Por qué algunas personas envejecen mucho mejor que otras
A nadie se le escapa que hay quien lleva los años mejor y quien los lleva peor. Pero ¿por qué es así? Y, sobre todo, ¿podemos hacer algo para caer en el lado bueno?
Un inesperado efecto secundario de las campañas de vacunación masiva es que ponen a las personas convocadas frente a frente casi con su propia mortalidad. No por la pandemia que los pinchazos ayudan a aplacar ni por la vacuna en sí, sino por juntar a muchísima gente de la misma quinta en un solo lugar —una cola— con algo de tiempo para dedicarse a una de las aficiones más extendidas entre los humanos: observar a la gente. Acostumbrados a relacionarnos en nuestros círculos y burbujas sociales, la cola de la vacuna puede ser una salida de la zona de confort muy impactante: ¿estoy yo así de mal? ...
Un inesperado efecto secundario de las campañas de vacunación masiva es que ponen a las personas convocadas frente a frente casi con su propia mortalidad. No por la pandemia que los pinchazos ayudan a aplacar ni por la vacuna en sí, sino por juntar a muchísima gente de la misma quinta en un solo lugar —una cola— con algo de tiempo para dedicarse a una de las aficiones más extendidas entre los humanos: observar a la gente. Acostumbrados a relacionarnos en nuestros círculos y burbujas sociales, la cola de la vacuna puede ser una salida de la zona de confort muy impactante: ¿estoy yo así de mal? O, quien tiene menos amor propio, ¿por qué todo el mundo parece tan joven?
En general, todos tenemos bastante claro qué consideramos envejecer bien y qué envejecer mal, como demuestran los comentarios que rodean a gente como Jane Fonda (83 años, amigas) o Brad Pitt (sus 57 no son nada en comparación, pero la opinión generalizada es que va por buen camino) y la ola de gente sorprendida por el aspecto del reparto de Friends en su reciente reencuentro (los murmullos escandalizados iban por las barrigas y arrugas y canas de ellos y por los rostros operados de ellas; no hubo demasiada reflexión de género, fue un “todo mal” generalizado).
Desde fuera, en ese escaneo rápido en el que juzgamos cómo de bien o mal los años han tratado a una persona, nos fijamos en cosas como las arrugas y el estado de la piel, las canas, la postura y —si no los vemos de pie en una cola— la agilidad general de sus movimientos. Sabemos que hay gente que envejece mejor que otra, pero ¿por qué? ¿Simple suerte en la ruleta genética o buenas decisiones diarias?
Lo primero, antes de nada, es entender qué significa envejecer y por qué el paso de los años tiene ese impacto en nuestro cuerpo. “El cuerpo humano envejece porque envejecen sus células”, dice Salvador Macip, doctor en Genética Molecular y director del Laboratorio de Cáncer y Envejecimiento de la Universidad de Leicester. Y ¿qué causa este envejecimiento celular? Macip señala que la ciencia está de acuerdo en nueve factores, “que van desde la pérdida de células madre a un aumento de oxidación y otros daños». Es decir, el envejecimiento físico es el resultado de una serie de factores complejos que interactúan entre ellos. «No tiene una sola causa, por eso es difícil de entender y de manipular”, explica el experto.
Otra de las claves del envejecimiento la explica María A. Blasco, bióloga molecular y directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). Son los telómeros, “las estructuras protectoras de nuestro material genético y que por lo tanto son esenciales para la vida de nuestras células y de nuestro organismo. Conforme vivimos y nuestros tejidos se regeneran para reparar daños, los telómeros se van desgastando, haciéndose cada vez más cortos, hasta que son tan cortos que ya no pueden ejercer su función protectora”, señala. En su grupo de investigación han demostrado que los telómeros cortos son causantes del envejecimiento y de sus enfermedades. Y también, y esto es quizá más interesante, han demostrado (en ratones) que mantener los telómeros largos más tiempo lo retrasa todo: el envejecimiento y sus enfermedades asociadas.
Por supuesto, no solemos ir por ahí comentando la longitud de los telómeros de la gente con la que nos cruzamos. Vamos más al efecto visible que tiene todo esto —que si las canas, que si las arrugas, que si la chepa— con una actitud de “lo viejo es malo” que quizá debiéramos ir cambiando. Carmen María Sarabia Cobo, enfermera, doctora en Psicología por la Unidad Complutense de Madrid y especialista en Envejecimiento y Enfermedades Neurodegenerativas, explica que no debemos olvidar nunca que la concepción de vejez es cultural y social. “En nuestra cultura occidental y en un mundo globalizado, envejecer físicamente es sinónimo de algo negativo”, indica. Cree que habría que cambiarlo, pero lo ve muy difícil.
En cuanto a qué entendemos por envejecer bien o mal, explica que de lo que se habla ahora es más bien de envejecimiento exitoso. “Es un estado en el cual la persona refiere sobre todo satisfacción con el momento que está viviendo. Va más allá de estar bien físicamente, no tener enfermedades o ser independiente. Es un concepto global en el que la persona ante todo refiere tener buena calidad de vida, sentirse plena y satisfecha”, escribe por correo electrónico. Aunque todo el mundo prefiere vivir libre de enfermedades y de forma independiente, “los estudios apuntan a que es la capacidad de la persona para adaptarse a esos cambios y vivir con plenitud lo que marca el ‘envejecer bien’”.
Por qué Jane Fonda sí y tú (quizá) no
Llegamos al quid de la cuestión: ¿por qué hay gente que se cuida toda la vida y envejece fatal y otra que hace todo lo que los médicos desaconsejan y lo peor que le pasa es que se cae de un cocotero? “Esa es la pregunta del millón”, dice Salvador Macip. “Cuando lo sepamos, podremos no solo predecir cómo va a envejecer una persona, sino también buscar maneras de favorecer el envejecimiento más saludable. Aún nos queda mucho para entenderlo”.
Sin embargo, sí está claro que se trata de una combinación de dos grupos de elementos. “Se cree que hay factores que vienen muy determinados por la carga genética (como por ejemplo el envejecimiento de órganos internos como los pulmones o el riñón) y otros con fuerte carga ambiental (especialmente nuestro estilo de vida) como el envejecimiento de la piel o nuestro sistema inmunológico”, apunta Carmen María Sarabia Cobo. Evidentemente, sobre la genética no hay mucho que podamos hacer, pero sí tenemos más control sobre nuestro estilo de vida.
En la piel, que es uno de los aspectos más visibles del envejecimiento (y uno de los primeros que descubrimos con sorpresa en el espejo), juegan esos dos factores también. María Helena de las Heras, dermatóloga y doctora en Medicina y Cirugía, explica que hay un envejecimiento intrínseco, “el cronoenvejecimiento por la edad”, y otro extrínseco, debido a factores externos como el sol, el tabaco, la polución, el estrés, la falta de sueño o una dieta inadecuada. Ella tiene claro que la gente cuya piel envejece peor es porque “se expone al sol y fuma” y hace una serie de recomendaciones para evitar que nuestra piel esté peor de lo que debería a nuestra edad. “Protegernos del sol y la contaminación, dormir bien, dieta mediterránea rica en frutas y verduras, evitar el estrés, usar ácido glicólico o ácido retinoico”, enumera.
Sin embargo, si lo que de verdad nos interesa es llegar a ese envejecimiento exitoso, tenemos que ir más allá de la piel. “Nuestro estilo de vida interacciona con nuestra genética de una forma importante. Y ese estilo de vida sano tiene dos vertientes interesantes: la primera es que cuanto antes adquiramos hábitos saludables, mejor para nuestro organismo; y la segunda, que nunca es tarde para empezar a adquirirlos, porque su beneficio siempre es relevante”, explica Carmen María Sarabia Cobo. “Esos hábitos son una dieta equilibrada, hacer actividad física, dejar de fumar, proteger la piel de la radiación, tener una vida social activa y una vida con un sentido”, apunta la experta. En cuanto al elemento más importante para envejecer física y mentalmente bien, su conclusión es clara: “¡muévase!”.
Nada esto nos salvará del año y sus pesos y, si bien ayudará a evitar algunas enfermedades (y a enfrentarnos a otras en mejor estado), el tiempo no pasa en balde. Aun así, muchas investigaciones, como las que hace María A. Blasco, quien habló antes de los telómeros, sí buscan hallar una respuesta a algunas enfermedades relacionadas con el envejecimiento, como la fibrosis pulmonar o renal. “Para curar estas enfermedades hemos desarrollado una terapia que consiste en la activación de la telomerasa, un enzima que es capaz de alargar los telómeros y retrasar el envejecimiento”, explica Blasco. Y en modelos de ratón, han visto que se puede frenar la progresión e incluso curar la fibrosis pulmonar.
Es decir, los estilos de vida los podemos intentar cuidar nosotros. Para lo otro, aquello sobre lo que no tenemos control, no podemos hacer mucho. Pero consuela saber que hay una marea de científicos trabajando en ello.
¿Envejecemos igual mujeres y hombres?
Como siempre que nos ponemos a ver información científica, en cuanto se desagregan por sexo los datos aparecen algunas diferencias. La forma en la que envejecemos no es ninguna excepción. En las mujeres, por ejemplo, hay “un incremento puntual de los procesos de envejecimiento a partir de la menopausia, algo que no es tan pronunciado en hombres”, señala Salvador Macip. No obstante, el experto indica también que las mujeres vivimos más. En cuanto a por qué hay diferencias en el modo de envejecer de hombres y mujeres, “no sabemos los motivos aún”.
Los telómeros también le dan la mano ganadora a las mujeres, ya que, según explica María A. Blasco, “parecen acortarse más rápido en hombres que en mujeres”, algo que también ocurre en otras especies. La dermatóloga María Elena de las Heras cree sin embargo que en la piel no hay grandes diferencias según sexo, aunque añade que quizá esté más estudiado “el envejecimiento ‘hormonal’ relacionado con la menopausia”.
Por último, Carmen María Sarbia Cobo zanja el tema explicando que, si bien hay diferencias importantes en el proceso de envejecimiento de hombres y mujeres, “el gran problema de la vejez por sexo es la sociedad en que se vive. Una sociedad con valores orientados a mantenerse ‘eternamente’ joven físicamente, que condiciona que la mujer esté joven, pero ‘castiga’ menos al hombre al que ‘premia’ por ser un maduro interesante, genera un lastre muy duro para la mujer. El proceso de vejez es físico, sin duda, pero es la actitud con que se afronta la adaptación a los cambios, la que determina el verdadero envejecimiento exitoso”.