Caladas fuera de la ley: ¿fumas o vapeas?
Mientras los establecimientos donde se venden brotan como setas en otoño, las autoridades sanitarias advierten que crea adicción y puede ser cancerígeno.
No es tabaco, por lo que queda al margen de la legislación restrictiva del mismo. Tampoco es un medicamento, con lo que no se le aplican los controles sanitarios que sí se aplican a otros productos para dejar de fumar como los chicles o los parches de nicotina. Ni siquiera hay un solo modelo de cigarrillo electrónico (o e-cigarrillo), sino varios cuya composición suele incluir agua y aromas, pero también sustancias nocivas como nicotina (adictivo para los seres humanos), nitrosaminas (compuesto cancerígeno) y ...
No es tabaco, por lo que queda al margen de la legislación restrictiva del mismo. Tampoco es un medicamento, con lo que no se le aplican los controles sanitarios que sí se aplican a otros productos para dejar de fumar como los chicles o los parches de nicotina. Ni siquiera hay un solo modelo de cigarrillo electrónico (o e-cigarrillo), sino varios cuya composición suele incluir agua y aromas, pero también sustancias nocivas como nicotina (adictivo para los seres humanos), nitrosaminas (compuesto cancerígeno) y glicol de propileno, entre otros. Pero aún sumando todos sus ingredientes nocivos son bastante menos dañinos que los pitillos convencionales y permiten seguirse dando el gustillo de tenerlo entre los dedos y exhalar humo. De ahí el boom entre quienes andan intentando quitarse de fumar. Así las cosas, este pequeño artefacto vive en un peligroso limbo científico y jurídico. Y aún así, solo en Europa cuenta con siete millones de usuarios. En Canadá, Argentina y Australia está prohibido. Muchas celebrities como Leonardo Di Caprio, Katherine Heighl, Lindsay Lohan, Britney Spears o Paris Hilton ya han actuado de early adopters. En España cualquiera que disponga una licencia para comercializar productos electrónicos puede venderlo. Pero ninguna ley determina si se pueden vender a menores, aunque el actual proyecto de ley del Parlamento Europeo contempla prohibirlo. Pese a la ausencia de datos oficiales sobre las ventas a este lado de los Pirineos, la tónica parece estar a la par de la que se vive en otros países donde sus ventas crecen como la espuma. Según Euromonitor en 2012 las ventas mundiales sumaron 500 millones de euros. Para este año se esperan alcanzar los 2.000 millones de euros.
Ante este mare magnum de datos, fabricantes, sanitarios y asociaciones antitabaco no logran ni de lejos ponerse de acuerdo. En la Cumbre sobre el E-Cigarrillo celebrado el pasado mes en Londres quedó claro que unos andan en las antípodas de los otros. Para Robert West, profesor de salud mental y director del departamento que estudia la incidencia del tabaco en el cáncer en Cancer Research UK, “los cigarrillos matan a 5,4 millones de seres humanos al año. Cambiarse al e-cigarrillo podría salvar millones de vidas, dado que un tercio de quienes intentan dejar el tabaquismo recurren a estos instrumentos”. Los estudios, no concluyentes, que hay hasta la fecha, estiman que son entre un 95 y un 99% más seguros que los cigarrillos convencionales. Pero, ¿y qué pasa con ese 5% (ó 1%, según se mire)? Pues que navega en el mismo limbo que el propio aparato. Lo normal es que cada cartucho lleve entre 6 y 36 miligramos de nicotina, pero los hay que superan los 100 miligramos. Otros se acercan a 0 mg. La cantidad de glicol de propileno, también puede variar. Para rizar aún más el rizo la todopoderosa Food and Drug Administration (FDA), que los mira de reojo y no los considera aptos para quitarse el hábito de fumar, ha localizado modelos cuyo fabricante declara como libre de nicotina y que sí contienen esa sustancia.
Katherine Heigl y Leonardo DiCaprio ‘vapeando’ sin parar.
Para la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) la presencia, por pequeña que sea, de elementos cancerígenos, convierte a los e-cigarrillos en potencialmente responsables de cáncer. Pero se trata de un cachivache demasiado nuevo. La falta de estudios a largo plazo y su rápida expansión abren la duda de si es el gran baluarte contra el tabaco o si, por el contrario, dentro de un cuarto de siglo “habrá gente muriendo de cáncer por su uso”, según vaticina Deborah Arnott, del grupo de presión antitabaco Action on Smoking and Heath (ASH) . El Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT) añade que no solo no se ha demostrado que ayuden a desengancharse del tabaco sino que “hay estudios que relacionan su uso con la incitación al consumo de tabaco en adolescentes”. Ante este percal, la Organización Mundial de la Salud (OMS) se anda con pies plomo: desaconseja su uso e insta a las autoridades a crear un marco legal para su control. Entretanto, el cigarrillo electrónico sigue despachándose tranquilamente en la calle.
En el Ministerio de Sanidad suenan las alarmas pero se trabaja sin prisas. La ministra Ana Mato ya ha confirmado que España trabajan mano a mano con Bruselas en la elaboración de un futuro marco normativo común para toda Europa. ¿Para cuándo y cómo? Respuesta incierta, al igual de si se incluirán en la actual Ley Antitabaco (como sí pretende Cataluña). Esto prohibiría pegarle caladas al instrumento electrónico en establecimientos públicos. Por ahora, nada impide vapear (así se llama al hecho de fumar con este tipo de pitillos, por aquello del vapor de agua que sueltan) en centros de salud, transportes públicos o recintos infantiles. En juego están la salud de millones de ciudadanos, el gasto en atención médica, pero también, la recaudación en impuestos, las presiones de productores, distribuidores y hasta de las propias tabacaleras. Estas últimas, al ver cómo este instrumento empezaba a hacer mucha pupa en sus cuentas de beneficios, no han dudado en engullir a pequeños fabricantes o lanzar sus propios diseños. Y a las que ahora les vendría fatal una normativa que entregara este caramelito generador de ingresos millonarios para la venta exclusiva en farmacias o que les cargue con el sambenito de “vapear mata”. Por último, resuena el runrún de restaurantes y locales de ocio que tienen en los e-cigarrillos un gran aliado para sobremesas y placer nocturno al que ya no accede el tabaco convencional.
¿Y los emprendedores – esa palabra que tanto gusta a los políticos – que se la han jugado abriendo una tienda para venderlos? ¿Sucederá como con los restaurantes que se modificaron con la ley antitabaco en 2005 y vieron cómo con la ley de 2010 esa inversión no servía para nada? Desde Puff, uno de los grandes distribuidores de este producto en España, se incide en que vapeando se absorbe menos nicotina que con el tabaco, que el vapor es inocuo y que se logra reducir el tabaquismo en un 72%. Pero sus franquiciados viven con el corazón en vilo por la redacción de un marco legal que podría reducir sensiblemente su mercado si se equipara a la actual antitabaco. Pero mientras esto suceda, se preparan para hacer caja en Navidad recordando que con estos artilugios se puede celebrar tan entrañables momentos en el salón y no en el balcón. Humor como estrategia que ya le dio buenos resultados a la británica E-Lites con un spot donde un padre fumador se perdía el baile a lo Gagnam Style de su bebé por salir a fumar a la calle.