Breve historia de los Nikkapokka, los pantalones de los obreros japoneses que fascinan a los amantes de la moda
¿Cómo es posible que un uniforme pensado para trabajar en una obra despierte semejante magnetismo?
El pie de foto dice: “Los trabajadores de la construcción japoneses no necesitaban ir tan a tope con sus pantalones” y una carita amarilla piropea una bocanada de aire. En la imagen que acompaña a la publicación en Instagram vemos una fila de operarios japoneses, impecablemente vestidos con su ropa de trabajo. Le siguen ocho fotografías más, todas ellas provocan una curiosa fascinación ante los pantalones anchos en la pierna y ajustados en el tobillo que distinguen a los obreros del país. Más de 12.000 personas ya han expresado su deslumbramiento ante el uniforme regalando un corazón (y escribiendo algunas llamas de fuego). ¿Pero cómo es posible que un uniforme pensado para trabajar en una obra despierte semejante magnetismo?
Es posible si tenemos en cuenta varias variables. Primero, que las fotografías son de Matsuda Tadao, un cámara japonés que lleva desde 2014 inmortalizando a trabajadores de la construcción de distintos gremios en su país en imágenes de poderosa sensibilidad estética. Segundo, que para los japoneses, los uniformes de trabajo no son solo uniformes. Estos representan algo más grande que ellos mismos, algo de lo que estar orgullosos. En ningún otro lugar del mundo encontrarás semejante influencia de la cultura del uniforme como en Japón, profundamente enraizada con los valores culturales del país como la formalidad, la profesionalidad y la atención al detalle. Para un japonés su uniforme está relacionado con su pertenencia a una comunidad, con una sensación de unidad y de objetivos compartidos. Son un rasgo de su identidad y, más aún, un símbolo de su profesionalidad. Y por ello sus uniformes son tan estéticos como funcionales.
“Este tipo de pantalones de morfología holgada pero ajustados en los tobillos siguen siendo populares entre los trabajadores de la construcción en Japón”, comenta para S Moda Federico Antelo, director del área de moda del IED Madrid, artista y diseñador textil. “Esta prenda ha ido evolucionando y encontrando diferentes variables, pero su esencia sigue ahí. Lo curioso es que, si bien podemos considerar que estos pantalones son tradicionales, puesto que su popularidad en Japón data de principios del siglo XX, el origen de esta prenda está vinculado a los primeros migrantes holandeses que se asentaron en Nueva York durante el siglo XVIII. Luego, este tipo de pantalones llega a Japón donde son muy bien recibidos, particularmente en el ámbito de la construcción”, añade este experto en la cultura japonesa.
Aunque existen distintas variantes de los Nikkapokka, que es como se llaman estos pantalones en japonés, son del todo reconocibles: “Sus características principales, porque hay una gran cantidad de variables, son: una cintura firme, perneras anchas, y un claro y marcado ajuste en los tobillos. En principio, esta silueta tan ancha y este exceso de tejido puede parecernos poco práctico y nada apropiado para el entorno laboral, mucho menos en lo relativo a la construcción, pero sí lo es, ¡y mucho! Puesto que esta prenda permite el libre movimiento de las piernas, y gestos simples y cotidianos como pasar de estar de pie a estar en cuclillas resultan simples y naturales, lo mismo que trepar o descender, por ejemplo, de los andamios. A su vez, los tobillos ajustados evitan enganches con equipos o herramientas, limitando el riesgo de accidentes”, añade Federico Antelo.
En una entrevista con la revista Nippon, Matsuda Tadao habla sobre los ‘Tobi’ técnicos de construcción en altura que realizan movimientos especialmente atléticos para trepar a los edificios y para quienes se inventó un modelo de nikkapokka con las perneras aún más anchas y largos hasta los tobillos: “Se dice que el aleteo de las perneras ayuda a los tobi a detectar la presencia y la dirección del viento, su mayor enemigo en las alturas. También hay quien sostiene que la tela sobrante les protege porque a través de ella notan los objetos salientes cuando andan por espacios estrechos. He oído incluso la disparatada teoría de que los nikkapokka contribuyen a amortiguar las caídas de los trabajadores al permitirles planear en el aire como ardillas voladoras. Personalmente creo que, aficionados como son a los festivales populares y la ropa vistosa, los tobi visten pantalones más anchos y largos que el resto solo para llamar la atención”, comenta Matsuda entre risas.
Como toda prenda que sobrevive al paso del tiempo, los Nikkapokka lo han hecho a fuerza de adaptarse a diferentes corrientes estéticas, incluso a una gran variedad de tejidos, desde los más orgánicos hasta los más tecnológicos o sofisticados. “La clave está en mantener su esencia: una silueta baggy hasta cierto punto por debajo de la rodilla, y un ajuste implacable en los tobillos. Esas son las señas que han debido de permanecer inalterables para que podamos seguir reconociendo un Nikkapokka pant en cuanto lo vemos”, explica Federico Antelo.
La fascinación ante la silueta, más allá de la moda, tiene que ver “con cuestiones muy profundas, atávicas, de nuestras culturas”, aprecia Federico Antelo. “En definitiva, me inclino por pensar que detrás de estas diferencias hay dos maneras muy distintas de entender el cuerpo, de cómo nos relacionamos con nuestros propios físicos y de cómo el concepto de la funcionalidad varía de una cultura a otra y, por supuesto, cómo todo ello se traduce al diseño. Evidentemente, en Occidente relacionamos la funcionalidad con prendas que actúan como una segunda piel, en el sentido en que se adhieren a nuestra silueta, “que son una” con nuestros cuerpos. Mientras que Oriente incorpora el concepto de “aire” entre prenda y cuerpo. Este aire libera el movimiento estableciendo un espacio holgado entre el cuerpo y el propio tejido”.
Es extraño, porque si bien su origen es externo a Japón, es cierto que su silueta es absolutamente afín a la estética japonesa, y, según aprecia Federico Antelo, “por lo tanto no es de extrañar que la moda japonesa los haya incorporado a su catálogo tipológico más reconocible. Nombres como Yamamoto, Miyake, Kenzo o Junya Watanabe han revisitado, en distintos grados, esta silueta. Incluso es bien sabido que desde Margiela han rendido homenaje, en más de una ocasión, a esta estética. Sus icónicas Tabi Boots (Jita-kabi) son prueba de ello”.
Precisamente en la punta de los zapatos de los operarios japoneses está el otro elemento alucinante de este uniforme: Los Nikkapokka a menudo se combinan con calzado Jikatabi, una variación más resistente de los calcetines Tabi con punta abierta. Este tipo de punteras separan el dedo gordo de los demás, lo que permite un agarre más flexible al suelo. Y mientras hoy en día a pie de obra predominan los zapatos de seguridad con punta de hierro, para los profesionales que trabajan en la altura de los andamios como los Tobi el tacto de la planta del pie es muy importante, de ahí que los Tabi o Jikatabi sigan en boga.
Estos sí son, cuenta Federico Antelo, “un elemento tradicionalmente japonés y ancestral. Tal es así que los orígenes de la puntera tabi se remontan al final del Período Heian, entre los siglos VIII y XII, cuando la puntera de este calcetín se divide para facilitar el anclaje de la tira del calzado. Posteriormente, ya en el siglo XX, los hermanos Ishibashi (fundadores de Bridgestone) son, en teoría, los responsables de su siguiente evolución: añadir a este calcetín de puntera dividida una suela de goma, lo que lo hace apto para el uso exterior. De este primer Jika-tabi de 1922 de los hermanos Ishibashi a las Tabi-boots de Margiela, solo hay un paso”, apunta Federico Antelo.
Efectivamente cuando la bota Tabi apareció por primera vez en la moda en 1988, dejó una huella para siempre. Martin Margiela sacó a sus modelos a desfilar con este zapato-pezuña que a día de hoy se ha convertido en una pieza de culto: mientras en Japón forma parte de los uniformes para los andamios en Occidente distingue a todo aquello que quiera dar a entender al mundo que forma parte de la élite intelectual de la moda. “La bota Tabi es la huella más importante de mi carrera”, le dijo el diseñador a su primer distribuidor, Gert Bruloot, durante una exposición en el MoMu de Amberes en 2015. “Es reconocible, sigue vigente después de 25 años, no hay otros [así]”.