o fracasos. Y, como sólo tienes acceso a tu atmósfera interior, no te das cuenta de hasta qué punto otras personas, incluso cuando al alcanzado los mayores éxitos, son víctimas de lo mismo.
La felicidad es relativa, concluye Burkeman. Una manera segura de sentirse bien es convencerte de que eres superior, de alguna forma, a otras personas. Igualmente alentador es encontrar el modo de percibir que los otros no son superiores a ti. Como dijo Montesquieu varios siglos atrás: “Si solo quisiéramos ser felices, sería fácil; pero queremos ser más felices que los demás, y esto es casi siempre difícil, ya que los creemos más felices de lo que son”. Estudios recientes parecen dar la razón al filósofo francés ya que indican que, para estar en posición de ser felices, necesitamos que otros estén por debajo.
Algo que, por cierto, también explica el poder especial de Facebook para hacer que nos sintamos más tristes y más solos: “Subrayando la versión más inteligente y divertida de la vida de la gente, e invitando las comparaciones constantes en las que tendemos a vernos como los perdedores, Facebook parece explotar el telón de Aquiles de la naturaleza humana“, indica este estudio de la Universidad de Stanford.
De modo que terminamos el artículo con este consejo: aléjate de Facebook. Y, en segundo lugar, nunca salgas de casa sin un mantra. A ser posible tan útil y bello como este de Francis Bacon: “Comienza por hacer lo que quieres ahora. No vivimos en la eternidad. Sólo tenemos este momento, que brilla como una estrella y se deshace como un copo de nieve en nuestras manos”.
@nataliamartin es periodista. Si quieres ponerte en contacto con ella escribe a natalia@vidasencilla.es