Opinión

París, moderna y cucú

Respire, Emotions, Bien Etre. Así se llaman las revistas que encuentras junto al Le Monde, Les Echos, L’Equipe y los toblerone en el aeropuerto Charles de Gaulle de París. Tienen reservado el mejor sitio, el que antes se reservaba a las revistas de moda o de actualidad. “París también está cucú”, pensé yo mientras agarraba unas cuantas para pagarlas. La obsesión por el bienestar exterior e interior (¿no es lo mismo?) de las sociedades occidentales invade, perdón por la terminología napoleónica, París. Se ve en detalles tan sencillos como...

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Respire, Emotions, Bien Etre. Así se llaman las revistas que encuentras junto al Le Monde, Les Echos, L’Equipe y los toblerone en el aeropuerto Charles de Gaulle de París. Tienen reservado el mejor sitio, el que antes se reservaba a las revistas de moda o de actualidad. “París también está cucú”, pensé yo mientras agarraba unas cuantas para pagarlas. La obsesión por el bienestar exterior e interior (¿no es lo mismo?) de las sociedades occidentales invade, perdón por la terminología napoleónica, París. Se ve en detalles tan sencillos como una barra de madera. Es lo que han instalado en las habitaciones del hotel Hoy. Este lugar se autodenomina “Hotel de yoga”. Está en SOPI (South Pigalle), un barrio que lleva una década estando de moda, y es a la vez hotel, estudio de yoga, floristería, restaurante de comida orgánica y metáfora de nuestros tiempos. En cada habitación hay un espejo y una barra para estiramientos. “Tú también estás contracturada, estira un poco”, parece decir ese detalle. Nunca un gesto tan pasivo-agresivo me ha gustado tanto.

En el Barrio Latino acaba de abrir el hotel Seven, que cuenta con una sala llamada Wellness Chapel y ofrece consultas astrológicas; la carta astral es la nueva amenitie. Esta urgencia por cuidarse y entenderse se aprecia también en que cuando te citas con alguien, ese alguien no te lleva a una brasserie, sino que elige cuidadosamente un lugar de comida orgánica como Wild and the Moon, donde comer granola como pájaros y beber cataplasmas. Lo peor, o lo mejor, es que hasta eso lo convierten en sexy. Malditos parisinos.

Sin embargo, París no tiene la más mínima intención en hacerse la joven. Si fuera una persona no se operaría ni aplicaría bótox, sino que se dedicaría a comer bien, a caminar, a tener tiempo para sí misma y a usar buenas cremas. A París le dan igual sus arrugas y eso la convierte en invencible. Pensaba esto cuando hice una foto desde la ventana del edificio de la Bourse, rehabilitado con primor con Tadao Ando a mayor gloria de la colección de arte de François-Henri Pinault. Lo que veía a través de ellas parecía un render. Muy cerca de este edén está La Samaritaine, la nueva atracción turística de la ciudad. Dentro de este gran almacén (da pena llamarlo así), el bienestar y la cosmética comparten protagonismo con la moda, aunque si su importancia se mide en metros cuadrados quizá sea el territorio de la belleza el que gane: su Beauty Space tiene 30.000 metros cuadrados. Lo último que hice antes de sentarme en el avión de vuelta a Madrid (con mis revistas de bienestar en la mano) fue hacerme un facial. Siempre pensé que sería agradable ser el tipo de persona que se tumba en una camilla a ser exfoliada antes de embarcar; cuántos problemas tienes que tener resueltos para llegar a esa situación. Yo fui esa persona y me gustó. Air France ha abierto una nueva sala VIP en Charles de Gaulle con un pequeño centro de belleza de Clarins que ofrece tratamientos gratuitos. La buena noticia es que se puede acceder a esta sala VIP (diseñada por el estudio Jouin Manku, el mismo que rehabilitó La Mamounia) sin tener que viajar en business, previo pago de 50 euros. Me siento portadora de buenas nuevas lanzando este dato. Poco dinero me parece para lograr que la última sensación que te lleves de París sea el aroma de una crema que no sabemos si te borrará las arrugas, eso tan 2019, pero sí que te hará sentir bien, eso tan 2021.

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