Por qué siempre te parece que no tienes nada que ponerte y cómo gestionar el armario para evitarlo
Las expertas en orden explican por qué la mayoría de personas han tenido esta sensación alguna vez y dan consejos sobre cómo ganar esta lucha diaria
Desde pequeña, una galopante timidez impedía a Sol Ventimiglia, hoy de 45 años, expresarse ante los desconocidos con cierto aplomo. Ella prefería hablar a través de su ropa: “Los tejidos de las prendas me daban seguridad”, recuerda. Para ella, su forma de vestir era su superpoder, una capa mágica con la que afrontar la vida y sentirse cómoda. Un día, se dio cuenta de que ese don que ella tenía le faltaba a mucha gente a su alrededor: “Tengo un ...
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Desde pequeña, una galopante timidez impedía a Sol Ventimiglia, hoy de 45 años, expresarse ante los desconocidos con cierto aplomo. Ella prefería hablar a través de su ropa: “Los tejidos de las prendas me daban seguridad”, recuerda. Para ella, su forma de vestir era su superpoder, una capa mágica con la que afrontar la vida y sentirse cómoda. Un día, se dio cuenta de que ese don que ella tenía le faltaba a mucha gente a su alrededor: “Tengo un armario lleno de ropa, pero nada que ponerme”, oía decir habitualmente.
Decidió darle un rumbo profesional diferente a su vida y dejó su trabajo como maestra para convertirse en asesora de imagen. Desde hace cinco años, fundó su marca, que lleva su nombre, con el objetivo de ayudar a las mujeres a aprender a reflejar su esencia a través de la ropa.
Ventimiglia aprendió a domesticar a los monstruos de su armario y ahora se dedica a hacer lo mismo por sus clientas. “Hay un porcentaje muy alto de personas que todos los días tienen una pelea con su armario, eso cansa mucho”, explica que la gente que la contacta lo hace porque tiene la necesidad de dejar de sentirse mal consigo misma.
La realidad, muchas veces, “es que no es que no tengan nada que ponerse, es que no saben cómo ponérselo”, explica la estilista y fundadora de War(Drobe), Fátima Valdés, de 41 años. Para Valdés esto sucede por múltiples razones. La primera, porque los armarios tienen tal cantidad de ropa que abruman y terminan agobiando a sus dueñas, que ante esa situación optan por escoger siempre el mismo pantalón negro con un jersey blanco.”Terminamos escogiendo siempre lo mismo porque nos da paz mental, sabemos lo que nos funciona y eso no da seguridad”.
Otra de las razones por las que se da esta guerra tiene que ver con desconocer la propia figura. “Cuando vamos de compras, no sabemos escoger bien las prendas que nos favorecen porque no sabemos cuál es la morfología de nuestro cuerpo, los patrones adecuados para nuestra figura o los colores que mejor nos pueden sentar”, asegura la experta. La clave para ella es que cada prenda del armario haga sentir bien a quien la use.
La limpieza es muy importante a la hora de tener un buen armario. Valdés se dedica a crear looks para sus clientes en donde el primer paso siempre es mirar lo que hay y cómo se le puede dar vida a cada prenda. “A veces se necesita que alguien externo, sin una lista de los pecados que se esconden detrás de la puerta del ropero, entre y quite todo lo que hace bulto”.
Según la diseñadora y asesora de imagen Beatriz Castro las tendencias virales de las redes sociales como los pantalones de leopardo o las medias rojas, que ahora vemos por todas partes, pueden jugar en contra. “Ahora, la moda carece de autenticidad, y estamos muy asociados a la viralización de las prendas. Antes, la ropa que llevábamos era una seña de identidad, y ahora es un atuendo más que solo usamos porque está en tendencia antes de desecharlo. Se pierde el valor”.
En esto coincide Valdés, que añade: “La ropa es solo una herramienta para maximizar las personas que somos. No hay que copiar lo que vemos en redes sociales, sino comprar con base a lo que las tiendas nos ofrecen, escoger lo que es para nosotras y se adapte a nuestro estilo de vida”.
De adentro hacia afuera
Valdés, que lleva 17 años trabajando en el sector de la moda y escuchando a gente decir que no tiene qué ponerse, decidió utilizar todo su conocimiento trabajando con marcas, editoriales y revistas y aterrizarlo en armarios reales de personas reales. “Vi que había una carencia muy grande. Abrí esa ventana y ha sido un bombazo”, cuenta sobre su marca, War(Drobe).
Lo primero que hace Valdés a la hora de enfrentarse a un armario es mandarle a su cliente una ficha en donde la asesora tiene que escribir cómo se siente, cómo es su día a día, qué busca de la experiencia y cómo describiría su estilo. Una vez la estilista entiende el momento psicológico por el que está pasando, su cliente puede enfrentarse a su armario. “Miramos lo que hay que retirar, compramos lo que hace falta y armamos los looks según las necesidades de la persona”, afirma.
Según las expertas, el mayor problema es el miedo a experimentar y al qué dirán. “Hay muchas reglas que hay que romper, siempre nos han puesto barreras con creencias del pasado que nos limitan”, asegura la estilista de imagen.
Para Castro, algo muy importante dentro de la entrevista a sus asesoradas es poder entender cómo se encuentra psicológicamente la persona. “La depresión y la ansiedad afectan mucho a la hora vestir. Muchas personas compran compulsivamente por trastornos mentales y dejan a un lado su autoestima”, afirma.
La directora de AI asesores de imagen, Ana Iriberri, trabaja como personal shopper de clientes de lujo como políticos, embajadas y hoteles, los cuales recurren a sus servicios para que sea ella la encargada de decidir cómo tiene que vestir. “Mi trabajo es encontrar la imagen que ellos quieren proyectar al mundo. Es muy importante que la gente se sienta identificada con su estilo. Hoy por hoy tenemos muy poco tiempo para que la gente vea nuestra valía. Si no te vendes, no llegas”, dice.
Para la estilista Paz Herrera, se trata de algo propio de los días que corren: “Compramos sin lógica y de manera compulsiva”. Y por eso, al final todos los armarios están llenos, pero faltos de ideas. El trabajo de las consejeras, precisamente, es ayudar a sus clientes primero a ver qué les favorece, y después darse cuenta de con qué tipo de prendas se sienten bien. La idea, resumen, es que los armarios empoderen a las clientas y dejen de despertar apatía.